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MODO FONTEVECCHIA
PSIQUIATRÍA

“Milei y la manía”, según la presidenta de la Fundación para la salud mental

La psiquiatra Graciela Peyrú analizó las características de las personas que padecen manías y sugirió que el Presidente tiene muchos rasgos que podrían coincidir con ese diagnóstico.

Graciela Peyru, presidenta de la  Fundación para la salud mental20250327
Graciela Peyru, presidenta de la Fundación para la salud mental. | Captura de pantalla

La psiquiatra Graciela Peyrú explicó cuáles son las características de las personas que tienen manía y sugirió que Javier Milei tiene varios de estos rasgos. “Son personas que tienen una gran imagen de sí mismos y no conocen límites”, dijo en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3).

Graciela Peyrú es psiquiatra, docente y preside desde 1992 la Fundación para la salud mental donde creó la primera línea de orientación psicológica de la Argentina. Dirigió la Revista Psicología Buenos Aires, escribió seis libros, donde plantea un nuevo enfoque de las discusiones y violencias sociales. Dictó clases y conferencias en universidades y centros de salud en 10 países y fue investigadora del Instituto de Salud Pública de Nueva York.

Me llamó la atención la definición de “manía”, una enfermedad psiquiátrica grave, que usted hizo hace unos días. Las personas con esta enfermedad tienen dos características: tienen una excelente opinión de sí mismos y no pueden evaluar los riesgos ni propios ni ajenos. Son rasgos que podemos encontrar con frecuencia en quienes nos rodean, inclusive en altos cargos.

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Le confieso, yo llevo cubriendo todas las presidencias desde la llegada de la democracia, incluso antes, en la última dictadura. La experiencia y el conocimiento empírico me indican que nadie que es presidente es "normal". E incluso, la propia experiencia empírica también me indica que las personas salen peor de la presidencia de lo que entraron. Me gustaría una reflexión suya sobre si es cierto grado de anormalidad es egosintónico con la función de ejercer la jefatura de gobierno.

Hay una patología mental, una enfermedad mental, un trastorno mental, que se llama manía. No es lo mismo que ser maníaco en el sentido de que sos maniático de una película, una música, un gusto de comida, que te importa mucho. Es un trastorno mental que se caracteriza más bien por tener una excelente opinión sobre uno mismo, lo cual es grato, de verdad, pero por otro lado tiene un costo, como todas las cosas en la vida.

El costo es que entonces, si tenés tan buena opinión de vos mismo, no medís los riesgos. No medís los riesgos porque si vos te sentís que sos más fuerte que Superman, más inteligente que Einstein, más bello que Gina Lollobrigida, no medís. No te podés dar cuenta que a lo mejor una moneda cripto sale mal.

Entonces, yo quiero describirte cómo son los maníacos. Cómo es la manía en una persona para ver si vos lo ubicás en algún lugar de nuestro país o nuestro continente.

Dale, te escuchamos atentamente.

La manía, como tiene una opinión exaltada de sí mismo, no tiene casi autocrítica, no tiene casi dudas, porque se siente a sí mismo como un genio todopoderoso. Además de más genio que Einstein, más lindo que la mujer más linda del mundo, o el hombre más lindo del mundo, más atractivo, más simpático, más creativo.

Entonces, cuando actúa en la vida, no tiene límites. No piensa que algo puede salir mal. Ese es el costo. El costo es que no anticipa los riesgos, no anticipa los peligros. Muchos de los maníacos llegan a ser autoridades importantes en los países porque la gente los elige, porque les cree que son todo eso y por, o sobre todo, en momentos más depresivos de la sociedad. Porque la manía es el polo opuesto de la depresión.

No sé si recordás que Nelson Castro había sido muy criticado cuando se refirió a Cristina Kirchner con el síndrome de Hubris. Y en realidad hay trabajos en todas partes del mundo sobre la "enfermedad del poder", de que toda persona en el ejercicio del poder produce un efecto, a lo mejor de manía, para decirlo de alguna manera, independientemente de la predisposición natural que tenga para la manía, el ejercicio del poder amplía a la persona como maniática.

Pero también parece que atrae. Porque la gente, en los países en que hay democracia por elección, los vota a menudo.

Es que sí. Por eso te decía al principio que mi experiencia de varios ciclos presidenciales me llevaba a la conclusión de que no hay presidente que esté dentro de la campana de Gauss; que todos son anormales. Y ahí venía la discusión con la psicología respecto de lo que es normal.

Hay dos formas: la hipomanía, que es más baja, y la manía plena. La manía plena, en general, recibe tratamiento psiquiátrico.

Bueno, como todo, en proporciones es normal y fuera de proporciones, patológico, digamos, ¿no?

Totalmente. Muy, muy bajita la manía se llama alegría.

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Claro, muy bajita la manía se llama alegría. Ahora, ¿hace falta un poco de manía para ser presidente o no?

Pero claro, hace falta un poco de alegría, por lo menos. Pero lo que no hace falta es ser arrogante. Es como se llama, no dudar de uno mismo. Otro problema, no es el único problema que trae la manía: el no evaluar los riesgos. No evaluar los riesgos de lo que uno opina o de lo que uno hace. Yo creo que así como dudar excesivamente es paralizante, no dudar nada te lanza hacia los extremos de la experiencia.

Graciela, entonces, vos mencionabas que cuando las sociedades pasan crisis, están en depresión tiene tendencia a elegir líderes con estos atributos, en un grado mayor, para decirlo de alguna manera. ¿Se podría hablar de una manía colectiva?

Es interesante el planteo. Hay personas que cuando están tristes se juntan con otros tristes y, por ejemplo, toman alcohol o usan drogas. Pero hay personas que, cuando están tristes, buscan a alguien que esté contento, pero sobre todo buscan a alguien que les prometa que los va a salvar. Los va a salvar de esa tristeza, de esa depresión, de los problemas que tienen, que les prometa que los va a salvar y que esté convencido de que lo va a hacer. Entonces es difícil porque en realidad lo votan porque le creen.

Ahora, tu experiencia clínica: ¿la mayoría de las personas que están tristes o deprimidas, en su mayoría, tienden a buscar personas alegres?

No, no siempre, pero tienden a buscar maníacos en sus líderes, tienden a buscar gente que les diga que puede resolver todos los problemas sin ningún inconveniente. Que cree en sí mismo tanto que no tiene dudas de que va a resolver los problemas. Y además, eso es peligroso, porque por suerte, por cada persona que está segura de todo, hay alguna que duda. Y entonces podemos más o menos compensar la grandiosidad de los que creen que son maravillosos.

No sé si te animas a hacer una descripción de nuestro presidente en particular.

Tiene algunas características llamativas que pertenecen a ese cuadro. Yo no lo atendí nunca, ni lo voy a ver, ni creo que lo necesite, no estoy segura. Pero lo que quiero decir es que la gran imagen de sí mismo la tiene, y el no conocer límites y no plantear dudas, lo tiene.

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Otra característica de la manía es la irritabilidad, que es una característica desagradable de la manía. Enojarse, insultar al otro, despreciarlo, humillarlo. Los comentarios, por ejemplo, de Milei sobre los periodistas son absolutamente despreciativos, y sobre otra gente también, absolutamente humillantes, absolutamente despectivos. Y eso está dicho desde un ser de uno mismo que cree que uno es mucho mejor que el otro.

Y la búsqueda permanente de personalidades importantes que a uno le den relieve, la búsqueda de éxitos más allá de lo posible. Eso hace que, muchas veces, los maníacos no midan riesgos. El costo es no medir los riesgos y, por lo tanto, a veces equivocarse feo. No ver la pared que está enfrente porque uno es tan poderoso.

Una vez le pregunté a un chico que estaba atendiendo: "Si vos tenés que salir de tu casa, ¿salís, por la puerta o por la pared?" "Por la pared", me contestó. Y le digo, "¿Cómo haces?" Me dice, "Llamo a Superman."

Otra perspectiva puede ser la del curandero, que la persona cuando está deprimida, triste, frente a un problema que no puede solucionar, en su desesperación, busca una cura milagrosa.

Claro, claro. Buscamos, buscamos una estructura de los cómics en general. Ni siquiera milagrosa. Buscamos a Superman o a la Mujer Maravilla.

Vos sabés que un texto que a mí, que yo siempre cito, me impresionó mucho de Lévi-Strauss es Por qué los chamanes curan. Y siempre cuento que él decía que una profesión que había durado 5000 años tenía que tener una utilidad que no podría haber resistido el paso del tiempo tanto.

Y lo explicaba, que la capacidad de cura que tenía la medicina hace 5000 años era nula, no había análisis, ningún sistema que pudiera permitir un diagnóstico, ni siquiera el diagnóstico, ya no remedios.

Entonces, las personas que se enfermaban se curaban porque el organismo era capaz de poder producir la defensa necesaria para esa enfermedad, o se morían si era incurable. Pero los que se iban a curar, cuando iban al chamán y le bailaba una danza, le tiraba unos humos y cantaba algunas cosas, le creían al chamán, hacían transferencia en términos psicoanalíticos, y entonces se curaban antes, el famoso efecto placebo.

¿Podrá ser que a una sociedad triste como la Argentina en 2023... no sé si estoy haciendo un paralelo correcto... bueno, la sociedad también buscó un chamán para por lo menos un año creer y tener esperanza, aunque después se vuelva a decepcionar?

Y quizás curarte.

Exactamente. Muy buena reflexión. Así que, finalmente, como diría el padre de la filosofía de la historia, Hegel: Para algo sirve Milei.

Sí, es una de las posibilidades humanas para enfrentar situaciones muy tristes o muy peligrosas: sentir que uno puede con ellas, que uno va a poder. Y a veces puede. Lo que es otra posibilidad humana también interesante es discernir, darse cuenta cuándo uno va a poder y cuándo uno no va a poder. Porque también podés pensar que vas a saltar del Aconcagua para abajo y no te va a pasar nada.

MC

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