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MODO FONTEVECCHIA

Pablo Alabarces: "Beatriz era la cuarta máquina de la cultura de este país"

El sociólogo Pablo Alabarces habló de la importancia de la figura de Beatriz Sarlo en la cultura argentina. “Era tan refinada y tan sutil que parecía muy distante de lo que es ese gusto plebeyizado de las clases altas contemporáneas”, dijo en Modo Fontevecchia.

Pablo Alabarces
Pablo Alabarces | Captura de YouTube

El sociólogo Pablo Alabarces habló de la muerte de Beatriz Sarlo y el rol que ocupó en la intelectualidad argentina. “El tino que tenía para la polémica era una cosa absolutamente maravillosa. Beatriz ocupó el centro de la escena intelectual de los últimos 40 años.",afirmó en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3).

Pablo Alabarces es escritor, sociólogo y licenciado en Letras. Trabajó como coordinador del grupo de trabajo, deporte y sociedad del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Anteriormente estuvo a cargo de la secretaría de Investigación de Posgrado de la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Sus investigaciones incluyen estudios sobre música popular, culturas juveniles y culturas futbolísticas. 

Dijiste que Beatriz Sarlo fue un faro cultural, una especie de Victoria Ocampo, que al mismo tiempo tomaba el bondi, jugaba al tenis y defendía al Maradona. Alguien ecléctico que cruzaba las clases sociales. Que podía tener una vida de cheta, pero no la llevaba adelante en lo más mínimo. Y que se preocupaba por valores que no eran los típicos de su clase social. Nos gustaría que ampliaras por qué Sarlo es una persona fundamental en la cultura nacional. 

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Vuelvo sobre lo que dijiste recién porque me parece clave en función de algunos insultos y vilipendios que dispensaron sobre su persona en los momentos más álgidos de esa pelea inútil entre kirchnerismo y antikirchnerismo. La acusaban, entre muchas cosas, de pedante y de “cheta de Recoleta". Y Beatriz, riéndose me decía: “si hay un barrio en el que nunca viví fue en Recoleta”. Era una mujer del Oeste.  

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Los de caballito eran los chetos de la capital y competían con Belgrano en su época. 

El Club Ferrocarril Oeste le hizo un hermoso homenaje ayer. Y alguien recordó un fragmento de una entrevista donde ella, orgullosamente, decía “soy de Ferro, es un club de capas medias y yo soy exactamente eso”. Y era así, Beatriz no era una cheta de Recoleta. Y por eso hice una comparación con Victoria Ocampo, que sí era, valga la tontería, una cheta de Recoleta. Victoria Ocampo pertenecía a las familias patricias argentinas, Beatriz no. Beatriz era una hija de la clase media

Lo que ocurre es que, así como mis padres pensaron que lo mejor era una escuela parroquial, sus padres la mandaron a una escuela que la volvió bilingüe a los 15 años. Alguna vez, comparábamos el sistema universitario brasileño y el argentino. El argentino es mucho más democrático y el brasieño es mucho más elitista. Y Beatriz, riéndose, me decía: “vos y yo en Brasil no habríamos pasado de empleados de banco”. 

Ella era una mujer de las clases medias, lo que pasa es que su cultura y sus gustos y su enciclopedia era tan refinada y tan sutil que parecía muy distante de lo que es ese gusto plebeyizado de las clases altas contemporáneas. Ahí ponía la distancia. Pero era una mujer que fatigaba el colectivo número 5 todas las noches. 

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Todos los alumnos en Filosofía y Letras se asombraban de ver a la profe en el colectivo… 

Es otro chiste de ella. Decía: “tengo el boleto de oro del circo nocturno”. Inclusive, hay anécdotas de lugares a los que se negaba a ir porque no había transporte público que la llevara porque jamás tomaba un taxi o un remis. Esto no es un gesto populista, sencillamente es que era una mujer de clases medias. Tardó no sé cuántos años en comprar su primer departamento, tengo entendido que lo compró con la sorpresiva ganancia de ese best seller que fue Escenas de la vida posmoderna en 1994. 

Me quedaba reflexionando si no hay algo también, en términos ideológicos, de esa socialdemocracia que ella encarnaba. Y viene a cuento de las definiciones o simplificaciones que muchas veces construimos respecto de posicionamientos ideológicos más complejos, que comparten tanto el New York Times como Le Monde y nosotros aquí en Diario Perfil quisimos apropiarnos, que es ser de derecha en economía, de centro en política y izquierda en lo cultural. Pero uno podría decir, que en economía es razonable, en política es moderado y en cultura, pretende ser avanzado. Y va equilibrando distintos campos de la vida. Entonces, esto hace que se pelee con todos los partidos políticos y con todos los gobiernos. Porque cada gobierno adopta un pedacito de cada uno de estos tres elementos y pretende convertirlo en el todo. Entonces ella criticaba al kirchnerismo por un lado, al menemismo por el otro, a Milei por el otro. En el fondo es esa posición que implica no definir el parámetro derecha-izquierda en un solo componente de la vida, sino en varios, o si vos querés, entre conservador y progresista. Creo que es la relación con el tiempo y la sociedad actual lo que hace esa composición, que yo creo que en ella era fuertemente ideológica, no solamente un tema de su refinamiento intelectual.

Si, y con una salvedad. El mayor argumento económico que le escuché reclamar siempre a Beatriz es: "En todos los lugares donde trabajé, pagué una enorme cantidad de impuestos, menos en Argentina". Ella creía en el modelo socialdemócrata escandinavo, esa idea de que el impuesto más progresivo es el impuesto a la renta y la renta son los ingresos que uno percibe por su trabajo. Y que ese impuesto tenía que ser muy elevado, porque es aquel que permitía una distribución más equitativa

Uno podría cuestionarla por izquierda. Esa era la deriva que le había llevado de sus posiciones revolucionarias de los 70 a sus posiciones reformistas de los 80. Pero ella creía muy fuertemente en eso, en que la sociedad se vuelve más igualitaria cuando los que más ganan pagan más impuestos en beneficio de los que menos ganan. 

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Una posición más igualitaria, pero no igualitarista al extremo. El planteo de los impuestos lo que plantea es que hay diferencias entre los ingresos. Finalmente, ella era capitalista como la socialdemocracia…

Si, pero falta un dato, Jorge. A eso sumale la escuela. Vamos a decirlo muy vagamente, ella creía en tres grandes cosas. La primera: el valor de lo cultural y de lo artístico. Fue una gran consumidora de literatura, de música, de plástica, ella creía en ese viejo valor fuerte, pesado, de la vieja cultura culta. Lo cual no le eximía de ser una consumidora de jazz y de tango. El rock no se le daba, el rock no le movía un pelo. Ella creía que la cultura servía para algo. 

Ella creía en esta idea de sociedades democráticas y que esas sociedades democráticas necesitaban una distribución menos desigual de la renta. Con un tercer factor, su tercera creencia, que era el peso de la escuela y de la educación como factor de igualación. Lo que ha escrito sobre la educación pública es maravilloso, es absolutamente maravilloso. Para mí, que he disfrutado y leído toda su obra, son textos que sigo usando, los usé este cuatrimestre en el curso que acabo de dar. La máquina cultural es un libro brillante. Y su primera parte, dedicada a una maestra de escuela, que era nada más y nada menos que su tía, es espectacular, es brillante. 

Esa idea de que la escuela es el espacio que te asegura mejores condiciones de vida. Y entonces, por eso, las clases populares soportaban que la escuela fuera disciplinaria, fuera autoritaria, fuera jerárquica, pero eso te garantizaba el acceso a mejores condiciones de vida más igualitarias. Esa combinación es profundamente sarmientina. Pero sarmientina en el sentido pesado del término. No en el sentido banal con el cual se lo esgrime actualmente. Confianza en la cultura, en la letra y en la democracia de la letra. 

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Para mí, Beatriz era como el Buenos Aires Herald. El Buenos Aires Herald molestaba mucho, porque al mismo tiempo, llamaba a la guerrilla, “guerrilla”. Había una crítica que tenía Beatriz también, que el progresismo no se podía lograr a través de la lucha armada. Y el Buenos Aires Herald en economía era capitalista. Por eso digo, socialdemocracia, algo que en la Argentina no logró existir. Eso plantea contradicciones porque es alguien que te critica desde dentro del sistema. Y esa crítica desde adentro resulta mucho más revulsiva para los gobiernos. Personas como Beatriz tenían, además de cabeza, espalda.

Su espalda era inconmensurable. Una de mis ayudantes de cátedra reivindicaba también esa condición fantástica de una mujer haciéndose tan fuerte en el campo intelectual. Y eso era su espalda, y era su lengua y su pluma. El tino que tenía para la polémica era una cosa absolutamente maravillosa. Beatriz ocupó el centro de la escena intelectual de los últimos 40 años. Con David Viñas, por ejemplo, que era el gran macho de la cultura argentina. Y terminaban peleados, pero en un momento Beatriz ocupó con mucha solidez ese centro. Ahí aparece la figura de Victoria Ocampo, por eso me gusta esa comparación y creo que a ella también le habría gustado. Vuelvo a ese libro, La máquina cultural. La primera máquina cultural es una maestra de escuela, la segunda máquina cultural es Victoria Ocampo, la tercera eran los artistas de vanguardia. Y uno podría decir que ella fue una suerte de cuarta máquina cultural de este país. Una mujer que organizaba la cultura de este país. Organizaba modos de pensar la cultura de este país. Y era una mujer. Y eso en nuestro medio siempre implica el doble esfuerzo. 

Aunque, verla dando clase, no sabés lo que era eso. De golpe el lugar desde donde hablaba se volvía el centro luminoso de la cultura. Era una cosa absolutamente maravillosa. 

MC