El criptogate es una especie de escándalo matriz de la cuál surgen múltiples escándalos y conflictos derivados, que a su vez son orígenes de otros y, hasta ahora, esa suerte de efecto dominó parece no detenerse. Sin embargo, algunos de los escándalos laterales nos resultan particularmente importantes para esta columna, como la interrupción de la entrevista del presidente Javier Milei con Jonatan Viale, el descargo del periodista y la acusación a otros colegas por cobrar dinero a cambio de apoyar a un candidato presidencial. Todo esto resulta muy grave para la profesión periodística y es un síntoma de la relación que cierto sector de los colegas tiene con los gobiernos de turno y con su propia audiencia.
Para analizar esto y abogar por un ejercicio profesional que sea crítico con el poder, empezamos esta columna de Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3) con El Necio, de Silvio Rodríguez, una canción en la que el protagonista se niega a vender sus ideales para formar parte de los artistas protegidos por los gobiernos y se enorgullece de “la necedad de no tener precio”.
La frase completa que da origen a nuestro título es: "Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás es relaciones públicas", y es el genial escritor y periodista George Orwell. En esta frase se da por obvio que el periodismo se opone siempre al interés de alguien. No porque el periodismo sea en contra de nadie, sino porque la lucha de poder de la política, la competencia económica en los negocios y hasta el crimen organizado tiene intereses contrapuestos.
En cada uno de estos “campos de lucha”, cómo desarrolló el sociólogo francés Pierre Bourdieu se desatan contiendas entre diferentes actores y las noticias, los editoriales o el análisis que hace cada periodista y medio puede perjudicar a unos en desmedros de otros.
Esto puede hacer que el actor social o sujeto noticioso, sea político, empresario o quien fuese, quiera intentar influir o amedrentar al periodista, algo que es una triste realidad de nuestra profesión o, lo que es aún peor y más triste: que el propio periodista se preste a utilizar su voz, su prestigio y credibilidad como una herramienta de defensa de los intereses de un político, por ejemplo.
Ahora, primero, tratando de hacer culto a un ejercicio de lo que en periodismo, que es la pirámide invertida, vamos a empezar por el núcleo de la noticia que estamos tratando y lo último que sucedió. Un fragmento del descargo de Jonatan Viale luego de que el día anterior se haya filtrado un pedazo del crudo del video de la entrevista con el Presidente, en el que el asesor Santiago Caputo intenta, y luego consigue, cortar la entrevista cuando entiende que lo que estaba diciendo era perjudicial por sus implicancias judiciales.
En el programa “¿La ves?”, por TN, Viale admitió: “Me faltó firmeza para mandar a la mierda a Santiago Caputo”. “Tuve miedo de que la nota se suspendiera, quería asegurarme el material”, expresó.
Es interesante que haya reconocido el error, esto es bueno, pero cuando se enoja por las críticas de sus colegas dice algo que es inquietante. “Vos que decís ‘qué vergüenza’, te llenaste de guita con sobres de la política”, acusa sin nombrar a un colega.
Antes de referirnos al destinatario, hay dos elementos por analizar. Eso no es periodismo. Es una amenaza o una extorsión. Si se tiene datos concretos de colegas que cobran para hablar bien de un determinado político y se tiene la prueba, en primer lugar, sería periodísticamente pertinente dar la información.
Además, si se utilizó el dinero público para comprar la voluntad de un periodista, eso es un delito y hay que investigarlo. Demostrar en televisión que uno lo sabe y no decir nada parece más una escenificación de una complicada defensa. Hacemos votos para que Jonatan Viale se refiera concretamente a quiénes son los periodistas a los que está acusando.
En relación al destinatario de esta acusación, de la que por ahora Viale no presentó pruebas, probablemente se trate de un colega que compartía uno de los clásicos pases en La Nación +.
Quien dijo que el desempeño de Viale en el reportaje con el Presidente “fue una vergüenza”, fue Eduardo Feinmann. En el pase con Ignacio Ortelli en A24, el periodista criticó la actitud de Viale. “Es una vergüenza, un bochorno ver a alguien que se mete a una nota y a un periodista que no tiene ni idea qué hacer, que permite que el Presidente le diga cómo tiene que seguir preguntando. Yo no lo hubiera hecho”, sentenció Feinmann.
Nosotros no vamos a opinar sobre qué es o no es verdad, porque no tenemos los elementos. Si podemos decir que este intercambio entre Feinmann y Viale trae preocupación sobre la profesión e independientemente de si hay sobres o no hay sobres, algo de lo que el Presidente culpa casualmente a los periodísticas críticos, y no a los condescendientes, lo importante es que se puede ver un periodismo cercano al poder que defiende todo lo que el poder hace. Eso no empezó con Jonatan Viale y es un fenómeno que se fue desarrollando con los años en nuestro país y el resto del mundo.
Javier Milei y Jonatan VialeEl contrato de lectura, una figura del genial semiólogo Eliseo Verón, es una suerte de pacto implícito entre el productor de un texto o cualquier producto comunicacional y su audiencia. Un texto, por ejemplo, da pistas a través de su estilo, género y estructura, y el lector, con su experiencia y expectativas, las recoge para darle sentido.
No es algo fijo ni explícito, sino una relación que se va armando en la lectura, lo que hace que un mismo texto pueda entenderse de distintas maneras según el contexto, quién lo emita y quién lo lea. En definitiva, el significado no está solo en las palabras, sino en cómo interactúan con quien las recibe.
Si bien Eliseo Verón desarrolló este concepto pensando en diarios y revistas, pero vale para cualquier producto periodístico. Hay alguna suerte de contrato de lectura entre los periodistas afines a Milei de que sólo recibirán contenidos que favorezcan al Presidente o la audiencia espera información objetiva y es engañada por los periodistas. Es decir, ¿la audiencia quiere objetividad o solo espera confirmar lo que ya piensa? ¿Hay un pacto de lectura tácito? ¿Queda claro que esos periodistas le van a preguntar al Presidente lo que él quiere responder de la forma que sea preguntado y eso espera la audiencia? En tal caso, desde el punto de vista del periodismo, tal vez lo más difícil es que el compromiso no es darle a la audiencia lo que desea, si no la información que se tiene y debe recibir.
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Una vieja frase del diario New York Times decía que no se le daba a la audiencia sólo lo que quería leer, sino lo que debía. Una parte del menú tenía que incluir aquello que, aunque lo incomodase, lo mantuviera informado.
Por otro lado, ampliando el concepto de contrato de lectura, ¿no hay una suerte de contrato implícito entre gobernantes y periodistas que puede o no implicar “sobres”, como se repite tanto, pero que resulta en reportajes condescendientes? Esto parece ser así hace tiempo con presidentes que no dan conferencias de prensa, que solo van a hacer reportajes con periodistas que les son condescendientes y que direccionan la inversión de la publicidad pública, que es una herramienta de comunicación de todos los gobiernos democráticos del mundo, sólo a medios amigos. Eso es algo que sigue sucediendo en la Argentina de hoy por más que el Presidente diga lo contrario, porque lo hacen a través de las empresas que controla el Poder Ejecutivo, como YPF, Banco Nación y Aerolíneas Argentinas.
Es necesario institucionalizar las conferencias de prensa de los presidentes, de la misma forma que es necesario institucionalizar la distribución de la publicidad pública de manera no discriminatoria. Que vayan un periodista de cada medio y que se puedan hacer preguntas libremente es lo mejor institucionalmente para la calidad democrática.
Como dijimos, la cercanía entre cierto sector del periodismo con el poder no empezó con los periodistas que hoy están en discusión. Vamos a dar solo algunos ejemplos de esto en nuestra historia.
Empezamos con un puno muy triste de la historia argentina: la Guerra de Malvinas en 1982. Allí, José Gómez Fuentes, el periodista cercano a la dictadura militar, conducía el noticiero diario 60 Minutos, por el canal público ATC, y fue el encargado de sostener que la Argentina estaba ganando el conflicto. “La guerra va a terminar triunfando”, sostenía.
Otro caso más cercano en el tiempo es el de Bernardo Neustadt, el periodista más influyente de la década del noventa, que estaba tan alineado con el programa olítico y económico del presidente Carlos Menem que lo initó a conducir su programa. “Yo le cedo mi puesto”, le dijo el periodista, a lo que el mandatario respondió: “¡Va a subir el rating!”.
El expresidente Carlos Ménem directamente fue invitado a dirigir el programa. Parece realismo mágico, pero fue así. Milei que se mira en el espejo de Menem, a quien consideraba el mejor presidente de la historia argentina “por escándalo”, debe ver esto y le parecerá que su relación con los periodistas más cercanos es fría y distante, y tiene que avanzar mucho más.
Ahora veamos un fragmento del programa 6,7,8 durante el kirchnerismo en el que defendían al gobierno de Cristina Kirchner con argumentos increíbles. En 2013, los panelistas que popularizaron la frase “periodismo militante”, relativizaron la gravedad de la tragedia de Once, que dejó 51 muertos, mientras charlaban en el estudio con el entonces jefe de gabinete, Juan Manuel Abal Medina. “La confianza en el gobierno, ¿se ha perdido por la sobremagnitud que se le ha dado a la tragedia de Once”, dijo el periodista Orlando Barone.
Durante el kirchnerismo, Cristina Kirchner tampoco daba conferencias de prensa. Esto motivó a Jorge Lanta a organizar una suerte de manifestación de los principales periodistas en vivo. En 2012, el conductor de Periodismo Para Todos convocó a periodistas independientes para reclamar respuestas de la presidenta. “Nunca habla de la inflación, no dife una palabra sobre la inseguridad, no dijo nada de la tragedia de Once”, manifestó Lanata. “Queremos preguntar”, fue el reclamo del periodismo ante el silencio de CFK.
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Es interesante reflexionar si el tradicional antiperonismo de los medios más importantes de Argentina, con una distancia estética y que incluye a Perfil, genera blindajes a cualquier gobierno que no sea peronista para que no se le puedan hacer estas mismas cosas que se le pedían al gobierno de Cristina Kirchner. Sería ideal que, nuevamente, que los periodistas reclamemos que hayan conferencias de prensa a un gobierno que no sea peronista.
Son solo algunos ejemplos del pasado, pero hay muchísimos más. Viniendo a este Gobierno. Tal vez el contraejemplo más grave de Jonatan Viale es el periodista Marcelo Longobardi, quien luego de ser insultado por el Presidente y sus seguidores en las redes sociales, fue directamente echado de su programa de Radio Rivadavia. Es decir, para que quede claro, Karina Milei presionó a las autoridades de la radio para que despidan al periodista. La palabra “presión” es lo que cada uno desee aceptar ser presionado.
Antes de que esto suceda, mientras Longobardi era blanco de todo tipo de acusaciones infundadas e insultos del Gobierno, hubo un pase entre él y Viale, que resulta bastante anticipatorio de lo que sucedió. El 19 de noviembre pasado, en el pase entre su programa y el de Viale, Longobardi le reprochó a su colega que no se pronunciara contra el maltrato que sufre del Gobierno.
“Yo fui muy insultado por Kirchner, y ahora soy insultado por esta gente. Nunca trajé en un meido de comunicación que no diga una palabra sobre el tema. No pienso naturalizar que me insulten todos los días”, dijo con enojo Longobardi. Viale, por su parte, se limitó a responder que “no le gusta el insulto a los periodistas, pero es algo que hace el Gobierno”. Hasta genera piedad.
Luego de este pase, Longobardi contó en su canal de YouTube lo sucedido. EL 19 de diciembre, luego de su salida de Radio Rivadavia, Longobardi contó en que había sido despedido por presiones de la hermana del Presidente. “El dueño de Radio Rivadavia me contó que tenía comentarios adversos de Karina Milei”, denunció el comunicador.
El Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) emitió un comunicado en el que pone blanco sobre negro en relación al caso de Jonatan Viale: "FOPEA recuerda que el periodista profesional cumple la función de brindar información completa y veraz frente a la ciudadanía, y que es impropio que reciba instrucciones o limitaciones desde el poder. En caso de recibirlas, la ciudadanía tiene el derecho de saber que la información que recibió es parcial o condicionada (...). Un periodista profesional no es un vocero del poder ni un activista de las redes sociales sin marcos deontológicos. Tiene con la ciudadanía un compromiso de verdad y honestidad".
Vamos a dar un ejemplo de buen periodismo que tiene que ver mucho con lo que está sucediendo actualmente con el criptogate. Hace tres años, Ernesto Tenemabaum y Jairo Straccia acorralaron a Milei, entonces diputado, porque había hecho algo similar.
En junio de 2022, los periodistas le preguntaron a Milei por qué había recomendado invertir en la criptomoneda CoinX. “¿Es un posteo que hacés por tu recomendación, o es un canje publicitario?”, cuestionó Straccia. “Claro que cobro mis opiniones”, contestó el actual Presidente. Más allá de la comparación, lo que viene a cuento es que es evidente que el Presidente ya había hecho lo que hizo con la cripto $Libra.
Finalmente, sea cual sea el camino que se toma frente al Gobierno, si el de Viale o el de Longobardi, se entiende que la gestión libertaria busca destruir al periodismo. Sea porque lo copta y lo despoja de todo contenido, desprestigiando al profesional o sea porque lo ataca, lo descalifica e intenta destruir su reputación. Uno de los dos caminos por lo menos da la posibilidad de luchar por la profesión que uno eligió y ama. No será el más cómodo, pero creemos que es el más digno y el correcto.
Producción de texto e imágenes: Daniel Capalbo, Pablo Helman y Matías Rodríguez Ghrimoldi.
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