OPINIóN
Efemérides 18 de julio

AMIA 30 años después, dolor local y condena internacional

A pocas semanas del aniversario del atentado a la AMIA, el Estado argentino fue condenado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos por su responsabilidad en el ataque y su encubrimiento. Deberá realizar un acto público admitiéndolo, producir un documental y crear un archivo histórico.

20240423 Atentado a la AMIA
Atentado a la AMIA | CEDOC

Los aniversarios movilizan la memoria. Año tras año, un síntoma que reaparece, un lapsus o un sueño que se reitera nos recuerdan la pérdida de un ser querido. Pero ¿qué pasa cuando esa pérdida no es solamente individual sino colectiva, y producto de la violencia terrorista? ¿Qué sucede cuando al dolor de esa pérdida se suma el desquicio que produce la impunidad?

A pocas semanas de cumplirse el 30° aniversario del atentado a la AMIA, el Estado argentino fue condenado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos por su responsabilidad en el ataque y su encubrimiento.

La sentencia, producto de años de lucha por parte de Memoria Activa, dictaminó que el Estado conocía la existencia de un riesgo real e inmediato sobre la comunidad judía argentina en 1994 y, no sólo no adoptó las medidas razonables para prevenir el atentado, sino que utilizó sus capacidades e instituciones para desviar la investigación judicial.

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Párrafo tras párrafo, la Corte describe las maniobras de encubrimiento, los malos manejos, las mentiras y dilaciones que hacen que, después de 30 años, todavía no sepamos con claridad cómo se perpetró el atentado, ni quiénes son sus responsables.

No sabemos cuáles son las pruebas que indican la responsabilidad de funcionarios iraníes. No sabemos por qué el ex juez Galeano usó todos los recursos a su disposición para incriminar a miembros de la policía bonaerense. No sabemos a quiénes seguía la SIDE luego del atentado a la Embajada de Israel, ni dónde están los cientos de escuchas telefónicas que sus funcionarios se jactaban de tener. 

No sabemos por qué hubo que esperar hasta 2016 para conocer la identidad de Augusto Daniel Jesús, la víctima 85, a pesar de que las muestras orgánicas estaban disponibles desde el momento inmediatamente posterior al atentado.

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No sabemos por qué tantos jueces, fiscales, funcionarios, agentes de inteligencia y de seguridad, se dedicaron sistemáticamente a obstaculizar las investigaciones, mientras afirmaban estar ahí para protegernos.

Pero nada de esto es nuevo. Al acercarse cada 18 de julio nos hacemos las mismas preguntas. Para esa fecha proliferan las versiones periodísticas, los informes de inteligencia y las campañas publicitarias complacientes. Las resoluciones judiciales salen de los cajones para dar una falsa sensación de actividad. Los discursos que recorren todo el espectro político buscan dar el tema por cerrado. Pero el tema no cierra.

Como parte de las reparaciones, la Corte Interamericana ordenó que el Estado debe realizar un acto público de reconocimiento de su responsabilidad internacional, producir un documental y crear un archivo histórico. En los tres casos debe dar a conocer las violaciones a los derechos humanos que se constatan en la sentencia (a la vida y a la integridad personal, al principio de igualdad y no discriminación, entre otros), así como el camino de justicia recorrido por las asociaciones de víctimas.

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Resulta difícil imaginar que el gobierno de Milei, que ha desguazado las políticas de memoria, pueda dar un cumplimiento real a estas medidas. Más bien se dibujan dos escenarios: primero, la victimización frente a lo que la ultraderecha vernácula se apresta a viralizar como el ‘marxismo cultural’ de la Corte Interamericana. 

Segundo, la manipulación del dolor y el miedo de la comunidad judía (que se ha incrementado después del 7 de octubre), combinada con la disposición acomodaticia de su representación oficial. Este 18 de julio se puede esperar del gobierno cualquiera de las dos cosas.

Pero mientras tanto, podemos encarar una tarea ciudadana: la de pensar colectivamente cómo contar a las generaciones que vienen el derrotero de la causa AMIA y la demanda de justicia

La sentencia de la Corte puede servir como puntapié para un trabajo de memoria largamente postergado. Un relato que nos cobije a todos, que denuncie a los responsables, y que pueda transmitir lo único que, hasta ahora, sabemos a ciencia cierta: cómo se urdió la impunidad. Ese pensamiento colectivo, que es una forma de memoria, resulta un ejercicio vital para una democracia que languidece.

*Dra. EIDAES-UNSAM