Según explica Paola Zuban, las encuestas sirven para diagnosticar el estado de la opinión pública, pero no para predecir con certeza el resultado electoral. En un contexto de información acelerada y cambios de lealtades políticas, los pronósticos se vuelven más inciertos. "La encuesta sirve para marcar el rumbo, pero buscar precisión en un mundo donde la información circula con tanta velocidad es muy difícil", explicó en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3)
Paola Zuban es magíster en comunicación política, consultora y politóloga. Dirige la consultora Zuban Córdoba y los seminarios de comunicación política de la Maratón ComPol. También integra la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales y la Red de Politicólogos.
Me dice aquí la producción que la primera encuesta del año que ustedes hicieron no le daba tan bien a Javier Milei como le venían dando últimamente, ¿es así?
La realidad es que hay que mirar en conjunto todos los datos, porque si vemos linealmente solo su imagen o la valoración de la gestión del Gobierno, está bastante igual que el año pasado, salvo en octubre, que tuvo un pico de desaprobación un poco más alto.
Se mantiene más o menos en los mismos valores de aprobación y desaprobación. Para ponerlo un poco en números, tiene un 54-55% de desaprobación y un 44-45% de aprobación. Ese es un número que hace casi espejo con su imagen y con la dirección en la que la gente cree que va el país. Pero hay algunos otros indicadores que sí han desmejorado y que tienen que ver, creo yo, con esta batalla cultural que esgrime el Presidente y que vino a dar a la Argentina.
Vemos una dualidad bastante marcada. Hay una aprobación muy alta—hay que decirlo—de la desaceleración de la inflación, de lograr estabilidad, de disminuir el déficit fiscal. Pero en el resto de los temas, bueno, hay mayores desacuerdos, sobre todo en lo que tiene que ver con el rol del Estado y cómo este debe garantizar a los ciudadanos igualdad de oportunidades y distintos servicios.
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¿El discurso en Davos influyó en esa caída de imagen?
El discurso en Davos es un discurso que no fue ampliamente consumido por el ciudadano de a pie, por el ciudadano común.
El Presidente conserva un núcleo duro de, yo diría, el 37%. Algunos le dan unos puntitos más, otros unos puntitos menos, pero hay irreductiblemente un 37% de la ciudadanía que lo apoya, no importa qué haga, no importa qué diga. Y esto se ve prácticamente en todos los indicadores que medimos.
Nosotros hacemos una medición mensual y tratamos de medir desde todos los ángulos posibles: ideológico, económico, político, social, cultural, etcétera. Analizamos tanto temas que están en agenda como temas que no están en la discusión de los medios, y ese 37% está muy consolidado, prácticamente irreductible.
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Y eso, a futuro, hacia octubre, ¿cuál sería tu perspectiva? ¿Qué crees que va a ir sucediendo?
Es muy difícil hacer futurología con lo que va a suceder en octubre. Yo creo que hay un escenario muy complejo, sobre todo porque—y esto no es ninguna novedad—la oposición está muy fracturada, muy desmembrada.
Si tenemos en cuenta que el presidente tiene el 37% del electorado, para hacer una lectura lineal tenemos que considerar que el 64-65% de los ciudadanos no acuerda con las políticas del presidente Milei. Ahora bien, ese 64-65% está tan fragmentado en su representación política que es muy difícil que, de cara a octubre, puedan lograr una narrativa que conforme a gran parte del electorado. Me parece que esa es la principal fortaleza de Milei: la debilidad de la oposición.
Por otro lado, hay temas muy irritantes para la ciudadanía. Lo demostró la marcha antifascista o la marcha del colectivo LGTBIQ+ de hace dos sábados, que muestran el impacto de lo que el Presidente dice o no dice en sus apariciones públicas.
A mí me parece que hay una dualidad muy fuerte en la ciudadanía. Por un lado, la expectativa de mejora económica, que todavía está, que todavía acompaña, que todavía es fuerte. Y, por otro lado, cómo se van evidenciando temas que son muy irritantes para la ciudadanía. Los derechos adquiridos en salud, educación, derechos laborales, etcétera, son temas muy caros para los argentinos y argentinas. Ahí es cuando hay una fricción muy fuerte en la que gran parte del electorado de Javier Milei está en desacuerdo con el Presidente en estos puntos.
Las encuestas en Estados Unidos indicaban una paridad en las elecciones donde Trump ganó y, finalmente, a favor de Trump hubo una diferencia muy sustancial de votos respecto de Kamala Harris. En Ecuador, lo mismo: Novoa tenía una diferencia enorme frente a la candidata que representaba a Correa y terminó habiendo un punto de diferencia. ¿Podemos estar frente a una situación en la que, en realidad, el método de las encuestas, dadas los cambios en los medios de comunicación, es prácticamente inútil para predecir, ya no el futuro, sino el presente?
El método de medición de la opinión pública está en constante revisión, sobre todo porque hoy, con la inteligencia artificial, existen posibilidades de medir opiniones sobre determinados temas en tan solo segundos. Pero también, con la inteligencia artificial, con las redes y con algunas estrategias—ya que mencionaste Estados Unidos—, la estrategia de Trump, llamada por algunos especialistas, incluso por su propio estratega, “flood zone”, que es inundar la agenda pública de temas que sean imposibles de procesar por el conjunto de la ciudadanía y por los medios tradicionales de comunicación.
Entonces, me parece que hay un conjunto de cuestiones que, obviamente, conspiran contra los medios tradicionales de sondeos de la opinión pública.
De todas maneras, Jorge, yo insisto, y lo he insistido siempre—y se lo digo incluso a clientes que contratan encuestas y que confían en el resultado de la encuesta—, que la encuesta sirve para diagnosticar, no para predecir. Sirve para marcar el rumbo, para decir dónde hay que ir, a qué votantes hay que ir a buscar, cuál es el estado de opinión sobre ciertas y determinadas cosas. Pero buscar una precisión en un mundo en el que la información circula con tanta velocidad es muy difícil, porque la gente va cambiando su opinión. Si bien tiene una ideología de base—dicen algunos teóricos—, va cambiando su opinión en un momento en el que las representaciones políticas pareciera que enmascaran su pertenencia ideológica, y van mutando como camaleones. Hoy pertenecen a un partido político, mañana se pasan a otro.
Por eso es tan difícil estudiarlo. En la Argentina no tenemos los mismos partidos políticos ni la misma conformación de partidos o de alianzas de una elección a la otra, entonces es muy difícil hacer una serie de tiempo para los investigadores sobre cómo se desarrollan muchos de los temas que nos importan a los que estudiamos esto de una elección a la otra.
Alejandro Gomel: Venimos de un día ayer con los despidos que hizo el presidente en el Gobierno, especialmente el titular de la ANSES. Él había adelantado esta idea de reforma jubilatoria, de subir la edad jubilatoria, y en el último informe que ustedes hicieron habían preguntado justamente sobre esto. Sobre esto te quería consultar: ¿qué les dieron los números en cuanto a la recepción que tiene la gente de una posible reforma laboral y reforma jubilatoria?
Bueno, ese es uno de los temas que creemos que no tiene la trascendencia que requiere, la importancia y la urgencia. Estamos preocupados u ocupados en si echan a Marra o no lo echan a Marra, pero mientras tanto tenemos temas que realmente le modifican la vida a los argentinos y argentinas y no les damos el debate que requieren.
Cuando nosotros preguntamos sobre la reforma jubilatoria, encontramos que hay un rechazo altísimo a todas y cada una de las medidas que incluye esta reforma que pretende el presidente, que fue presentada hace un par de semanas. Por ejemplo:
Un 53% está en desacuerdo con reducir los aportes patronales. Un 60% está en desacuerdo con el aumento de la edad jubilatoria de las mujeres igualándola a la de los varones. Un 60% en desacuerdo con el regreso de las AFJP. Un porcentaje similar en desacuerdo con la flexibilización de las vacaciones. Un 72% está en desacuerdo con jornadas de 12 horas, cuando en el mundo están reduciendo la jornada laboral y aquí la propuesta es aumentarla. Un 81,3% en desacuerdo con pagar parte del sueldo con ticket canasta. Y un 89% está en desacuerdo con que no se tomen en cuenta las horas extras.
FM