OPINIóN
Agenda política

Argentina y la lectura doméstica

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Twitter. “Gran parte es influencia directa de Milei”, expuso Sotelo. | twitter

"Es la identidad de la historia la que hace la identidad del personaje”, escribió Paul Ricoeur para referirse a la manera en la que se entrecruzan las visiones propias con las ajenas para construir los significados. El antropólogo francés llamó “identidad narrativa” al proceso a través del cual el sujeto, “al narrarse a través de la acción y a través del reflejo que otros le dan, va reconociendo su identidad”.

La ciencia política ha dado cuenta de una construcción similar en lo que tiene que ver con el mecanismo de traducción de lo externo en términos locales, para que pueda ser “encajado” en el sentido común que van construyendo los distintos grupos de poder en una época determinada.

En la Argentina, la lectura doméstica de los acontecimientos externos no es un fenómeno nuevo, sino que ha sido extensamente analizado por historiadores, politólogos y analistas del discurso. La “matriz de traducción” y fenómenos de amalgama de cuestiones absolutamente diferentes, y hasta opuestas en sus fundamentos, revelan para varios de estos estudios el campo intelectual de un país periférico.

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El dilema como estrategia de comunicación

En las últimas décadas, las elites políticas no parecen utilizar la traducción como una estrategia de construcción de identidades políticas estables, sino que es, apenas, una reafirmación de la propia idea. Es llamativo que la lectura de los acontecimientos del mundo siempre tengan una bajada vernácula anclada en la pura actualidad, sin profundidad histórica, y que presume que el centro del mundo está acá, que es argentino.

El partido del Presidente, por ejemplo, traduce como un “efecto Milei” las elecciones en Alemania, en Francia y en España. “Gran parte es influencia directa de Milei, el mundo nos observa”, expuso el diputado Sotelo, y Milei reposteó. También saludó a “los leones que despertaron” en Venezuela porque “estamos derrotando al socialismo empobrecedor”, así, en plural. Ya había cometido el error de postear en X que en las elecciones en México, en junio, los mexicanos estaban votando con una boleta que llevaba su nombre. Era fake.

También se agrega el antecedente de la vicepresidenta de la Nación, que justificó su exabrupto con Francia porque había que saludar a “la Selección que nos da tantas alegrías” sin contemplar el verdadero problema del asunto: el racismo, el remedo colonialista, el segregacionismo, la discriminación son parte medular de la agenda de Occidente, y configuran un problema de abordaje para todos los gobiernos del mundo.

La compulsión en la política

El giro doméstico de la agenda internacional no solo es una propensión del gobierno actual. “Ayer, Juan Domingo Biden llamó a la sindicalización como una forma de promover los derechos sociales en los Estados Unidos”, ironizó Alberto Fernández en 2021.

Dos años antes, Macri manifestó que “hoy todos los países nos dicen: ‘Queremos acompañarlos, queremos hacer cosas juntos’”, para luego justificar el fracaso económico de su gestión afirmando que “el mundo se asustó. ¿Porque yo me iba? No, se asustó por los que venían, porque no eran creíbles, no eran confiables”.

En la Argentina, la “matriz de traducción” y la identidad narrativa funcionan como autojustificaciones, más que como la conformación de un sentido común de la política. El discurso político siempre es una construcción que busca ordenar la realidad que los gobernantes construyen. Pero para calificar esa operación como estratégica es preciso tener pericia en la valoración de la complejidad de las agendas. Un país que no reconoce matices solo se habla a sí mismo mientras cree que los demás escuchan, y aprenden.

*Analista político.