MúSICA
ENTREVISTA

Nahuel Briones: "Me falta experiencia en subibaja emocional"

Estamos sentados en el patio de su casa en Parque Patricios. La cercanía de ese recital fue la excusa para contactarlo esta vez. ¿Para qué? Para escribir un perfil, una entrevista, un diálogo. Para sacar algo de  adentro, para empujarme a hacer algo por mi cuenta. Nadie me pidió esto, depende de mí que alguien lo lea o que se pierda en el olvido como tantas otras cosas. 

Nahuel Briones
Nahuel Briones | Instagram nahuelbriones

"A mí me pasó que estaba hablando con la psiquiatra y yo le decía que tengo esta sensación y que creo que es fácil de entender: es como si fuera una marea, que por momentos sube y por momentos baja. Siento que en un momento me paso un poco y estoy muy enérgico, muy contento. Estoy a pleno con un montón de proyectos. Me despierto a las 6 de la mañana y arranco y no tengo sueño. Y soy más parecido al Nahuel que era de más joven. Cierro una cosa y sale y si se cae una fecha o pasa algo medio choto, me chupa un huevo. Pero estoy tan ansioso que me vuelvo como medio denso para los demás. O sea, como si fuera Fito, medio estrella, ¿viste? Estoy como más rápido... y eso me genera conflicto con la gente que quiero. Entonces no quiero eso".

Quién me habla es Nahuel Briones. Lleva 15 años haciendo música, tiene 5 discos y en unas semanas va a hacer su primer Niceto. Estamos sentados en el patio de su casa en Parque Patricios. La cercanía de ese recital fue la excusa para contactarlo esta vez. ¿Para qué? Para escribir un perfil, una entrevista, un diálogo. Para sacar algo de  adentro, para empujarme a hacer algo por mi cuenta. Nadie me pidió esto, depende de mí que alguien lo lea o que se pierda en el olvido como tantas otras cosas. 

¿Cómo que tu lugar de placer es una euforia molesta para el resto?

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No sé, sí, que alguien me dice algo y me re ofendo, y a los dos segundos me doy cuenta de que exageré. Pero claro, cuando estoy un poco más lento, eso no me pasa ni en pedo. Y después está que cuando bajo un poquito, ya tengo eso: mucho sueño, paja, un poco de bajón. No me dan ganas de hacer nada. Entonces le dije a la psiquiatra que necesito encontrar una manera de estar más o menos en el medio.

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— ¿Y qué te dijo?

Que eso que quiero no lo voy a conseguir nunca. Ese medio es lo que estoy buscando estos meses y también me cuesta encontrar. La naturalidad de ir a los extremos la conozco (la sufro y la disfruto en partes iguales), pero siento que hay una diferencia con respecto a los altibajos de Nahuel. Él parece hablar en términos emocionales; yo, en cambio, lo llevo todo al pensamiento. Mi movimiento entre los polos anímicos, siempre está controlado por la cabeza. Es ella la que me provoca angustia y también la que me da alegría. Nahuel sigue desculando el asunto, no le encuentra la vuelta. Yo tampoco.

El tema es que yo siento que hay muchos momentos en que no se condice el sentimiento con lo que está pasando. El martes estaba en un estudio y yo sentía una ansiedad  dando vueltas. Entonces dije, che, bueno, me clavo un clona y sigo. A los 5 minutos estaba lo más bien. Estaba angustiado y cuando se me pasó dije: bueno, ahora sí lo que siento tiene sentido con el ambiente. Estoy grabando, no hay ningún vértigo, no hay ningún miedo, no hay ningún estrés. Pero yo venía como... no sé, con ansiedad, pero para mí se parece un poco más al miedo. Un miedo a nada en particular, pero es parecido a cuando iba a rendir algo en el secundario. Y pienso que no puede ser, que no puedo estar ahí otra vez. ¿Viste ese miedo de, uy, voy a salir al escenario y tengo que tocar algo por primera vez? O un estreno... No se puede vivir con la sensación de estreno todo el tiempo.

Me quedo pensando en eso de que no condice el sentimiento con lo que está pasando. Así como mi mayor sufrimiento se produce cuando mi cabeza se va para otro lado, Nahuel me habla de una fragmentación emocional. Dos sentimientos opuestos que pelean por quedarse con el territorio y uno, que busca algo parecido a la paz, no puede más que padecer las consecuencias. A mí la angustia más primaria me lleva a un recuerdo de chico, cuando me iba de campamento y quería volver con mi mamá. Hoy no quiero a mi mamá, pero el lugar que resuena dentro mío es el mismo: una soledad muy profunda.

Mi voz va a entrar también en lo que escriba, le aclaro a Nahuel en un momento de la charla y le pido perdón por ser autorreferencial. No me siento identificado con esa disculpa (siempre hablo de mí mismo) pero pido perdón por reflejo y como algo que responde más a una demanda externa que a un deseo personal. 

Voy para atrás. Conocí a Nahuel Briones en 2015, cuando vino a ver una obra de teatro en la que yo actuaba, que rondaba en la figura de Peter Hammil: un músico importante  en los setentas, ochentas, con una fama hoy más acotada, pero con un grupo de fanáticos fervorosos en todo el mundo entre los que se encontraban los autores de la obra y también él. Charlamos algo a la salida de la función, le hice un chiste que no cazó, y pasó un buen tiempo hasta que escuché su música por primera vez. Algo me habían dicho: que era virtuoso, excéntrico, y que tenía una banda con dos bateristas. 

El día que escuché Guerrera Soldado, su disco lanzado en 2017, sentí algo raro. Esa palabra usó también su psicólogo el día que le contó a Nahuel que había estado escuchando lo que hacía. “Tu música es rara”, le dijo al terminar una sesión. Nahuel se sorprendió de que usara esa palabra. Él me dice que lo que hace le sale natural, que no intenta provocar. Que hace lo que se le canta el orto, repite varias veces durante la charla pero nunca suena impostado al decirlo.

El personaje que predomina en sus letras está muchas veces atravesado por esta afirmación de su canción Sitcom: “Me falta experiencia en subibaja emocional”. En ese abordaje por el viaje profundo de un extremo a otro, en la cabeza de Nahuel y también en sus letras se cuelan imágenes, ideas y confesiones, que giran alrededor de esos cambios en su estado de ánimo. La particularidad de sus letras y el despojo de los relatos hacen que en la primera escucha uno sienta cierta extrañeza. Se podría pensar que si alguien se considera gran admirador de un músico, por lo general, se sabe las letras de memoria. Con Nahuel sucede algo particular. Al principio uno no se imagina cantando en voz alta ciertas partes de algunas de esas letras, pero cuando se insiste en la escucha, cuando se profundiza, uno ya se deja llevar por las melodías, por los detalles, por la dulzura y fuerza de su voz. Ahí empezás a entender que todo lo que él plasma es verdadero y que todo ese delirio por momentos surrealista, efectivamente, a alguien le pasa. No necesariamente a él, pero uno nota que no hay nada forzado, sino todo lo contrario: una autenticidad que rebalsa. Nahuel tiene un mundo interno y se encarga de compartirlo sin miedo. Y a mí, particularmente, sus cambios en el estado de ánimo me identifican especialmente, aunque yo lo lleve más a los vaivenes del pensamiento que al plano emocional.

De cualquier modo, pronto me volví bastante fanático, lo fui a ver un montón de veces, y escucho cada disco suyo el día de su lanzamiento. Además tomé algunas clases de
composición donde le mostré mis canciones (o mis fragmentos de canciones). Esperaba que me elogiara y si bien lo hizo, también me sugirió que laburara más en las letras, que no me conformara con lo primero que saliera. Pronto abandoné los encuentros. Después mantuvimos algunas charlas por año, fui un par de veces a su casa, nos encontramos en una entrega de premios de la Bienal de Arte Joven donde los dos ganamos y nos dimos un abrazo muy sentido en la platea. Siempre charlamos de lo mismo: de nuestro estado de ánimo. Y también de los miedos con respecto al camino de cada uno, de las ambiciones, las expectativas, el deseo.

En uno de esos encuentros le pregunté si quería zapar un rato, pero él me dijo que prefería que no, que tocar es lo que hace todo el tiempo y que no le daban ganas. Lo entendí, pero no pude evitar sentirme rechazado y con miedo a ser puesto en un lugar de fan que quiere que su ídolo le toque las canciones. Hace unas semanas le escribí y le dije que quería charlar con él, que tenía ganas de hacer un perfil suyo de artista, la nombré a Leila Guerriero como referencia (soy un caradura). Me dijo que encantado lo haría y me invitó a su casa. Ahora me doy cuenta de que el objetivo principal de esta nota tiene que ser concreto, porque eso es lo que falta en mi vida. Cosas concretas, cosas en la tierra.
Quisiera que cuando termines de leer, escuches la música de Nahuel. Al final dejo una playlist con mis canciones favoritas.

Hay otro tema que solemos charlar. Ese que se simplifica con la palabra éxito, pero que en realidad engloba a todos los altibajos e incertidumbres en el camino del artista. Lo  hemos conversado otras veces. Yo sigo con la idea de que a los talentosos les tiene que ir bien, que son los que se merecen un triunfo. Nahuel tiene muchísimo talento, aunque él diga que por momentos duda. Pero además tiene una obra bastante prolífica, es estudioso, tiene constancia. Me interesa entender por qué su éxito de público no llega a ser lo que él querría que sea.

El tema es que yo empecé a crecer en público y en un momento se trabó. A la vez hay gente que no vende nada. Pero en su momento pensé: esto crece, crece y en un  momento chau, algo se frenó. 

— ¿Y cuál es el objetivo de que crezca? ¿Es terrenal o es simbólico? El terrenal sería para vivir de tocar, para sentir ese placer. 

— Un poco de todo. 

— Y el otro es toda la película que nos armamos.

— La película me importa menos ya. Como que estoy más grande, ya no flasheo tanto con la fama. Sí me importa lo de decir quiero grabar tal cosa en tal lugar y poder hacerlo en un estudio piola, con herramientas, tener las cosas materiales para ser un boludo alegre del arte. Pero también hay algo de que todo me cuesta un huevo y que vivir se pone cada día más difícil. Tengo amigos que medio que tuvieron que abandonar. Sin embargo, yo todavía me digo que quiero hacer esto, incluso aunque no salga tan bien. Entonces, bueno, lo haré en las condiciones que pueda. Obsesivo y terco, yo voy a seguir haciendo esto. Siempre me pregunto: ¿hasta qué edad voy a seguir como ludópata, apostando a  esto? Y pienso que siempre. Porque sino, ¿qué? ¿Qué hago? Pero también... Yo siento que, crear algo, escribir algo, componer algo y que haya gente que resuena con eso, es lo más importante que tengo en la vida. Es aún más que el cariño de una familia. Es gente devolviéndote amor por algo que es como tu caca.

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— Y cuando estás componiendo y te das cuenta de que está bueno lo que estás haciendo, que tenés un buen tema, ¿eso no te alcanza?

— Sí, es verdad que yo en el momento en el que estoy concentrado componiendo en el estudio, o grabando acá en mi casa, o maqueteando, o viviendo la vida del artista, soy feliz. El tema es que, bueno, yo quiero vivir ahí, y para vivir ahí necesitas éxito y plata, o por lo menos plata.

— ¿Entonces uno sufre por no estar feliz?

Por no mantenerse feliz. También hay algo que pasa y que a vos seguro también te debe haber pasado, que es que esas cosas que flasheabas que querías conseguir, por ahí las lográs cinco años después y ya te chupan un huevo. Y es una cagada, porque a la vez decís, estoy cumpliendo uno de mis sueños, solo que llegó más tarde. Yo me doy cuenta de que muchas cosas que quería, las hice.

— ¿Por ejemplo qué? 

— Y no sé, tocar en la Trastienda, hacer un Niceto, son cosas que por ahí tenía ganas de hacer hace cinco años y ahora no me parecen tan relevantes.

— ¿Este es el primer Niceto?

— Es el primer Niceto lado A, sí.

— ¿Y sentís que llega tarde? 

— Un poco siento que llegué tarde, otro poco siento que antes de la pandemia no existían artistas nuevos que llenaran estadios a cagar, como ahora. Por otro lado, yo hace cuatro años quizás le mandaba un disco nuevo a un periodista y salía una nota en el diario, pero ahora estás compitiendo con María Becerra. ¿Viste? Ya hay un montón de pibes que tienen tantos más seguidores y tocan en lugares gigantes, que quizás anunciar un concierto en Niceto, en contraste, ya queda chico. 

 

 

"Los dos nombramos mucho una palabra tristemente gastada: libertad"

Nahuel toca el 29 de Noviembre en Niceto. Dice que le gustaría llenarlo, pero que se conforma con que haya la mitad de la capacidad. A mí me gustaría que lo llene, que se quede gente afuera. No hay muchos artistas auténticos hoy en día y él es uno de ellos. También se pregunta si tiene que cambiar de estrategia, si tiene que ser más condescendiente (con el público, con la prensa) para vender más. Pero estoy seguro de que en sus próximos pasos, va a hacer lo imposible por mantenerse alejado del camino de la mentira, de lo impostado, de todo eso que según él hoy te hace avanzar más casilleros en menos tiempo. 

Hay algo más que me une a Nahuel. Los dos nombramos mucho una palabra tristemente gastada: libertad. Yo también llegué hasta acá intentando hacer lo que se me cantó el orto. Pero en mi caso, eso muchas veces significó no hacer demasiado. Mi libertad muchas veces fue mi jaula. Soy tan barato para sentir placer que muchas veces me quedó en la nada. 

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Antes de irme Nahuel saca el tema. Sin que se la pida, me da una definición de libertad. Me dice que la libertad está muy cerca de la decadencia. "Para mí la libertad es tirarme en una silla y que no me joda nadie, bueno, ¿en qué deviene eso? Se pudre todo, se cae todo, se rompe la casa, me quedo sin plata".

Su comparación me revela algo.

Hay signos de decadencia en mi casa mientras escribo. Son el lado b de mi libertad, de mi austeridad o economía de guerra por trabajar menos de lo que debería. La computadora que uso tiene doce años y funciona como si estuviera conectado al dial up de los noventa. El sillón está a punto de reventar, y hay cosas que no me animo a tirar por miedo a no saber dónde tirarlas. Acaso ¿Libre y decadente no es un buen nombre para una posible canción?