OPINIóN
Salud mental

Adicción al celular: pandemia de la desconexión humana

Cuando un dispositivo electrónico pasa a ser el epicentro de la existencia se desplaza el verdadero objetivo de la “felicidad”: de los vínculos, el trabajo, el amor y los amigos pasa a esa espera que desespera, a la hiperconexión que es la desconexión.

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Aislados. Es importante mantener el contacto personal. | cedoc

¿De qué hablamos cuando hablamos de una adicción? Hablamos de una adicción, o mejor dicho de una persona adicta, cuando pasa de un uso responsable a un abuso del que termina siendo dependiente, esclava. Cuando el cuerpo físico y psicoemocional se alteran si no se tiene esa sustancia, en este caso el celular, que deja de ser una herramienta para terminar siendo el epicentro de su existencia. 

¿Cómo se construyó esta adicción a los celulares? Por un lado, la moda, la masificación. Pero en lo más profundo, por lo que ofrece, la trampa de la satisfacción inmediata, la respuesta rápida que arma un círculo vicioso donde se libera dopamina (conocida como la "hormona del placer") y se consigue una suerte de pronta “felicidad”. 

Pero ante cualquier pausa, quitar la mirada de la pantalla, esa “felicidad” se desvanece enseguida porque se necesita más droga para volver a sentir la misma sensación. Y se vuelve a tomar el celular, a buscar, a scrollear compulsivamente, distraídos, drogados, en un éxtasis alienante, como zombies navegando por el mar de la virtualidad.   

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El exceso del uso de las pantallas está deteriorando la salud psicoemocional y desde luego los vínculos interpersonales. Todo lo que estabiliza la vida humana necesita de tiempo y dedicación. El amor de pareja y la amistad necesitan de tiempo y dedicación. La formación y el trabajo necesitan de tiempo y dedicación. 

Sin embargo, el mundo en el que estamos viviendo, o transitando, desestabiliza, impone todo lo contrario: inmediatez, reclama respuestas rápidas, pedido (y recibido) ya, y toda tardanza, medida en relación al acelere actual, genera ansiedad y fastidio, una irritabilidad que puede crecer en intensidad hasta desencadenar diversas formas de violencia. No se puede esperar. La espera desespera. Maratones de series, no un capítulo y más tarde u otro día el siguiente, uno detrás del otro. El teléfono celular siempre cerca, como una extensión del cuerpo, convocando con sus notificaciones a las que hay que responder de inmediato. 

Señal de alerta sobre el "vamping", la adicción nocturna al celular

Tiempo de hiperconexión a las pantallas, a las redes sociales y aplicaciones. Y mientras tanto, se acotan las miradas a los ojos, las miradas que nos sostienen humanamente.     

Como Narciso se enamora de su propia imagen y se ahoga en el espejo del lago, el ser humano de la hiperconectividad se pierde en sí mismo navegando por internet, reflejado en la pantalla, en los reflejos de lo virtual. 

Y a más narcisismo, menos empatía, más egoísmo y menos registro de las necesidades y los deseos de los demás. La mirada en las pantallas construye un muro, una burbuja, un blindaje donde el resto del mundo real, el alrededor, deja de existir. Entre las parejas, en la mesa familiar y en los bares, en la calle, en los medios de transportes, cada ser humano conectado con su prótesis: el celular.

Esa adicción a las pantallas deja al sujeto en la soledad de la multitud virtual, pululando en un mundo paralelo, digital, poblado de seguidores o “amigos”, de “me gusta” y emojis donde los estratégicos algoritmos y la inteligencia artificial “conocen”, “saben” de sus gustos y deseos, ofreciéndole fotos y videos, frases, un universo armado donde sentirse parte de la comunidad y la distracción son las sustancias más adictivas. 

En el universo del celular no hay que buscar sentidos, los sentidos vienen programados, servidos. No hay que pensar, solo hay que seguir mirando. Dispersión en vez de concentración. No permite preguntas, todo es respuesta. 

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Desde la era virtual se ha instalado la incapacidad de sostener el silencio y la escucha, de darse lugar para el ocio, el sosiego y la contemplación. Y anudada a la ideología del capitalismo, el sujeto actual no puede perder el tiempo, tiene que estar siempre conectado, enchufado, haciendo algo.

Consumir, incluso el tiempo. Hay que resucitar, como sea, el tiempo muerto. El tiempo libre debe ser llenado de actividades. Y las pantallas impedirán el aburrimiento y taponarán el vacío imposible de soportar, olvidando que es vaciando el cántaro como se puede rearmar una vida singular sin los sentidos impuestos.

Hay que ser conscientes del uso problemático de la droga. Y por lo menos, en estos tiempos sin interrogantes, hacerse dos preguntas: Por qué y para qué se construyó esa adicción"

La exposición prolongada al teléfono móvil y a las redes sociales afecta la salud y sin lugar a dudas deteriora los vínculos. Cuantas más horas se está navegando por la virtualidad, mayor es la desconexión con el mundo real. 

¿Se puede salir de esa adicción? ¿Es posible una recuperación? En principio hay que ser conscientes del uso problemático de la droga. Y por lo menos, en estos tiempos sin interrogantes, hacerse dos preguntas: Por qué y para qué se construyó esa adicción. 

Más allá de la moda y los mandatos sociales, se debe analizar el ambiente emocional en el que se incrementó el aislamiento a través del uso excesivo de las pantallas. Toda adicción suele ser una defensa ante una realidad insoportable. Pero también puede ser un modo de convocar a alguna figura ausente, un pedido de atención, de auxilio, en un mundo donde cada vez hay más desconexión humana.