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MODO FONTEVECCHIA
América latina

Marco Enríquez-Ominami: "En Chile ya tuvimos a Milei y fue un desastre"

El exdiputado del Partido Socialista Chileno sostuvo que Chile aprendió "a golpes de un dictador" que es necesario aumentar el gasto social. "Hubo que recomponer las costumbres, los diálogos y las instituciones porque esas ideas funcionan en el corto plazo y matan en el largo plazo".

Entrevista de Jorge Fontevecchia a Marco Enríquez-Ominami
Entrevista de Jorge Fontevecchia a Marco Enríquez-Ominami | Marcelo Aballay

El político chileno Marco Enríquez-Ominami, fundador del Grupo de Puebla, sostuvo que Chile ya vivió las medidas que está aplicando Javier Milei, como “el ajuste del Estado, la privatización del aparato productivo, reducción de los derechos sociales” y que aún así no llegaron las inversiones, “cosa que está pasando en Argentina”. “Nosotros ya vivimos eso y fue un desastre en el mediano plazo”, afirmó en diálogo con Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3). 

Marco Enríquez-Ominami es fundador del Grupo de Puebla y exdiputado del Partido Socialista Chileno. Además, fue candidato a presidente en dos ocasiones y creador del Partido Progresista de Chile. 

¿Qué significa hoy Puebla de cara a un nuevo mandato del ahora electo presidente Trump en los Estados Unidos?

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El Grupo Puebla observó con algo de esperanza el triunfo de Biden, y rápidamente confirmó lo que todos habíamos pensado, vivido y padecido antes que es que existen dos niveles en Estados Unidos: la Casa Blanca y sus instituciones. Por mucho que Trump quiso invadir Venezuela, no pudo, y por mucho que Biden quiso marcar la diferencia, no pudo. No hizo nada distinto a Trump ni frente a Cuba, ni frente a Venezuela, ni frente a América Latina, salvo en los modos. Fue mucho más amable, fue la Cumbre de Los Ángeles y se hizo autocrítica Biden pero, en los sustantivo, las instituciones son muy sólidas, lo que es admirable de un país que tiene continuidad institucional y, al mismo tiempo, es preocupante porque existe en sus instituciones una relación con América Latina que es complicada, para no decir compleja respecto de los recursos naturales, la inmigración y la relación militar con todos nosotros, que es extremadamente severa y, a mi juicio, a veces muy abusiva.

¿Qué significa la “floridización” o la “cubanización” de las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica a partir de que un cubano de lo que se llamaba normalmente la más extrema derecha sea quien tiene que llevar adelante las relaciones con América Latina? ¿Qué significa esa relación de la Florida? 

Yo creo que el día tiene 24 horas y no le va a alcanzar el tiempo al secretario de Estado recién designado para una agenda. Tiene conflictos mucho más agudos, que son los conflictos de Siria, Palestina, Ucrania, o China, y América Latina no está en las prioridades y en la mente de Donald Trump. Entonces, su secretario de Estado, por mucho que tenga origen cubano y un corazón latinoamericano, el presidente Trump será el verdadero secretario de Estado, va a ser Trump. Ya lo está haciendo de hecho. Trump está trazando las líneas rojas que no aceptaría que se crucen respecto a Rusia y Ucrania, y fue él mismo a París a dar una señal al mundo católico en la reinauguración de Notre-Dame.

Marco Rubio Milei
Marco Rubio, el nuevo secretario de Estado de EE. UU, junto al presidente Javier Milei 

Sí, evidentemente es un dato biográfico que hay que subrayar, pero no sé si la agenda le va a alcanzar al secretario de Estado y no sé si Trump lo va a dejar. Trump es muy poco belicista porque es un gran diplomático que entiende perfectamente el arte de la negociación. Es un tipo que le propone a los jefes de Estado una relación de tú a tú, de ganar-ganar. Y si no es así, si él no gana y no le importa que el otro pierda, ahí sí se endurecen las cosas. No sé si la psicología de cualquier secretario de Estado es relevante con un gobierno, entre comillas, tan imperial como el de Donald Trump. Es un triunfo de él, no del Partido Republicano. Sus designaciones son, como ya lo hemos visto, son de él. De hecho, comete errores, las retira y las vuelve a confirmar. Es él quien conduce y quien tiene el poder. Uno podría pensar que Elon Musk tiene la potencia, pero el poder lo tiene Trump. Uno podría pensar que Rubio tiene la agenda, pero el poder lo tiene Trump. 

Uno mira a México, a Brasil, a Colombia, a Chile y ahora Uruguay y todos los gobiernos son de corte progresista. Argentina allí es la excepción, junto a algunos países de Centroamérica. Podríamos decir que el 80-90% del territorio latinoamericano está ocupado por gobiernos progresistas. ¿Qué quiere decir esto, desde el punto de vista de una tendencia epocal? 

Una hipótesis es la teoría del péndulo, de plantea que estamos frente a capas medias que premian y castigan gobiernos, y entonces se pasa de Alberto Fernández a Milei, de Bolsonaro a Lula, de Piñera a Bachelet, de Lacalle Pou a Orsi, de Biden a Trump, antes de Trump a Biden, y antes de eso Obama. Está la teoría del péndulo.

Postpandemia, está demostrado que las elecciones son plebiscitos sobre el cambio. Salvo Portugal y Francia, por razones muy excepcionales, muy pocos ganaron su reelección. Quizás los dos proyectos políticamente más interesantes, incluso en el mundo, son nuestros: el norteamericano y el de México. Ambos arrasaron en todas las dimensiones: voto, porcentaje, cámaras, e incluso en los territorios. Son los dos proyectos políticos que hay que observar y son fronterizos.

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Quizás más que analizar a América Latina o a Europa, me parece que donde hay que ver qué va a pasar con dos proyectos profundamente sólidos en su legitimidad, que fundan su legitimidad en su pueblo: Estados Unidos y México. Europa tiene democracias muy robustas, pero también fragilizadas y en crisis permanente, lo que es muy sano, como en España y en Francia, pero son gobiernos frágiles. España depende de tres diputados y Francia simplemente depende de la buena o mala voluntad de Marine Le Pen, o de la mala voluntad de ella. Punto. 

En el caso de Trump y de Claudia Sheinbaum, ambos no dependen de nada más que de ellos mismos porque tienen los mandatos más robustos en el mundo occidental. Ni Modi en la India repitió ese mandato. Son ellos dos las dos grandes figuras democráticas, y son completamente opuestas en género y más opuestos aún en materia de historias, biografías, y formación. Una es académica, otra es heredero. Una es progresista, el otro es de ultraderecha.

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Es conocido que tenés una relación de afecto y cercanía con Alberto Fernández. Hablabas en el caso de Biden de que tenía buenos modales, pero que finalmente eso no cambiaba nada. ¿Qué punto de comparación hay entre los no resultados y las buenas maneras de Biden y de Alberto Fernández?

Primero, confirmo mi enorme conflicto de interés porque no soy amigo, soy íntimo amigo de Alberto Fernández. Lo quiero, lo adoro y he sufrido muchísimo frente a la horda de denuncias que ha recibido, que me parecen injustas e infundadas. La Justicia tendrá que hacer lo propio y tendrá que respetar un principio, que en el mundo moderno se ha ido debilitando y que la derecha transforma en un valor, que es la igualdad ante la ley, la presunción de inocencia y el derecho a un juicio justo. Espero que Alberto Fernández enfrente eso con la misma condición que el más humilde de los argentinos. Y lo que observo es lo contrario, que es que no logra ni siquiera declarar en el juicio. 

Respecto de su gobierno, creo que Alberto Fernández pertenece a una lógica que no es la mía. Yo lo adoro a Alberto, pero tuve diferencias con él durante su gobierno porque Alberto no cree en la confrontación. Alberto nunca creyó en la necesidad de confrontar, incluso de ejercer el mando con mucha dureza. Alberto siempre pensó que, con su presidencia, su mayor aporte era desestresar a Argentina y producir paz frente a gobiernos anteriores que habían tenido mucho estrés. Él proponía una desestrés social, y creo que eso no se valoró lo suficiente puesto que se eligió exactamente lo opuesto. Se eligió a un líder que, visto desde Chile, objetivamente estresa la Argentina y al mundo. Ese líder se llama Javier Milei.

 

Marco Enríquez-Ominami y Alberto Fernández
Marco Enríquez-Ominami y Alberto Fernández

Solo quiero decirles una coquetería. Yo vengo de un país pequeñito que tiene sólo el 0.3% del PIB mundial, pero quiero contarles algo. Vengo del futuro para ustedes, porque en Chile nosotros ya tuvimos a Javier Milei, y les cuento cómo fue, porque les puede servir. En Chile ya tuvimos a Milei y fue un desastre. Nosotros ya tuvimos todas las medidas que se aplicaron en Chile: ajuste del Estado, privatización del aparato productivo, reducción de los derechos sociales a la tarjeta de crédito, aumento del endeudamiento privado y no llegó inversión, cosa que está pasando en Argentina.

Solo quiero polemizar en un solo punto. Nosotros tuvimos a Javier Milei y venimos de vuelta. En Chile la idea de Milei no triunfa y no gana elecciones porque venimos de vuelta después de aprender, a golpes por un dictador, que se requiere aumentar el gasto social y que se requieren ciertos derechos, porque no puede ser que un niño sea hijo y esclavo del apellido de su padre. 

Por tanto, tenemos en eso una sonrisa desde Chile. Se nos pasa diciendo que el tema es que Milei imita a Chile, que Milei va a tener éxito en Chile. No. Somos hermanos, pero créanme, nosotros ya vivimos eso y fue un desastre en el mediano plazo. Hubo que recomponer todas las costumbres, los diálogos y las instituciones porque esas ideas funcionan en el corto plazo y matan en el largo plazo.

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