Las marchas de los jubilados y la represión policial se ha vuelto un evento habitual de cada miércoles en nuestro país. Si bien Javier Milei dijo en campaña que “el ajuste lo iba a pagar la casta”, la parte más significativa del superávit fiscal se logró reduciendo las jubilaciones. Como el problema trasciende a este Gobierno, que vale decir empeoró el problema que ya venía de antes, y trasciende a la Argentina porque es un problema mundial, vamos a dedicar esta columna a aportar datos concretos que nos permitan comprender el problema en contexto con números de las jubilaciones y el costo sobre los presupuesto en Argentina y en otros países a lo largo de los años. Por eso, decidimos abrir la columna de Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3) con la canción “Llegar a viejo”, de Joan Manuel Serrat.
El Gobierno cree que la marcha de los jubilados de este miércoles será "tranquila"
Que los ajustes caigan habitualmente sobre los adultos mayores tiene motivos estructurales. No es este el primer gobierno que lo realiza, sino que es una sucesión de todos los últimos. El envejecimiento de la población es una tendencia mundial que agrega desafíos para la sostenibilidad de las cuentas fiscales de todos los países. La comparación de las jubilaciones a nivel internacional muestra una brecha significativa entre Argentina y otros países con sistemas previsionales más robustos.
Por ejemplo, mientras que las naciones modelo, con mejor Producto Bruto Interno (PBI) per cápita y distribución de la renta, como son los países escandinavos -Dinamarca y Suecia- las pensiones son de 1.400 dólares, en Argentina la jubilación mínima apenas alcanza los 320 dólares. En Brasil, la jubilación mínima aún es menor, de aproximadamente 275 dólares, pero los precios son más bajos en dólares en ese país en comparación con Argentina.
En Chile, donde rige un sistema de capitalización individual que se ha logrado sostener, las pensiones mínimas rondan los 400 dólares. Es decir, con el sistema de Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP), sin que ningún gobierno intervenga sobre los fondos de los jubilados, como se ve en las AFJP de Chile, no hay mucha diferencia. De cualquier forma, esos 80 dólares de diferencia entre la mínima de Chile y Argentina son poco desde la perspectiva que uno percibe, pero mucho para un jubilado.
El Índice de Global de Pensiones 2024 de Mercer ubicó a Argentina entre los últimos lugares entre 43 países evaluados, evidenciando la fragilidad de su sistema previsional. Pero al mismo tiempo, hay que reconocer las ventajas que tiene nuestro sistema: el 90% de las personas de más de 70 años tienen una cobertura, aunque sean las jubilaciones más bajas. La mayoría de la población de adultos mayores está cubierta por el sistema previsional, pero probablemente la contracara sea que las jubilaciones sean más bajas.
Así como en los 90 se decidió pasar a obligatoria la educación secundaria, sin poder duplicar las escuelas que antes atendían solamente a los colegios primarios -lo que fue muy bueno, pero en la medida que se amplió, se redujo individualmente la posibilidad para cada uno- entre 2001 y hoy se duplicó la cantidad de jubilados cuando la cantidad de trabajadores que aportan siguen siendo prácticamente la misma. A partir de la crisis del 2001, la cantidad de trabajadores en blanco es la misma y la cantidad de jubilados es el doble.
Hoy hay menos de la mitad de las personas que aportan, trabajo en blanco, contra los necesarios. Para que se pueda comprender, si no hubiera ningún dinero acumulado, harían falta 3 trabajadores aportando para que un jubilado cobre el 60% del sueldo promedio, o el 4 para que sea el 80%.
Cada trabajador en relación de dependencia aporta el 11% de su sueldo a la caja de jubilación, y la empresa que lo emplea aporta una contribución patronal del 10,77%, lo que hace pasar el 20% de los sueldos a la caja de jubilación. Por lo tanto, con tres empleados se podría pagar jubilaciones equivalentes al 60% del promedio de los sueldos. Si fueran 4, se cobraría el 80% de los sueldos de los activos. Esta simplificación no tiene en cuenta la existencia de aportes anteriores y la cuenta es más compleja, porque está relacionada con la edad de la población y el nivel de envejecimiento.
La clave es que los sueldos fueron perdiendo valor. La cantidad de sueldos que aportan al sistema jubilatorio es la misma, y los sueldos son menores. Si los sueldos fuesen mayores, se podrían pagar jubilaciones mayores. Hay una relación directa entre lo que se aporta y lo que cobran los jubilados.
El impacto de la inflación en nuestro país, los defaults de deuda con el que se acumularon los ahorros de las cajas de jubilaciones, especialmente por el crack del 2001, sumado a la caída del PBI de los últimos 10 años de Argentina, erosionaron más la falta de un sistema de pensiones sustentable que garantice ingresos adecuados a los jubilados.
Es cierto que si no hubiera inflación ni defaults, las jubilaciones serían mayores. Si se arregla la macroeconomía, más tarde o más temprano se arreglan las jubilaciones. Esta debe ser la perspectiva de Javier Milei. El punto es que mientras esto sucede, los jubilados no tienen tiempo para que la macro aumente los salarios y empiecen a recuperarse las jubilaciones en cinco años.
Mientras que en Europa, como no pasaron estas crisis, los sistemas de pensiones se financian a través de contribuciones sólidas y planes complementarios, en Argentina las crisis estructurales han hecho que la cantidad de dinero que cobran los jubilados sea cada vez menor, igual que el ingreso de los empleados en actividad. Esto genera una mayor dependencia de subsidios estatales, lo que ha hecho aumentar el porcentaje que aporta el Estado, aumentando el déficit fiscal y generando un problema de sustentabilidad de la macroeconomía.
Para solucionar el presente, tenemos más déficit fiscal para pagarle más a los jubilados, lo que genera más inflación y cracks. Tenemos un nudo bordeando allí, que solo podrá ser solucionado con el crecimiento de la Argentina y la recuperación de los sueldos y el aumento de empleo en blanco.
Antes de avanzar con más números y comparaciones con la Argentina del pasado y otros países para poner el tema en contexto, repasemos las declaraciones de algunos protagonistas. En primer lugar, el presidente Javier Milei dijo en campaña que no iba a usar la motosierra contra los jubilados como lo había hecho Patricia Bullrich. “Estuvo en el gobierno de la Alianza y les bajó el 13%”, sostuvo en un intento de dejar a Bullrich en tercer lugar, algo que logró.
Ahora veamos cómo Patricia Bullrich, en el 2001, justificaba la necesidad de ajustar a los jubilados. “Cuando un dirigente está en el gobierno tiene que tomar decisiones fuertes”, sostuvo cuando era ministra de Trabajo. Como vemos, los reclamos de los adultos mayores tienen una historia de larga data en nuestro país y el mundo, pero ahora bajo un nuevo contexto.
A medida que la población mundial envejece por la disminución en la tasa de natalidad y el aumento de la longevidad, la carga fiscal que supone la disminución de la población laboralmente activa crece, planteando un desafío hacia el futuro.
Analicemos primero cómo defendía este reclamo una jubilada célebre: Norma Plá. En un cruce con el periodista Mauro Viale, quien la acusó de buscar un lugar en la televisión, Plá dijo: “Yo no hice nada, los jubilados me eligieron a mí. Yo quiero los 450 y me quedo en mi casa”. Es impresionante el diálogo con la pobre señora allí sentada sin la capacidad de poder responder. Los periodistas que tenemos micrófono tenemos una situación de cierto poder, y deberíamos usarlo con más mesura.
La novela “Diario de la Guerra del Cerdo", Adolfo Bioy Casares narra la historia de una guerra entre jóvenes y ancianos que ocurre en Buenos Aires en 1969. Es importante destacar que Buenos Aires es la ciudad con la mayor cantidad de jubilados o personas de más de 65 años de toda la Argentina. 1 de cada 5 porteños es jubilado, el doble que el promedio del resto del país. Esto tiene que ver con la población de la ciudad, que es la misma de hace 50 años y ha ido envejeciendo, mientras que en otras provincias, la tasa de natalidad es mayor.
La novela está enfocada en el personaje de Isidoro Vidal, un hombre que, si bien está jubilado, se encuentra en el límite de la vejez, al punto que algunos lo encuadran como “viejo” y otros no. Ante las persecuciones y linchamientos, los ancianos se debaten entre los deseos de continuar su vida normal, la indignación y el miedo. Incluso, las relaciones familiares comienzan a ser afectadas. En 1975, la obra fue adaptada al cine.
Bioy Casares retrata los jóvenes como violentos y descerebrados que realizan sus actos sin saber qué motivos les guían pero, dentro de la irracionalidad de la situación, inserta frases alusivas a una explicación, como: “En esta guerra los chicos matan por odio contra el viejo que van a ser”.
Como metáfora de esta rivalidad etaria, podemos ver un ejemplo en nuestra sociedad. Javier Milei fue apoyado en un primer momento por los más jóvenes, que con su uso de redes sociales instalaron también sus dinámicas y lenguaje, a veces directo y cargado de insultos o apelativos hirientes.
Patricia Bullrich le recriminó en campaña a Milei el uso del término “viejos meados”, para referirse a los adultos mayores. Durante el debate de candidatos a presidente, la actual ministra de Seguridad dijo: “A la longevidad le decís viejos meados”. Como la frase sobre el pis de Horacio Rodríguez Larreta, parece que lo escatológico produce algún efecto de generar atención en la audiencia.
Pero vamos a las razones económicas de fondo de que el ajuste siempre recaiga sobre los jubilados en mayor medida. Vamos a ver un analizar que habla del envejecimiento de la población europea, la que más envejece, para luego ver cómo este mismo proceso se está dando en nuestro país, que es el país latinoamericano con la tasa de envejecimiento más similar a Europa, junto con Uruguay.
La población europea envejece a pasos agigantados. Mientras que en 1950 el 12% de la sociedad tenía más de 65% años, la proporción se ha duplicado en los últimos años y se espera que el número alcance el 36% para 2050. Esto se debe a la disminución de la tasa de natalidad y el aumento de la esperanza de vida, siendo las mujeres las que mayor esperanza tienen.
Son siempre las jubiladas, como Norma Plá o Beatriz Blanco, la jubilada calificada como patotera por Bullrich. Esto tiene que ver con que las mujeres duplican o hasta triplican a los hombres en cantidad de habitantes de más de 70 años, cuando nacen más hombres que mujeres.
Según el dossier estadístico de personas mayores elaborado por el INDEC en 2024, en 1914, la mitad de la población del país tenía hasta 20 años y la de 65 años y más representaba poco más del 2%. Este último grupo alcanzó en 1970 el 7% y, en 2022, casi un 12%.
Ahora veamos cómo aumenta el envejecimiento poblacional la carga sobre el fisco.
La cantidad de personas que reciben pensiones o jubilaciones aumentó exponencialmente. En 2022, casi 9 de cada 10 personas en edad jubilatoria recibe una jubilación o pensión. Este es un elemento para enorgullecernos. Solamente se dan proporciones así en Uruguay o Brasil, y obviamente en Europa. Un altísimo porcentaje de la población está cubierta, algo que ocurre en muy pocos países del mundo, pero la contracara es que los haberes son muy bajos.
Pero además de las jubilaciones, hay que tener en cuenta que a medida que las personas envejecen requieren mayor cuidado de la salud y mayor del Estado en la atención pública a causa de las enfermedades y limitaciones en el desarrollo de las actividades de la vida diaria.

El valor amarillo, que indica las personas que tienen obra social o prepaga (incluyendo PAMI) crecen respecto al color gris, que representa a quienes sólo pueden usar el sistema público.
Repasemos un poco de la historia reciente de Argentina con las jubilaciones para ver cómo llegamos hasta aquí. En 1994, el gobierno de Carlos Menem implementó un sistema previsional de capitalización individual, algo parecido al caso mencionado de Chile. Este cambio permitió que los trabajadores derivaran sus aportes a AFJP.
Las AFJP recibieron enormes sumas de dinero, pero destinaron casi un tercio a comisiones, gastos administrativos y comerciales, obteniendo ganancias millonarias a costa de los aportantes. Si bien en Chile hay quejas de que los fondos de pensión cobran caras comisiones, aquí terminó siendo algo disparatado.
Además, el invertir los fondos en activos financieros de alto riesgo como bonos del Estado Argentino, por momento obligados por los gobiernos y, en momentos de crisis, prestaron hasta el 75% del dinero al Estado bajo condiciones usurarias. Cuando hay un crack, esos fondos sufren las mismas pérdidas de valor. Finalmente, si son privadas pero el Estado obliga a invertir en el Estado, estamos en lo mismo, como si cobra un tercio por administrarlas. Eso no quiere decir que el sistema no sea útil, sino que no se aplicó de la manera correcta.
Con el default de la deuda en 2001, gran parte de esos fondos corrieron la misma suerte que todos los activos argentinos, perjudicando gravemente a los afiliados como a toda la ciudadanía. Lo que vino a demostrar es que la manera en la que instrumentamos la jubilación privada no cambiaba absolutamente nada.
Paralelamente, y esto es lo más importante, la precarización laboral y el desempleo crecieron, dejando a millones de personas sin posibilidad de aportar, lo que incrementó la población sin cobertura previsional. Hoy seguimos teniendo tanto trabajadores en negro, y la responsabilidad es del empleador que no aporta.
Para 2003, más del 35% de los mayores de 65 años no recibían jubilación ni pensión, es decir, 1 de cada 3 y se tenía que arreglar con la ayuda de sus hijos. Luego de las moratorias comenzadas con Néstor Kirchner en 2004 una moratoria previsional que permitió que menos de 10% de los adultos mayores quedaran sin cobertura.
El sistema de capitalización -las AFJP- se mantuvo hasta 2008, cuando Cristina Kirchner nacionalizó los fondos previsionales y los fondos volvieron al sistema de reparto. Pero la estatización de las AFJP y el hecho de que el Estado pasara a tener el doble de los jubilados que en el año 2001 representó un enorme aumento de la carga fiscal, generando que más del 50% del presupuesto nacional se destine a cubrir el déficit que tienen las cajas previsionales entre lo que recaudan y lo que hay que pagar.
Tristán Rodríguez Loredo, editor de economía de la Revista Noticias, habló con Canal E cuando Milei vetó la reforma jubilatoria, y lo explicó en los siguientes términos: “Más del 50% del presupuesto nacional se destina a jubilaciones y pensiones”. En su momento, el 70% del presupuesto nacional se destinaba a todo tipo de ayuda social, a lo que había que agregar otro tipo de subsidios para personas con carencias.
El porcentaje del Producto Bruto Interno (PBI) que los países destinan a las jubilaciones varía considerablemente según factores demográficos y económicos. Si los sueldos de quienes aportan son altos, el porcentaje que tiene que destinar el Estado para complementar es menor.
En Europa, Italia lidera con un gasto de aproximadamente el 16% del PBI, seguida de Francia (14%), España (12%) y Alemania (10%), mientras que los Países Bajos y Suecia invierten menos (5% y 7%, respectivamente). Italia, junto con Japón, son los países con mayor cantidad de personas de tercera y cuarta edad.
En América, Brasil destina alrededor del 12%, Argentina el 10%, Estados Unidos el 7% y México apenas el 3%. En Asia, Japón gasta un 10%, China un 4% e India menos del 1%. En el caso de China, solo la población urbana tiene jubilaciones. África presenta los casos más extremos y los valores más bajos, con Sudáfrica en un 3% y Nigeria por debajo del 1%. Se ve una relación dual entre los países pobres que no pueden destinar nada y los ricos, que destinan menos porque tienen la suficiente cantidad de empleados en actividad lo que permite que el Estado aporte menos.
En el caso de Argentina, la falta de aportantes suficientes y el estancamiento de los salarios en los últimos 10 años han convertido el financiamiento del sistema jubilatorio en un desafío estructural. La pérdida del valor de los salarios actuales disminuye a su vez la caja, y es otro de los factores que agrava el panorama. Sin embargo, la solución no puede reducirse únicamente a la reducción de beneficios, sino que requiere una reforma integral que garantice la sustentabilidad sin comprometer la dignidad de quienes han trabajado toda su vida.
Un tema importante es entender cómo se arreglan aquellas personas en países sin cobertura de jubilaciones. Por lo general, son ayudados por sus hijos. El gran problema estructural es que la tendencia es que cada vez hay menos hijos, lo que dificulta que las personas de la tercera edad sean ayudadas en 2070.
La referencia a “Diario de la guerra del cerdo” de Bioy Casares pone en evidencia una tensión intergeneracional que, si bien en la novela se manifiesta en términos de violencia, en la realidad se traduce en decisiones económicas que marginan a los adultos mayores. En muchos de los países sin sistema de jubilación, la expectativa de vida es menor. Es necesario buscar un modo sustentable de mantener el sistema previsional, pero lo primero que hay que hacer es tratar de comprender cuál es el problema.
La implementación de las AFP en Chile en 1981 introdujo un sistema de capitalización individual tiene aspectos positivos como la propiedad individual de los fondos, altos rendimientos en la mayoría de los casos (8% promedio por año) y menor presión fiscal para el Estado.
Sin embargo, generó críticas por las bajas pensiones, especialmente para mujeres y trabajadores informales, además de la vulnerabilidad ante crisis económicas, que han sido menores en Chile, y las altas comisiones, que no fueron más altas que las de las AFJP en Argentina.
A pesar de su eficiencia financiera, la falta de equidad y la dependencia del pilar solidario evidencian sus limitaciones puso en discusión su efectividad en todas las marchas que hubo en Chile hace cuatro años y derivaron en la presidencia de Boric. De hecho, el presidente Piñera tuvo que destinar que las AFP distribuyeran el 10% del fondo total como adelantamiento durante la pandemia.
Otro ejemplo a tener en cuenta es el de China, que es estatal, pero combina elementos públicos y privados. Lo que hay que plantear es la edad joven de su población, que está en proceso de envejecimiento, y que la jubilación en la ruralidad, donde vive más de la mitad del país, no existe,
Quizás la clave pase también por llevar adelante un programa de desarrollo que aumente la productividad de la economía Argentina, al tiempo que tienda a normalizar el trabajo registrado para generar suficiente recaudación y lograr así garantizar un digno pasar para los adultos de la tercera y cuarta edad sin que eso signifique un costo excesivo para la sociedad y el Estado a través del déficit público.
La historia ha demostrado que cada crisis económica tiende a trasladar el ajuste a los jubilados, como ocurrió en 2001 y se repitió en cada gobierno posterior. Las manifestaciones de los jubilados son un recordatorio de que, más allá de los números, hay vidas en juego.
Producción de texto e imágenes: Facundo Maceira
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