El paro de ayer tuvo un resultado contradictorio para la oposición. Por un lado, las principales fábricas del país, los puertos y en general, los engranajes productivos del país lograron ser detenidas. Sin embargo, muchas fábricas, la mayoría de las pequeñas, el comercio y diferentes lugares de trabajo y la economía informal siguió su actividad normalmente.
Es decir, la CGT no generó un hecho al que se sumen amplios sectores que no son necesariamente sus afiliados, ni tampoco todos los sectores que formalmente representa los sindicatos que la componen. Sin embargo, esto no significa que en la sociedad no tenga una voluntad de manifestarse en contra de las políticas de este Gobierno, significa que no tomó la convocatoria de la CGT para hacerlo.
Un graffiti anónimo del Mayo Francés en 1968 que decía “la belleza está en las calles” pasó a la historia como símbolo de rebeldía, feminismo y cuestionamiento al status quo. Hoy reconvertimos esta frase para intentar explicar algo que sucede en la actualidad en nuestro país: la verdadera oposición que puede generar identificación en una mayoría de los argentinos es la que se moviliza en las calles por planteos puntuales contra un Gobierno.
Para analizar la relación entre la oposición en la calle a este Gobierno y su articulación política, que todavía no se ha producido, vamos a abrir esta columna de Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3) con “Get Up Stand Up”, de Bob Marley, una canción que justamente habla de la defensa de los derechos de los sectores populares.
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Claramente, los paros generales no parecen ser la herramienta para lograr las modificaciones sociales. Por el contrario, lo que parece ser clave es que las manifestaciones populares se conviertan en votos. Son solo los votos los que logran producir modificaciones.
Luego del discurso con declaraciones homofóbicas en Davos, el caso Libra, la represión a la marcha de jubilados y la agudización de los problemas cambiarios, Milei pasó a tener una imagen negativa superior a su imagen positiva. Sin embargo, sigue siendo el político más popular. Es decir, la mayoría social opositora al Gobierno no canaliza políticamente en una opción de cara a las elecciones de este año alguien que pueda ganarle. Esto es esperable, teniendo en cuenta que prácticamente todos los espacios políticos atraviesan difíciles discusiones internas que caminan sobre las posibilidades de divisiones, fracturas o rupturas que ya se vienen produciendo.
Esta mayoría en contra del Gobierno que no se expresa en partidos se ha expresado en marchas multitudinarias -al revés de lo que sucede en la fragmentación de los políticos-como las movilizaciones universitarias del año pasado, la llamada Marcha Antifascista convocada por el colectivo LGBTQ o concentraciones más pequeñas pero permanentes, como las de jubilados, pero que tienen una fuerte adhesión social. ¿Podrá la oposición política lograr enhebrar los reclamos de la calle y transformarlos en una serie de propuestas para una plataforma electoral? O, mejor dicho, ¿Por qué está más preocupada por sus propias internas que en tratar de canalizar el enojo frente a estas políticas? Y, ¿por qué la gente que marchó en la Movilización Antifascista o las marchas universitarias no adhirieron ni utilizaron el plan de lucha de la CGT para expresarse?
Vamos a hacer un racconto de distintos movimientos de la calle que en Argentina y en otros países lograron vertebrarse en un cambio político, en un partido o en un candidato que luego lograr modificar en las urnas el destino de la sociedad. La marcha más grande que hubo hasta ahora contra este Gobierno fue la movilización universitaria del 23 de abril del 2024 en contra de los recortes presupuestarios de la educación superior.
Por otra parte, el reclamo que más adhesión tiene, aunque sus movilizaciones no siempre son multitudinarias, es el de los jubilados. En una de las habituales manifestaciones de los miércoles en la que este grupo se reúne frente al Congreso, un jubilado declaró: “Prefiero morirme en una marcha y no en un hospital sin medicamentos”
Estas convocatorias surgieron desde abajo. Es decir, a diferencia de las convocatorias de la CGT, habitualmente decididas en cúpulas ajenas a los trabajadores que sufren el ajuste del Gobierno, las marchas universitarias nacieron de asambleas de estudiantes y jornadas en las que estaban involucradas las gestiones de las diferentes casas de altos estudios. Por su parte, los jubilados retomaron una tradición histórica proveniente de las marchas de jubilados de los noventa: la movilización de los miércoles. Esto fue algo que sucedió espontáneamente, nadie les dijo cómo hacerlo, qué día y de qué manera. Tal vez esa sea la clave de por qué esta convocatoria de la CGT fue tomada por indiferencia por amplios sectores. Pero, ¿por qué estas manifestaciones exitosas aún no son canalizadas por una opción política? Esto puede tener una explicación proveniente de los propios colectivos movilizados y otra atribuible a la falencia de los políticos.

En el primer caso, podemos servirnos de la teoría de Alain Touraine, destacado sociólogo francés, quien argumentó que los movimientos sociales suelen surgir como formas de rechazo al orden social existente, más que como propuestas constructivas de un nuevo sistema. En su obra “Las sociedades dependientes”, Touraine describe estos movimientos como "contraofensivos", capaces de "rechazar todo el orden social y de ser el instrumento de la dialéctica de la acción histórica”.
Sin embargo, hay políticos que lograron interpretarlos y representarlos electoralmente, formando parte o no de los movimientos. Fue el caso de Podemos en España, Evo Morales con la guerra del gas en Bolivia en el 2003 y Rafael Correa con la revolución de los forajidos de Ecuador del 2005.
El proceso de la revolución de los forajidos ocurrió en abril de 2005 en Ecuador, cuando protestas masivas en Quito forzaron la salida del presidente Lucio Gutiérrez, acusado de autoritarismo y corrupción. La ciudadanía, especialmente sectores urbanos de clase media, se movilizó contra el gobierno y su intento de controlar la Corte Suprema.
Fue un levantamiento espontáneo, horizontal, sin liderazgos políticos claros, en el que se autodenominaron irónicamente “forajidos”, luego de que el propio Gutiérrez los llamara así por protestar. Es como denominar comunistas a todos aquellos que no estén de acuerdo con el presidente Milei para evidenciar la exageración del término.
Correa, era el ministro de Economía del gobierno interino de Alfredo Palacio y desde ese puesto se posicionó como un político opositor a las políticas del FMI. Luego de este proceso, Correa creó una plataforma política llamada Revolución Ciudadana y llegó a la presidencia de Ecuador en el 2006.
En el caso de Bolivia, Evo Morales fue un dirigente del proceso de movilización llamada Octubre Boliviano o “La guerra del gas”. Sucede que antes de ser referente político, Morales surgió como dirigente cocalero. Desde ese lugar, se transformó en una de las caras del movimiento amplio que nació en el Alto. La guerra del gas en Bolivia surgió en 2013, que dejó 60 muertos y 400 heridos, surgió en contra de una propuesta del entonces presidente Gonzalo Sánchez de Lozada de vender gas a Estados Unidos por puertos chilenos. Los movimientos sociales bolivianos consideraron la idea como una traición a la demanda histórica del país a Chile por el arrebato de su costa litoral. Luego de este proceso desatado en el 2003, la imagen de Evo fue creciendo y luego ganó las elecciones del 2005 con un 54% de los votos, un porcentaje récord desde la vuelta a la democracia en el país andino en 1982.
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Desde otro arco ideológico, también podríamos decir que, en Argentina, quienes lograron capitalizar políticamente un proceso de movilización fue Juntos por el Cambio, que se volvió representante político de los intereses del campo movilizados en el 2008 y de la marcha por la muerte del fiscal Alberto Nisman en el 2015.
Este conjunto de políticos logró estructurar una propuesta que incorporó los reclamos de la calle, como en el caso de los cien días del paro del campo en 2008. Vale recordar que lo que le dio legitimidad al reclamo fueron los pequeños productores que generaban una sensación de proximidad, a diferencia de los grandes estancieros. Incluso, generó el surgimiento de líderes del campo que luego se convirtieron en lideres políticos.
Luego, la muerte del fiscal Nisman en 2015 provocó la convocatoria a la Marcha del Silencio como un punto de catalizador social de enojo al kirchnerismo y fomentó las condiciones de posibilidad de la unificación de toda la oposición en Cambiemos.
En relación con la actualidad, probablemente la sociedad que viene de experiencias de dos gobiernos que no respondieron a las promesas electorales que generaron, no quiera repetir experiencias políticas que ya resultaron frustrantes en el pasado. En ese caso, que la dirigente de la oposición sea Cristina Kirchner tiene un carácter contradictorio. Por un lado, es lógico, porque es quien más mide entre los opositores y por el otro lado es un gran factor de obturación para la renovación política. Por esta razón, Milei baja en las encuestas, hay importantes movilizaciones, pero el Gobierno sigue resultando competitivo electoralmente.
Ayer, en el programa Comunistas por Bravo TV, la nueva señal de televisión abierta, Raúl Timerman compartió unos gráficos muy interesantes sobre la protesta.

En este gráfico, proveniente de la Encuesta Nacional PULSO, muestra que un 16% de las personas están dispuestas a marchar a favor del Gobierno, mientras que el 31,2% está a favor de marchar en contra. Lo interesante es que casi un 39% no estaría en contra de marchar por nada.
Esto demuestra que quienes están en contra del Gobierno tienen mayor predisposición a marchar, el doble de quienes están a favor, pero aún existe un universo sin definir que podría inclinarse para un lado o para el otro. Es ese 38,5% que no está dispuesto a marchar ni en contra ni a favor.
Probablemente, en relación con la falta de renovación de dirigentes de los espacios opositores, este sector que no apoya a ningún sector sea el que se vea a Cristina Kirchner y Mauricio Macri como responsables de los gobiernos fallidos, independientemente de que no se sientan identificados con el actual Gobierno. Las calles seguirán hablando y probablemente con el tiempo encuentren a aquel partido o candidato que las represente.
Producción de texto e imágenes: Matías Rodríguez Ghrimoldi
TV/ff