Carlos Regazzoni presentó su nuevo libro, "Inteligencia artificial y universidad: el futuro de lo humano”, y sostuvo que la Argentina enfrenta “una divergencia estructural” frente a los países líderes en educación, ciencia y tecnología. Además, advirtió que el sistema universitario corre el riesgo de convertirse en un espacio meramente "utilitarista”. “Sin educación básica no va a haber sociedad democrática, y nuestro país en este momento tiene una lesión gravísima en ese sentido", afirmó en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190).
Carlos Regazzoni es un médico graduado y doctorado en la Universidad de Buenos Aires, diplomado en estudios filosóficos por la Universidad Austral y envío estadísticas por la Facultad de Ciencias Exactas. Se ha desempeñado en la función pública en los ministerios de Desarrollo Social y Educación del Gobierno de la Ciudad, mientras que, bajo la presidencia de Mauricio Macri, asumió como director ejecutivo del PAMI en el año 2017.
La inversión educativa cayó, ¿este es el principal problema de la educación argentina?
Me contaba el otro día el presidente de la Fundación Fundar que a veces escuchaba determinados discursos en la Argentina que le parecían un poco arcaicos. Por ejemplo, en el caso de la lucha porque cada persona tenga una especie de revolución agraria, una parte de tierra en el amplio territorio que tiene la Argentina. En realidad, la tierra hoy no es la fuente de riqueza. Si, por ejemplo, a cada una de las personas se le diera una hectárea, la tierra ya no es más la fuente de riqueza, sino que la verdadera fuente de riqueza es el conocimiento. Y lo que había que hacer es una reforma educativa universitaria para que todo el mundo tenga acceso a la universidad, que es mucho más importante que todo el mundo tenga acceso a la tierra. ¿Cómo se cómo dialoga esto con el futuro de lo humano, la inteligencia artificial y la universidad?
A usted quizás le pase lo que que, a mí, que es que cuando veo la trayectoria de nuestro país, veo que cada vez se aleja más de los países que van en la vanguardia. Un ejemplo desde la medicina: muchas enfermedades de la sangre, tumores, son tres veces más curables en países europeos que en nuestro país. Y eso es claramente una tendencia divergente, porque ese remedio podría estar acá a disponibilidad de todos, pero por múltiples razones no ocurre ello. Lo mismo pasa con la universidad y con los estudios superiores. A la Argentina, para poder tener su fuerza laboral con el mismo nivel de estudios que la fuerza laboral de los países de la OECD, le faltan 150 a 200 años. Y si uno toma la trayectoria de los últimos 20, nos falta una eternidad, porque las trayectorias son completamente divergentes.
Cada vez nos alejamos más del futuro. Cada vez hacen falta más años. De hecho, el PISA lo que dice es que nuestro país, los chicos que están en el colegio secundario están 8 años atrás en matemáticas de los chicos que están en el colegio secundario en Singapur, en China, en Corea, en Japón o en Suecia. Entonces, el problema de las trayectorias divergentes es que en algún momento dejamos de no entender más qué está pasando en ese otro mundo. Se genera un abismo. ¿Qué es lo que a usted le ocurre cuando usted viaja a una comunidad muy pobre en África? Que uno dice: “Bueno, acá viven en otro planeta”. De hecho, la edad promedio de ahí es de 60 años, entre 43 y 60 años, depende del país, contra un país europeo que está en 86 o Japón que está en 95. Así que el tema de inteligencia artificial es una nueva revolución, pero que está ocurriendo en ese otro mundo de desarrollo, de estudios, y nosotros estamos muy por debajo.
¿Y qué es lo que usted propone en su libro "Inteligencia artificial y universidad: el futuro de lo humano"?
Lo primero es entender el problema en los niveles. El país se organiza desde los poderes políticos: la Presidencia, el Poder Judicial y el Poder Legislativo. Entonces, es ahí donde primero tiene que haber un debate profundo que esta vez desafía fuertemente a los diputados y senadores y al gobierno, porque no es un debate que se puede dar con una lectura rápida, a vuelo de pájaro, porque es muy profundo. Estamos frente a una máquina que reemplaza funciones absolutamente primitivas del ser humano hasta ahora, como escribir un ensayo con sentido o escribir un informe o hacer un diagnóstico médico. Entonces, una máquina que lo que hace es automatizar el juicio, el discernimiento. De hecho, los que saben hoy en día lo llaman en el mundo una “tecnología del discernimiento”. Esto pone en tela de juicio prácticamente todos los empleos, todas las funciones. Los estudios abogados están cada vez tomando menos abogados junior. Las grandes consultoras cada vez toman menos consultores. Las grandes desarrolladoras de software cada vez toman menos jóvenes desarrolladores. ¿Y esto por qué? Porque lo van reemplazando por diferentes modelos de tecnologías de la inteligencia artificial. Así que lo que digo en el libro es que la gran amenaza es convertir a la universidad en un lugar utilitarista donde vas a estudiar en la universidad solamente aquello que te sirva para estar empleado. Y eso no fue el espíritu inicial de la universidad.
De hecho, las universidades se crearon enseñando no profesiones, sino ciencias. Luego se inventó la profesión de contador. No estoy diciendo que sea un elemento negativo que sean profesiones que exista una habilitación para llevarlas adelante, pero inicialmente las universidades eran en ciencias puras.
Es así. Y (José) Ortega y Gasset, en un pequeño ensayo que tiene sobre la nueva generación política, tiene una reflexión que a mí siempre me pareció como muy importante recordar permanentemente. Él dice que, si la democracia es el sistema de gobierno donde todos eventualmente van a mandar y ser mandados, aunque varias provincias argentinas quieren decir eso, la promesa es la democracia. Entonces, lo importante es enseñarle al hombre común a mandar, y usted aprende a mandar discutiendo los grandes temas, y esos grandes temas hasta ahora se discutían en la universidad. Si el sustituto que se pretende para la universidad son las redes sociales, mal estamos, porque los algoritmos lo único que buscan en las redes sociales es la confrontación, porque desarrollan un sentimiento de furia que hace que uno esté más tiempo frente a la pantalla.
Inmunización en riesgo: la vacunación infantil cayó a mínimos históricos en el país
En líneas generales, la universidad en el pasado era liberal arts. Es decir, la persona tenía que estudiar estudios generales, se recibía de todo, como una experiencia en discernimiento. Así planteado, pareciera que era solamente para los ricos. Si la universidad está hecha para formar gente que mande, si todos mandan, no podría haber mandados. ¿Cómo se hace para resolver este gap que usted menciona, que no es simplemente del tope de la pirámide? ¿Cómo se hace una universidad que sea también para ser mandado?
Es una gran pregunta. En el libro dedico un extenso apartado a la historia de la universidad. “Universidad” significa gremio o sindicato. Y surgió cuando los pobres de los alumnos, los goliardos, en las afueras de París, en el barrio de Santa Genoveva, empiezan a pretender dar títulos que habilitasen enseñar, y mágicamente el Papa en esa época, creo que Inocencio III, los autoriza. La élite de la época, personificada por el obispo y las escuelas catedralicias, se opone. Y el Papa en aquella época lauda a favor.
Porque la Iglesia era la dueña de la educación, además.
Sin embargo, el Papa lauda a favor, y el rector de la Universidad de París, la primera universidad en tener estatutos fue un alumno hasta la Revolución Francesa. Tenía que ser un alumno de condiciones sobresalientes, decía el estatuto. Y sistemáticamente fue un alumno elegido por el capítulo de la universidad, que incluía a los alumnos. Entonces, para mí, la Argentina necesita una nueva reformulación de la universidad. Lo que hace falta es volver a dar esa impronta creativa. En el MIT, en esos grandes institutos, hay experiencia en la investigación, el trabajo en grupos y quitar las cátedras rígidas y complementarlas con actividades más eclécticas. La Argentina lo necesita. Por supuesto que nada de esto se hace sin presupuesto. Ahora, tampoco nada de esto se hace sin una sana despolitización de la universidad. Yo acá lo sigo a Niklas Luhmann, en donde si todo va a ser política partidaria, no queda nada en la sociedad. Entonces, nosotros necesitamos que la universidad sea ese momento preparatorio de profundo debate y cómo se manda en la democracia. O sea, ¿cómo manda un líder democrático? Sabiendo que alguna vez le va a tocar ser mandado. Es como una renuncia, que es un gran enemigo, un gran problema el anillo del poder, porque cuando uno tiene un cargo público inmediatamente cree que ha sido ungido con una especie de bendición.
Y que es para toda la vida...
Justamente, entonces, ¿cómo se diseña una sociedad democrática? Creo que es el gran punto. El primer tema es que sin educación básica no va a haber sociedad democrática, y nuestro país en este momento tiene una lesión gravísima en ese sentido. Un pequeño ejemplo: el 25% de los hijos del cuarto más rico de nuestro país es el segundo más rico de América Latina; vienen los chilenos y los argentinos. Sin embargo, nosotros somos octavos en matemática en América Latina. Ese grupo es octavo en nivel de matemáticas. Vale decir que hoy el problema de calidad educativa se lo tiene incluso en los colegios de élite en nuestro país, y ni hablar en los colegios de condición más humilde.
Otro dato que para mí es crítico es que Argentina hace 30 años que prácticamente no crece en estatura, cuando todo el mundo crece gracias a las mejores condiciones de vida. Obviamente, parte fundamental de esto ocurre con la pobreza. El 98% de los chicos están en el colegio, hasta cuarto grado por lo menos. Entonces, es en el colegio donde pierde peso, es en el colegio donde se desarrolla obesidad, es en el colegio donde un millón de chicos se va a dormir sin comer, es en el colegio donde se anticipa la diabetes 10 años. Es un fracaso brutal el sistema. El 40% de los chicos no tienen la segunda dosis de la triple de la vacuna, que uno de sus componentes es la antisarampionosa.
Volviendo a Ortega y Gasset, en otro hermoso discurso, que es una conferencia que dio en el año 61, si no me equivoco, que se llama La misión de la universidad, dice que no es que yo mejore la educación y mejore el país. Un país que está mejorando mejora su educación necesariamente. Así que la pregunta que tenemos que hacernos nosotros es: ¿estamos en trayectoria de mejorar la educación? ¿Estamos en una trayectoria de entender el desafío brutal que la inteligencia artificial nos está poniendo a todos los que no estamos en ese primer mundo?
Yo recuerdo una escena en Corea del Sur, en Seúl, hace cinco o seis años, un poco más, en una librería. Un gran profesor francés, un maestro muy muy famoso, Thierry de Montbrial, un experto en geopolítica me dice: “Vení, Carlos, mirá esto, porque no lo vas a ver en ninguna parte del mundo”. En la librería había una mesa que tendría no menos de 40 metros, llena de chicos de colegio secundario estudiando, pero estudiando como el que en nuestra época le decíamos “tragalibros”. Es ese tipo de comprensión de la criticidad que ocupa el tema educativo, el tema universitario y el tema científico. No lo mencionamos, pero si una sociedad no hace investigación científica básica, no va a desarrollar ninguno de los otros dos sistemas, y menos con el desafío de la IA.
A mí me da risa que últimamente están en las escuelas queriendo enseñar inteligencia artificial, pero si los chicos no saben matemática básica, ¿qué van a entender de inteligencia artificial? ¿Dónde es una de los grandes descubrimientos de la matemática hacer que una máquina razone? ¿De qué estamos hablando? No entendemos las prioridades. Lo que veo es que tenemos que hacer una vuelta a los valores fundacionales de nuestro sistema educativo: las ciencias básicas, las ciencias puras, la literatura clásica.
A enseñar discernimiento...
A enseñar a discernir, sí, porque tenemos una máquina que nos compite.
Usted mencionaba que los países que les va bien, la educación les va bien, y que allí uno lo que encuentra pareciera ser que la economía construye la educación. Normalmente, el liberalismo plantea que es al revés, que es la educación la que construye la economía. Más allá de que, obviamente, hay una interrelación. Usted, entre estos dos dilemas, ¿qué viene primero?
La teoría del derrame no se comprobó jamás en la historia en ninguna sociedad. Entonces, si creemos que por arreglar la macroeconomía yo arreglo el país, es un grave error de concepto desmentido simplemente por la historia. No hay ninguna otra manera de desmentirlo, porque la economía es una ciencia social, y más frente de probatoria que la historia, no tiene. Por supuesto que también el liberalismo ha demostrado que es el libre mercado lo que hace crecer económicamente y generar riqueza. Bienvenido sea. Ahora, en el medio hay algo crítico, que es la comunidad, y eso es un tema político.
TV