La marcha del pasado sábado fue iniciada por la comunidad LGBT, pero fue tomada por amplios sectores para expresar sus reclamos hacia el Gobierno. Tal fue la derrota política que recibió la gestión libertaria que luego de la movilización, Milei respondió que en realidad su discurso en Davos fue editado y desde la Casa Rosada intentaron plantear que fue una marcha política, orquestada por la oposición. Para analizar la naturaleza de la marcha y las perspectivas que se abren a partir de ella, abrimos la columna de hoy de Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3), con "Born this way”, de Lady Gaga, una canción de referencia para la comunidad.
Probablemente, la marcha haya convocado varios cientos de miles de personas en todo el país. Se calcula medio millón en toda la Argentina. Cientos de miles de personas no marchan porque sí. Era un día no laborable, no había paro, no pasaron los sindicatos por cada puesto de trabajo a plantearle a los trabajadores que tenían que marchar sí o sí, ni los punteros le dijeron a nadie que perdería el plan ni ningún lugar común del ideario de derecha que intentan explicar el porqué de las movilizaciones fue plausible. La marcha fue tan masiva como independiente. ¿Por qué cientos de miles de personas se movilizaron ahora y no antes?
Si dividieramos la vida en la esfera pública, por donde pasa la política, los grandes hechos, en fin, la historia que luego será enseñada en el futuro y la esfera privada por donde pasan los hechos pequeños, los asuntos personales, la preocupación por los afectos y los objetivos individuales, la mayoría aplastante de la sociedad vive en esta segunda esfera.
Hay momentos en la historia donde ambas se juntan, porque las políticas de un Gobierno, las catástrofes naturales o las guerras rompen las compuertas donde se resguarda la vida cotidiana y hacen que cientos de miles de personas, tal vez millones en el futuro, sean convocadas a la acción pública, a la actividad política, a las marchas, concentraciones, asambleas y todas las formas que tiene la sociedad para hacer política de manera masiva, por fuera de los palacios gubernamentales.
El Gobierno le recortó medicamentos a los jubilados, redujo la cantidad de medicamentos a los enfermos de HIV, desguaza el Hospital Bonaparte, echó trabajadores estatales, redujo la asistencia a los discapacitados y cuando se estaba por meter con nada menos que la identidad de una parte de la población, se sintió un “hasta acá”.
Esto mismo fue lo que expresó el periodista Luis Novaresio, a quién no se le puede reclamar que en realidad se movilizó porque es kirchnerista o está a priori en contra del Gobierno: “Algunos se preguntan por qué marchamos este sábado, y la respuesta es fácil, porque es hasta acá. No se puede decir, sin caer en el discurso de odio, que una pareja homosexual es una pareja potencialmente abusadora, es hasta acá”.
Pero ese “hasta acá” que expresa Novaresio no fue solo un “hasta acá” de la comunidad LGBT y menos de las banderas “woke”, como le hubiese gustado a Milei. El Presidente, con su ataque a una suerte de progresismo comunista perverso que “busca destruir los valores de accidente”, como dijo reiteradamente, convocó a muchos de los sectores agredidos por el Gobierno.
“Esta marcha es un rechazo total a las políticas que se quieren inventar ahora”, decía un jubilado cordobés entrevistado en televisión. Una joven asistente se expresaba en el mismo sentido: “Vinimos a la marcha a repudiar a este Gobierno, que desde que asumió lo único que hace es hambrear, reprimir y discriminar”.
Estas jóvenes manifestantes también le sumaron diversos reclamos a la movilización. “Estamos peleando por cosas muy esenciales: la salud y la educación”, declaraba otra de las manifestantes.
A diferencia de otras marchas ligadas al sindicalismo o a los movimientos sociales, las columnas orgánicas de las organizaciones partidarias de izquierda o peronistas, eran superadas ampliamente por las miles y miles de personas sueltas que asistieron a la marcha sin participar de ningún espacio político.
Había jóvenes que asistían con sus grupos de amigos, pero también había familias, parejas, gente sola y la creatividad popular, como sucede en movilizaciones tan masivas, no se hizo esperar.
Muchos asistieron con su propio cartel: “Prefiero ser puto a ser facho”, decía un cartel bastante elocuente. Otro similar decía: “vos tan falcon verde, yo tan arco iris” o “Nunca Musk”, en relación al magnate ahora devenido funcionario de Trump, Elon Musk, quien ya afirmó que tiene intereses en nuestro litio.
Luego de que el Presidente dijera que a los zurdos los iba a correr hasta debajo de la cama y les recomendaba que “tiemblen”, se pudo ver que en esta marcha no había presencia policial. Lejos de la tónica represiva con la que se enfrentó a otras movilizaciones, la marcha cortó todas las calles por las que estuvo sin que existiera el protocolo antipiquete de Bullrich.
Sucede que el carácter masivo de la movilización y el hecho de que fue tomada como canalización de muchas broncas aguantadas, de muchos “hasta acá”, como dijo Novaresio, la convirtieron en un acontecimiento político que expresó una mayoría social.
“Somos muchos más putos que milicos”, decía una bandera, y en un sentido profundo de la representación política, es cierto. Es decir, es cierto que quienes están a favor de los derechos de las minorías sexuales y que todos los que se sumaron a la movilización para expresar su reclamo son más que quienes siguen ciegamente al Gobierno en su agenda más reaccionaria.
El general prusiano Carl Von Clausewitz dijo en su libro De La Guerra de 1832 que “la política es la continuación de la guerra por medios no violentos”. Es decir, que la violencia ejercida en la guerra, tiene necesariamente un correlato político, una pelea por la mayoría social.
Siguiendo a Clausewitz, podríamos pensar que la represión también tiene la misma fórmula. Desde el punto de vista estrictamente militar, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, podría haber disparado gases contra la manifestación hasta desalojarla. Sin embargo, se temió pagar el costo político.
Patricia Bullrich dijo que no se volvería a cortar una calle y que todo el mundo debería marchar por la vereda. Sin embargo, quienes la seguimos políticamente hace algunos años, estamos acostumbrados a sus repentinos cambios de opinión. En el 2015, la ministra declaraba en los medios que “La votación sobre el proyecto de femicidio es muy importante”, mientras que en el 2018 se jactaba de la reducción de los femicidios diciendo que era “un logro muy importante de todos los organismos que trabajamos el tema de la violencia de género”. Declaraciones que contrastan in extremis con la participación en un Gobierno que asegura que las políticas de género son parte de un virus woke para destruir Occidente.
Desde que el Gobierno se dio cuenta de que la movilización iba a ser masiva, el presidente Javier Milei intentó tratar de desdecirse, o directamente negar que había dicho lo que había dicho. Sin embargo, luego de que se produzca, llegó al punto más lejos en este camino. Directamente afirmó que la oposición editó el video que miles de personas vieron en vivo.
“Me apena mucho que hayan sido usados por las basuras del Partido del Estado mediante un video que fue editado cuando la versión completa del mensaje no brinda lugar a dudas”, le respondió Javier Milei a un usuario en la red social X.
Según se recuerda, aunque no se consigan los archivos, la escritora y periodista italiana Oriana Fallaci le dijo a Bernardo Neustad que los argentinos teníamos un “enano fascista” dentro.
Esta frase se repitió mucho y en el 2019, el profesor universitario y sociólogo Daniel Ferestein, escribió un libro bastante premonitorio que se tituló “La construcción del enano fascista” y daba cuenta de cómo se estaban generando las condiciones para una salida neofacista en Argentina. Entre las razones que encontraba Ferenstein, explicaba cómo se responde con odio hacia algún chivo expiatorio, como puede ser los llamados planeros, las feministas, los piqueteros o inclusive la comunidad LGBTQ+, a las frustraciones generadas en la sociedad.
Bueno, también podríamos decir que los argentinos tenemos un enano democrático que puede articular esas frustraciones, esos dolores sociales en acciones políticas masivas y solidarias.
Tal vez sea esa la explicación mítica que le podemos encontrar a que cada tanto haya cientos de miles de personas que abandonen momentáneamente la vida privada, para decir presente en la cita con la historia que se genera cuando un Presidente los agrede constantemente.
Si existiese el enano fascista del cuál habló Oriana Fallaci, por suerte, no está solo y tiene el otro que le hace de contrapeso.
Producción de texto e imágenes: Daniel Capalbo, Pablo Helman y Matías Rodríguez Ghrimoldi.
FM