Gustavo Vera, titular de la fundación La Alameda, recordó la labor de protección que el papa Francisco brindó en lucha contra la trata de personas, que comenzó durante su período como arzobispo de la Ciudad de Buenos Aires, y remarcó su intención de convocar a personas de todas las religiones para "cambiar el mundo". “Bergoglio predicó con el ejemplo”, dijo en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3).
Gustavo Vera es fundador de la fundación La Alameda, que lucha contra la trata de personas, el trabajo esclavo, la explotación infantil, el proxenetismo, el narcotráfico y el lavado de dinero. Se formó como maestro de escuela primaria en el Normal Mariano Acosta. Fue titular del Comité Ejecutivo para la Lucha contra la Trata y Explotación de Personas y para la Protección y Asistencia de las Víctimas, que dependía de la Jefatura de Gabinete de Ministros hasta marzo de 2024. En el año 2013 fue electo legislador porteño por el frente UNEN, del que luego se desligó para crear su propio espacio: Bien Común. Trabajó junto a Jorge Bergoglio, entonces arzobispo de Buenos Aires, contra el trabajo esclavo y la trata de personas. El nombre de su espacio está inspirado en una frase de Bergoglio que es: “El poder es bien común; cuando es bien propio, es corrupción”.
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Estamos llamando a distintas personas que tuvieron relación con el Papa Francisco —o con Bergoglio aquí en la Argentina, cuando era arzobispo de Buenos Aires— para pedirles su reflexión. Así que, más que preguntas, le pido que usted nos cuente qué sintió, qué recuerda, y qué nos puede dejar de él.
La verdad que los recuerdos son muchísimos porque mantuvimos una amistad durante 17 años, que comenzó en 2008. Fue a partir de una homilía que él hizo en Semana Santa, en la Semana Santa de 2008, allá en la villa 21-24. Nos interpeló porque fue la primera vez en la que habló del "volquete existencial", de la cultura del descarte, de las personas que eran víctimas de total explotación y quedaban abandonadas a su suerte. Nosotros, en simultáneo, veníamos luchando contra la esclavitud en los talleres clandestinos, en los prostíbulos y en los campos rurales. Por lo tanto, sentimos que había una conexión entre lo que él predicaba y lo que nosotros estábamos haciendo.
Además, nosotros estábamos ciertamente en riesgo en aquel momento, con muchas amenazas y muchos aprietes, porque denunciábamos complicidades judiciales, políticas, policiales. Fuimos a tratar de ver si era posible trabajar en común, si era posible caminar en común, y que además nos protegiera, por supuesto. La Alameda no era una organización católica, sin embargo, todos terminaron siendo "bergoglianos" de alguna manera, y muchos volviendo a la casa del Evangelio, que era un poco lo que Bergoglio contagiaba todo el tiempo.
A partir de ahí se hizo una misa el 1 de julio del 2008 en la Parroquia de los Migrantes con víctimas de trata y de exclusión. Luego, esa misa se trasladó en septiembre del mismo año a Plaza Constitución, porque Constitución era el barrio de la Capital Federal más afectado por mendicidad forzada, explotación en talleres clandestinos, prostíbulos y narcomenudeo. Esas misas continúan hasta el día de hoy. Bergoglio las mantuvo hasta septiembre del 2012, antes de que fuera elegido Papa Francisco.
Luego, ya en el transcurso de esos años, habíamos logrado no solamente rescatar víctimas, proteger personas que estaban en riesgo. Un ejemplo es el caso de la policía Nancy Miño, cuando desmantelamos la primera división de trata de la Federal, allá por 2010, por coimera y corrupta, el caso Martins o cuando cerramos “las casitas” de Río Gallegos, que también tuvo un impacto muy fuerte en el mundo prostibulario allá por 2009. Bergoglio nos brindó protección en denuncias muy fuertes.
En estas circunstancias, donde de alguna manera tratábamos de navegar dentro del volquete existencial al rescatar personas y reconstruir dignidades humanas, se fue forjando una amistad. Fue una amistad que después se extendió al plano de la preocupación por la familia, el trato con mi madre, con mis hijos, de hablar de fútbol, de política internacional y de ecología. Cuando Jorge fue elegido papa Francisco me volvió a contactar. El 13 de marzo asumió, el 24 de marzo me llamó para mi cumpleaños, como era habitual con todos sus amigos, y me invitó a ir a Roma en junio.
A partir de ahí volvimos a tener un contacto fluido, a través de muchas veces que participé en coloquios que tenían que ver con refugiados, con trata, con migrantes, con situaciones de esclavitud, tráfico de órganos, entre otras cuestiones. Pero, sobre todo, epistolarmente. Francisco, como un relojito, todas las semanas te respondía las cartas. Hay cientos de cartas, hasta casi fines de enero de este año. Además, me mandaba por encomienda rosarios y estampas bendecidas por él, para repartir a personas que estuvieran enfermas o tuvieran algún tipo de problema.

Yo recuerdo, siendo legislador, haber impreso miles de ejemplares gratuitos de Laudato si, que para mí es un libro revolucionario que me ordenó completamente la biblioteca. De alguna manera, llamó a reconstruir relaciones rotas en el mundo: la relación entre los hombres —a reconstruirla a través de la fraternidad humana—, la relación con la casa común —severamente dañada por la contaminación ambiental, el dióxido de carbono, el consumismo desenfrenado, el paradigma tecnocrático—, y por supuesto, también la relación con Dios.
En Laudato si, Francisco traza un diagnóstico de la situación planetaria, de la situación social. Esa fue la estrategia, pero Fratelli tutti fue la táctica. Fratelli se basa o se inspira en el diálogo interreligioso práctico con los musulmanes, con los budistas, con los protestantes, y con diversas religiones. Era un diálogo que iba de lo concreto a lo abstracto, que buscaba una agenda común para trabajar por el bien común del planeta, la defensa de los migrantes, la lucha contra el cambio climático, la protección del ambiente, la lucha contra la trata, la lucha contra la guerra, la lucha por la paz. Las cuestiones empezaron en Abu Dhabi, y después Francisco las sistematiza en Fratelli tutti para agrupar corazones de buenos samaritanos sin importar de qué religión provengan para tratar de cambiar un mundo que tiene como centro al dinero, al consumismo desenfrenado, a un paradigma tecnocrático y a un sistema que cada vez genera grandes multimillonarios y una enorme cantidad de gente caída del sistema. Buscó reconstruir una sociedad que sea, como él decía, justa en su distribución, inclusiva y sustentable.
Lo que Francisco escribió como Papa ya lo practicaba en Buenos Aires. Ayer recordábamos un bautismo que hizo Francisco a hijas de una pareja de costureros que había sido liberada de un taller clandestino por La Alameda. Recuerdo que en ese bautismo los padrinos eran uno trosko, otro ateo y un judío. Creo que solamente uno era creyente, y Francisco dijo: “Si somos buenas personas, están todos adentro. Todos son hijos de Dios”. Él, con ese estilo de predicar con el ejemplo, hablarte desde el corazón, incluir a todos y ver políticamente y entender las razones de cada uno, era un gran predicador de la cultura del encuentro.
Además, todo lo que él sembró a nivel doctrinal, a nivel de concepción del mundo —que en realidad es una vuelta al Evangelio original—, tiene mucho más peso por el hecho de que él predicó con el ejemplo. No es inflación: está basado en la total austeridad y ejemplaridad con la que él ejerció el poder. Creo que eso hace avergonzar a muchos poderosos del planeta o a muchas personas que, convirtiéndose en concejales, ya andan en autos con vidrios polarizados y custodia. Puso en ridículo a un montón de gente que ostenta el poder y que se olvida de que el poder es para servir al prójimo y para transformar la realidad a favor del pueblo, y no para beneficio propio.
La verdad que sería enorme la cantidad de aportes que te podría comentar. Muchos los pudiste descubrir en el extenso reportaje que le hiciste a Francisco, que fue muy bueno. Pero hay todo un hilo conductor en su prédica, y todo un trabajo para transformar el mundo. No solamente para mostrar la ejemplaridad.
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