Ante la crisis que atraviesa el PRO frente a la posible alianza electoral con La Libertad Avanza, el exfuncionario Pablo Avelluto declaró que el partido de Mauricio Macri apoya las ideas que durante años cuestionaron y afirmó que haberle otorgado la presidencia del partido a Patricia Bullrich “fue un error”. Además, dijo que el espacio del que formó parte está aferrado al kirchnerismo y dejó de ser “aquella fuerza innovadora”. “Nadie se sumó al PRO en los últimos años”, expresó en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3).
Pablo Avelluto es periodista. Fue secretario de Cultura del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación entre 2018 y 2019 y ministro de Cultura entre 2015 y 2018. Además, fue coordinador general del Sistema de Medios Públicos de la Ciudad de Buenos Aires en 2014. Actualmente es secretario general de Movimiento al Desarrollo, sector político que orienta el exjefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta.
Imagino que conociste a la presidenta de la Asociación de Actores, Alejandra Darín. ¿Tienes alguna reflexión sobre ella?
Lamento mucho su fallecimiento. Tuvimos un trato muy cordial pese a nuestras diferencias políticas, y creo que la vamos a extrañar mucho.
Me gustaría entrar un poquito en el tema de si vos crees que el actual PRO, como está conducido por Mauricio Macri, corre riesgo de ser absorbido por La Libertad Avanza, o si puede lograr encontrar una identidad que no solamente le permita continuar, sino ser competitivo electoralmente en 2027.
Creo que esa pérdida de nitidez del PRO y ese riesgo de extinción ya ocurrió y ocurrió hace más de un año. Diría que exactamente ocurrió entre la noche de la primera vuelta, cuando Macri anunció que el resultado de Milei era un triunfo del cambio en el búnker de Patricia, incorporando de esa manera el proyecto de La Libertad Avanza dentro del del PRO, y se terminó de concretar dos días más tarde en la noche del pacto de Acassuso, cuando Patricia Bullrich y Mauricio Macri acordaron el apoyo del PRO a los hermanos Milei en la segunda vuelta. Todo lo que vino después no hizo más que confirmar eso. El PRO apoyó de manera entusiasta prácticamente todas las iniciativas legislativas de Milei, junto a sus vetos y a las leyes.
No puedo más que sentir tristeza por esa situación porque fui parte de ese proyecto durante muchos años. Creo que ahí se atravesó un límite, por lo menos para mí, que hizo que aquel PRO en su esplendor de 2014 hasta 2017, que postulaba una alternativa liberal que incorporaba elementos progresistas, perdiera totalmente esa identidad. Hoy el apoyo es un apoyo a un proyecto que los propios dirigentes del PRO durante muchos años cuestionaron: el extremismo ideológico, el dogmatismo o el ataque a quien piensa diferente. Lo que pasa es que a veces parece que cuando el que piensa diferente es uno, no importa; pero cuando los que piensan diferente son otros, ya no importa tanto.
Dicen que Patricia Bullrich nunca le perdonó a Macri el apoyo a Milei cuando ella todavía era candidata. Por otro lado, leí un reportaje tuyo reciente en el que decías que Patricia Bullrich siempre fue de derecha y que nunca fue del PRO, algo que también decía Jaime Durán Barba. ¿Cuánto hay de esta historia de odios personales que finalmente termina rompiendo toda la estrategia de Macri? Ella, percibiendo que él prefería a Milei, le cobra ahora dejando al PRO casi sin nada para pactar con Milei.
Coincido con la apreciación de Jaime. Yo recuerdo una expresión que usaban los viejos comunistas que hablaban de los “compañeros de ruta”. Los compañeros de ruta son aquellos que se toman el subte con vos, hacen tres o cuatro paradas y después se bajan porque van para otro lado. Y quedó claro que Patricia Bullrich iba para otro lado.
El error fue haberle otorgado la presidencia del partido a una persona que no representaba el espíritu de aquel cuarteto ilustre que en algún momento había conducido el PRO: Mauricio Macri, Marcos Peña, Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal. El pensamiento de Patricia era, ya en 2019, muy diferente. Hoy ella recuerda que no la dejaban hacer lo que ella tenía que hacer, que la criticaban por la represión a las manifestaciones, que Marcos Peña, que Larreta… Me parece que es una historia antigua, pero que ayuda a entender este devenir del proceso.
Por otro lado, yo fui testigo del apoyo de Mauricio a la candidatura de Patricia, sobre todo frente a la de Larreta, donde él fue muy claro en su apoyo y muy explícito. En el último de los capítulos, es cierto que Macri se sentía más cómodo o afín, por lo menos en el plano ideológico y económico, con las ideas de Milei, pero también creo que eso significa atribuirle un poder excesivamente grande a los dirigentes políticos en las decisiones que tomamos los votantes. Es decir, ¿cuánto pesaba la opinión de Macri en la decisión significativa de tantos votantes de apostar a Milei en la segunda vuelta? Es una pregunta que no tiene una respuesta.
Lo que sí creo es que, en cualquier caso, lo que eso ya mostraba es que la crisis de identidad del PRO no es algo de ahora, sino que estuvo presente a lo largo de todo el proceso que se inició con la derrota electoral del año 2019, con el alejamiento de Marcos Peña y con el alejamiento de Jaime Durán Barba, que fueron los grandes artífices de esa identidad del PRO. Esa identidad fue la que me convocó a mí o a personajes como yo. Hoy lo veo como una batalla perdida.
Quizás Milei hubiera ganado igual aunque Macri hubiese apoyado a Patricia. Lo que sí es cierto es que Patricia Bullrich no le hubiera podido ganar a Horacio Rodríguez Larreta si Macri no hubiera habilitado todo el apoyo del PRO en la interna a Patricia Bullrich. Macri fue el autor de la candidatura de Patricia Bullrich.
Sin dudas. A partir de 2019 empezó un debate sobre qué era lo que había pasado en nuestro gobierno, en el gobierno de Macri. Allí, las posiciones de Patricia Bullrich eran muy parecidas a las que sostenía Milei: que a Macri no le había ido bien porque no había sido contundente, no había implementado políticas de shock y porque había sido tibio o excesivamente moderado en las reformas. Esa narrativa política, atribuyendo las razones de la falta de éxito de la presidencia de Macri a los rasgos que hoy Milei presenta, es muy significativa.
Ahora, no omitiría otro dato: la campaña de Patricia Bullrich fue espantosa, contradictoria. Además, se centró en un elemento profundamente antidemocrático, que sigue estando presente en Patricia Bullrich, en Mauricio Macri y en Javier Milei, y que es la idea de que la Argentina sólo va a ser un país próspero cuando se arrase, como ellos dicen, con el kirchnerismo. Como si no existieran en la Argentina un 20%, un 30% o no sé qué número de personas que son kirchneristas. La democracia es la alternancia, no es eliminar al otro para siempre.
La tradición de eliminar al otro para siempre, en términos discursivos, encierra un elemento profundamente antidemocrático. Esa idea de que la única identidad que le queda al PRO, o lo único a lo que se abraza es a evitar bajo cualquier sistema de alianzas el regreso del kirchnerismo, en lugar de pensar cómo gobernar mejor que el kirchnerismo, es la madre de los errores. El anti-kirchnerismo cerril, dogmático e intransigente, como el antiperonismo, con las mismas características de la historia, no produjo absolutamente nada bueno. Esto no significa que yo simpatice con el peronismo.
Lo que podríamos decir es que esa no era la visión ni de Horacio Rodríguez Larreta, ni de Marcos Peña, ni de Jaime Durán Barba, y que por eso se corrió…
Ni la mía.
Lo que había era un diagnóstico compartido y lo que quizás no comprendió Mauricio Macri es que si prefería a alguien como Milei al frente, lo que iba a terminar haciendo era haciendo que su partido se redujese a la insignificancia, creyendo que luego podía negociar de una manera distinta con La Libertad Avanza.
No es la primera vez que pasa que fuerzas que tienen un peso en el plano ideológico, como fue el caso del PRO, o como fue la UCD por derecha o el Frepaso por izquierda, se desfiguran, se invisibilizan y pierden su identidad ante nuevos liderazgos, como el caso de Milei. Les creo a los mileístas cuando dicen que no necesitan al PRO. No voy a negar que me duele por el afecto que siento por muchas de las personas que pertenecen al PRO, pero me resulta exactamente lógico. En un nuevo liderazgo sostenido por un apoyo popular significativo, frente a figuras que están asociadas con un momento que no dio los resultados esperados, me suena un poco excesiva la autovaloración que hace el mismo en este contexto.
Creo que hay distintas categorías. Un caso es el de Mauricio, que tiene afinidades con las ideas de Milei, y distinto es el caso de otros a quienes me he cansado de escuchar que pensaban en contra de las ideas de Milei. Ese oportunismo, esa falta de convicción y ese abandono de las convicciones o su reemplazo por otras, me resulta particularmente llamativo y doloroso, y creo que tiene que ver con permanecer aferrado al poder más allá de los valores, las convicciones y las ideas propias.
Hay momentos en los cuales cierta intransigencia, sobre todo en el plano simbólico, es importante porque las cosas que están en juego son importantes. No me da lo mismo a mí, pero a otros pareciera que sí. El deterioro final de aquel proyecto que fue tan convocante, tan exitoso y tan novedoso, hoy me cuesta encontrar a alguien que se sume. Encuentro mucha gente que simpatiza con el Gobierno y se suma a las filas de La Libertad Avanza, pero no he encontrado ninguna persona en los últimos años que se haya sumado al PRO.
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Ayer tuvimos la oportunidad de entrevistar a Sergio Berenstein, consultor y una figura muy respetada en la historia de Juntos por el Cambio y del PRO. Ël consideraba que el PRO actual está perdiendo competitividad. También dijo que uno de los riesgos que está haciendo que el PRO pierda competitividad es el nepotismo. Consideró que casi ya se ha perdido la cultura democrática en el PRO a partir de que los Macri están al frente de las riendas partidarias. ¿Coincide con esta caracterización?
Sí, coincido. Me parece un análisis acertado y que observa las razones por las cuales aquella fuerza innovadora, cuestionada y que algo de rebeldía frente a la cultura democrática argentina de principios de este siglo, tiene algo de partido familiar y de la ausencia de la renovación dirigencial. La magia que en su momento tuvo el apellido Macri, asociado con el empresario exitoso, el hijo del magnate, el dirigente futbolístico que había ganado todo con Boca, empieza a quedar cada vez más lejos en el tiempo. Claramente nos vamos acercando al ocaso de una época en la política argentina en todos los partidos, y en el PRO también, en un momento en el que lo nuevo empieza a ser lo más valorado.
Hoy uno escucha a muchos de los dirigentes del PRO permanentemente enojados con algo, y cada cuatro o cinco palabras aparece la palabra mágica, que es "kirchnerismo", como si fuera lo último a lo que hay que aferrarse, y el kirchnerismo ya no gobierna la Argentina, la gobierna Milei. Así la posibilidad de encontrar diferencias entre el PRO y Milei se hace cada vez más difícil. No solo en el plano económico de los proyectos de ley, sino que además, y eso es lo que a mí más me preocupa, escucho a muchas personas inteligentes que dicen: "Miremos solo la macro, y lo otro son solo palabras". Lo otro, que son los riesgos institucionales, el avance sobre derechos, el avance sobre libertades o el insulto como método de comunicación política, es parte tan importante del proyecto mileísta como las correcciones de Toto Caputo o de Federico Sturzenegger. No son escindibles.
Es muy difícil poder pararse frente a Milei y decir: "Me gusta este pedacito, pero este otro pedacito no me gusta". Milei es básicamente un artífice de una batalla cultural que se está dando a nivel global, donde lo económico es menos relevante que el aspecto discursivo sobre la decadencia de Occidente, sobre la necesidad de restablecer valores conservadores en el plano de la familia, la sexualidad, el género, la revisión. Es una nueva misión, como había intentado el kirchnerismo, sobre la década del 70. Los populismos están todos cortados por la misma tijera. La estructura del relato es exactamente igual: "Si no estás conmigo, estás en mi contra". El PRO no era eso, y ahora, al no ser lo que fue y al perder su identidad, termina siendo relevante. Lo peor que le puede pasar a una fuerza política no es perder elecciones, es ser irrelevante para los electores, es no tener nada para decir.
¿Qué es lo que tiene hoy para decir el PRO en materia del futuro de la Argentina? ¿Qué tiene de distinto para decir? A veces se escuchan discursos más mileístas entre las filas de gente del PRO, que los que uno puede encontrar muchas veces en las filas del Milei. Entonces, la pérdida de la identidad me parece irreversible. Me genera dolor y obedece a las causas que hemos hablado y seguramente a otras una suma de decisiones desafortunadas. Es una serie de errores que se fueron cometiendo a lo largo del tiempo, cuyo resultado termina estando a la vista. ¿Cuál sería el motivo para que un elector satisfecho con Milei se sienta más representado por el PRO? ¿Qué representa el PRO hoy? ¿Qué tiene de distinto para decir al proyecto de Milei? Esa es una de las distintas rupturas que también están ocurriendo también en el peronismo o en el radicalismo.
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