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MODO FONTEVECCHIA
El editorial de Jorge Fontevecchia

Día 472: Paro general y para qué sirven las huelgas

Frente al desgaste que genera la utilización política de las medidas gremiales y la corrupción de ciertos dirigentes, el desafío de los sindicatos será encontrar un equilibrio entre la defensa de los derechos laborales y las nuevas dinámicas de trabajo.

Marcha CGT 1 de mayo
Marcha CGT 1 de mayo | NA

Los paros nacionales han sido una de las principales formas de protesta de los trabajadores en Argentina y en todo el mundo, desde las huelgas generales del siglo XX hasta las manifestaciones sindicales contemporáneas, y el debate sobre su efectividad y motivación sigue vigente.

Sin embargo, en los últimos años, las modificaciones en el mundo laboral han disminuido su impacto al fragmentar el mercado laboral, y además, la utilización política de las medidas gremiales a nivel máximo y la corrupción de ciertos dirigentes sindicales son otros de los factores que muchas veces desgastan la legitimidad de estas iniciativas.

De cara al paro general de la CGT convocado para el 10 de abril, vamos a introducir esta columna de Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3) con “Working Class Hero”, de John Lennon.

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Techo paritario: la pieza más delicada del frágil vínculo de la CGT con Milei

Cuando un kirchnerista cuestionaba a un trabajador de Rappi, o cualquier trabajador en negro, por votar a Milei, habitualmente sucedía la siguiente conversación. “Te van a sacar los derechos, la jubilación, las vacaciones”, advertía el joven K. Y la respuesta del trabajador precarizado de algunas de esas aplicaciones era habitualmente algo así como: “¿Qué derechos me van a sacar si yo no tengo nada de eso?”.

Los trabajadores sufren una crisis de representación, podríamos decir subjetiva. Ya no se sienten parte de un sector social con una misión histórica como pregonaba el comunismo a principios del siglo XX. Y si vamos al plano material, la clase trabajadora ya no es un ejército industrial fuertemente disciplinado, organizado en el trabajo común y representado detrás de sus organizaciones gremiales un rol en la historia.

Los sindicatos, que agrupaban a la inmensa mayoría de la fuerza laboral, hoy sólo contienen a una pequeña fracción. En Argentina, por ejemplo, en el 2018 sólo el 38% de los empleados del sector privado estaban sindicalizados. Hay que tener en cuenta que el 40% del empleo es informal en nuestro país, lo que hace que ese 38% significa que solo 1 de cada 4 trabajadores está sindicalizado.

Si consideramos que somos el segundo en tasa de sindicalización en Sudamérica, solo después de Uruguay, podemos afirmar que la enorme mayoría de los trabajadores de la región no están agrupados en sindicatos. Es probable que este 1 cada 4 en Argentina se transforme en un 1 cada 10 en Brasil, y la tendencia es igual en el mundo entero. Argentina tuvo uno de los movimientos sindicales más importantes del mundo, incluso, en algunos casos, superior a algunos de los países desarrollados del hemisferio norte.

A pesar del surgimiento de algunas iniciativas para formar sindicatos en Estados Unidos, o “unions”, en Starbucks, Amazon, y las nuevas empresas de plataformas, las tasas de afiliación sindical en EE.UU. cayeron a mínimos históricos en 2023. La misma tendencia se observa en Europa. El impacto del sindicalismo en la vida social y política ha disminuido considerablemente a partir de la desindustrialización en occidente, lo que plantea interrogantes sobre el futuro de la huelga general como mecanismo de presión social.

Vamos a analizar un informe de la BBC de 2012, donde le consultaban a la gente de a pie en Barcelona qué opinaban de las huelgas. Las respuestas variaron entre “las huelgas son una forma de dejar que hable el pueblo” y “hay que trabajar más y protestar menos” porque los sindicatos “están muy politizados”. Han pasado 13 años, y mi apuesta es que si la pregunta se hiciera hoy, aún las respuestas serían más críticas.

Los argumentos son similares en todas partes del mundo. Si bien hay muchos ciudadanos que reconocen la huelga como una tradicional forma de lucha que ha servido para conquistar derechos, también surgen interrogantes sobre la utilización política de las medidas y el perjuicio a quienes no tienen la posibilidad de parar y son afectados por la huelga.

Nuestras sociedades han cambiado. El sindicalismo, que nació en la Europa del siglo XIX tras la revolución industrial con el impulso de las fábricas, que se multiplicaban y crecían los centros urbanos, planteando nuevos desafíos políticos y sociales a los habitantes de entonces, hoy vivimos un proceso de desindustrialización.

Camioneros acordó con el Gobierno y aceptó la paritaria de 1% mensual

Uno de los movimientos precursores de los sindicatos combinó luchas laborales con reclamos civiles y políticos. El movimiento cartista surge en el contexto de la industrialización en Inglaterra en el siglo XIX, y su nombre proviene de “La carta del pueblo”, un documento redactado en 1838 para reformar el sistema político y la representación de los trabajadores. La carta que inspiró a los cartistas pedía el sufragio universal masculino, el voto secreto para protegerse de represalias, las elecciones anuales para el parlamento y la eliminación de los requisitos de propiedad para postularse en el Parlamento.

Estamos hablando de un contexto en que la democracia tenía muchos menos atributos que los actuales, era mucho menos universal. Quienes no tenían una propiedad, por ejemplo, no podían ser representantes parlamentarios. Solamente podían llegar a legisladores hombres con una propiedad. Luego se fueron conquistando gradualmente derechos civiles que transformaron la estructura social y permitieron otro tipo de trabajo político y parlamentario que antes estaba vedado para los trabajadores.

Como vemos, la lucha sindical y la lucha política estuvieron ligadas desde un inicio ante el cercenamiento de derechos civiles. Ya no estamos hablando de derechos laborales, sino que luchaban para que las personas que no fueran propietarias pudieran tener representación política.

Pero esta fusión entre lo político y lo sindical tendió a degenerarse con el paso del tiempo, tal como ocurrió con el sindicalismo argentino que se basa en el Partido Laborista. El Partido Laborista, que hoy gobierna Inglaterra, aunque más orientado a la derecha, es el partido inglés fundado por los trabajadores.

Cordobazo
Cordobazo de 1968

Nuestro país cuenta con una gran tradición sindical, y con hechos hasta casi revolucionarios, como la semana roja de 1909, dirigida entonces por la FORA anarquista, o el Cordobazo en 1968. Sin embargo, el movimiento obrero argentino ha sido cooptado desde el surgimiento del peronismo, volviéndose una parte simbiótica de este espacio político. Este fue un proceso que tuvo sus contradicciones y que implicó una fuerte lucha interna durante los 70 por el grado de independencia de la militancia frente a la figura de Perón.

Pero, particularmente desde la vuelta de la democracia, los sindicatos peronistas se han vuelto prácticamente un apéndice del Partido Justicialista. Podemos decir que cuando el justicialismo perdía las elecciones, la mayoría de los políticos del PJ eran sostenidos por los sindicatos, que los mantenían con los recursos de las obras sociales.

El discurso “anticasta”, que generó que una gran parte de la ciudadanía vote a Javier Milei, encuentra una de sus representaciones más cabales en cierta dirigencia sindical que se ha alejado del modo de vida de sus afiliados. Tiene negocios en el exterior, es millonaria y, por momentos, más que corrupta. Además, piensa más en su conveniencia personal a la hora de realizar medidas de lucha que en las verdaderas necesidades de sus representados y en las conveniencias del sindicato como institución.

La CGT ha sido siempre más dura con gobiernos no peronistas. Desde la vuelta de la democracia, de 46 huelgas generales en estos casi 41 años, sólo 16 fueron durante los gobiernos peronistas. Podríamos decir que cerca del 18% fueron a gobiernos peronistas cuando hubo mayoría de gobiernos peronistas en este período.

Cabe mencionar que Alfonsín enfrentó nada más y nada menos que 13 paros generales, mientras que Alberto Fernández, aún siendo uno de los gobiernos recientes donde más cayó el poder adquisitivo con el crecimiento de la inflación, no tuvo ninguna huelga general en su contra. Vale mencionar que probablemente no cayó el poder adquisitivo de los salarios de aquellos gremios en el sindicalismo, como Camioneros, y si cayeron el de los gremios débiles y de aquel 40% de los empleados que no están sindicalizados.

Cuando en el año 2013 el kirchnerismo comenzó a mostrar signos de agotamiento. Cristina hablaba de trabajadores “privilegiados” por tener salario en blanco, que debían colaborar con el Impuesto a las Ganancias a quienes no tenían trabajo y cobraban planes. Moyano, al frente de la CGT, llamó a una huelga general con la consigna principal contra el Impuesto a las Ganancias en la cuarta categoría. “El 27 de octubre vamos a votar por la solución política para que desaparezcan todas las injusticias que se están dando. La política del Gobierno va en contra de los intereses de los trabajadores”, sostuvo Moyano. Que lejano resulta esto.

Paros generales

En esa época, Moyano también insistía en que el presidente debería ser un obrero, y Cristina le contestaba que era una trabajadora. Como comparación ponían la figura de Lula, que sí era un trabajador. Tiene un dedo cortado por una máquina, nació en una situación de extrema pobreza, no comía las tres comidas en su casa y llegó desde el nordeste hasta San Pablo parado en un camión. Las comparaciones son de un paroxismo incomprensible y, al mismo tiempo, la figura de inteligencia que representa Lula está muy lejos de estos sindicalistas.

En 2016, Hugo Moyano se corrió del puesto principal en la central, y fue reemplazado por un triunvirato conformado por Carlos Acuña, Héctor Daer y Juan Carlos Schmid, quien sí tiene una formación intelectual y política superior a la de Moyano.

Esta conducción le imprimió un carácter de mayor conciliación con el Gobierno de Macri, tratando de evitar medidas de lucha directa. Sin embargo, en marzo del 2017 durante un acto, sufrieron un desborde de agrupaciones sindicales y trabajadores que les exigieron un paro general ante la pérdida del poder adquisitivo del salario, achacándole a esta conducción de la CGT de ser colaborador del Gobierno de ese momento. “Poné la fecha la puta que te parió” fue el canto en ese momento, haciendo referencia al paro. “La CGT va a declarar un paro de 24 horas”, anunció Schmid finalmente.

Llama la atención que durante el gobierno de Alberto los trabajadores sufrieron un retroceso histórico de su salario real con el incremento de la inflación pero no tuvo ningún paro general, como si los tuvo Cristina Kirchner. Esto habla de la capacidad negociadora de Alberto. Y como si fuera poco, el ministro de Economía del tramo final de esta gestión, Sergio Massa, hizo su acto de campaña en la sede de la central sindical. "El salario no es ganancia, es remuneración", dijo en ese momento.

A pesar de que, muchas veces, los trabajadores sindicalizados adhieren a las medidas convocadas por sus dirigentes para hacer sentir sus reclamos, lo cierto es que muchos sindicatos poseen un gran desprestigio, incluso entre sus propios afiliados.

Dante Camaño, secretario general de la Unión de Trabajadores de Turismo, Hotelerías y Gastronómicos, pasó por este mismo programa este martes y criticó la convocatoria a este paro, ya que considera que tiene un “carácter político” y agregó: “Lo que más necesitamos en este momento es trabajar. No son grupos sindicales, son grupos políticos”

Además, el dirigente hizo una distinción importante entre la reforma “laboral”, productiva, y una necesaria reforma “sindical”, criticando la corrupción de ciertos dirigentes gremiales. “No se puede ser empresario y dirigente sindical”, lanzó.

Dante Camaño: “Entre Milei y la izquierda K, voté a Milei”

Pero además del problema de la corrupción, otra de las razones de este desprestigio es que los gremios principales son percibidos como organismos antidemocráticos, donde las bases rara vez son consultadas a la hora de decidir las medidas a tomar.

Al ser consultado sobre la falta de apoyo de CGT a las marchas de jubilados,Daer declaró: “No se puede ser un librepensador”. “Hay que tener una táctica para ganar las elecciones, no hay que confundir el enemigo”, aseguró. Esta entrevista fue hace 10 días, en un contexto distinto luego de las marchas pacíficas del pasado miércoles y este lunes 24 de marzo.

Los motivos de la CGT pueden tener legitimidad, pero la falta de consecuencia de ciertos dirigentes le deja argumentos servidos al Gobierno para deslegitimar sus medidas de lucha y desprestigiar los reclamos. Desde el Gobierno nacional adelantaron que mantendrán una posición inflexible ante la protesta gremial y calificaron de "altamente político" el paro nacional. También se decidió desde la Casa Rosada interrumpir el diálogo con los sindicatos. En el fondo, al Ejecutivo le conviene enfrentarse a los sindicatos.

Las transformaciones estructurales en el trabajo, como la automatización, el teletrabajo y la expansión del empleo informal están cambiando la forma en que los trabajadores se organizan y protestan. En muchos países, la presión política y la negociación han reemplazado a las huelgas como estrategia sindical. En Argentina, el desafío será encontrar un equilibrio entre la defensa de los derechos laborales y la necesidad de adaptar los métodos de lucha a las nuevas dinámicas sociales. Los sindicatos deben evolucionar para seguir siendo una herramienta válida de reclamo en un mundo en constante transformación.

Producción de texto e imágenes: Matías Rodríguez Ghrimoldi y Facundo Maceira

TV/ff

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