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MODO FONTEVECCHIA

Día 412: América Latina, ¿de nuevo patio trasero de Estados Unidos?

La asunción de Donald Trump revive los fantasmas de la Doctrina Monroe y el Big Stick. Su visión de América Latina como un "patio trasero" amenaza con retrocesos en las relaciones internacionales. ¿El inicio de una nueva era de sometimiento?

Donald Trump asumió como presidente de Estados Unidos
Donald Trump asumió como presidente de Estados Unidos | NA

Ayer, en su discurso de asunción, Donald Trump se encargó de dejar bien en claro cuál es el papel que tiene reservado para América Latina, nuevamente el patio trasero de Estados Unidos. Por eso, para analizar el futuro de la región tras la nueva era Trump, decidimos comenzar la columna de hoy de Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3) con América Latina, de Locales Rock.

A principios del siglo XIX, las colonias españolas que se habían formado luego de la Conquista entendieron que era su momento de independizarse. En 1808, Napoleón había invadido España y la invasión duró hasta 1812, año en el que sobrevino la guerra de independencia española. Esto le dio la oportunidad a las colonias para empezar su proceso de independencia.

Estados Unidos, ya se había independizado hacía casi 30 años, vio a la independencia de estas colonias como una oportunidad para desarrollar el comercio y su área de influencia. En ese marco, cuando en 1820 España se empezó a recuperar, el presidente estadounidense James Monroe propuso la doctrina que lleva su nombre, el 2 de diciembre de 1823. La Doctrina declaró que cualquier esfuerzo adicional de los países europeos para colonizar tierras o interferir con los estados de las Américas sería visto por los Estados Unidos de América como actos de agresión que requieren la intervención de Estados Unidos.

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Como contraparte, Estados Unidos aseguraba que no interferiría con las colonias europeas existentes ni en las preocupaciones internas de los países europeos. En ese momento, no era la potencia militar que es hoy, pero tenía de aliado a Inglaterra, que veía al país norteamericano como su llave para influir en la región.

En ese marco, surgió la noción de América Latina como “patio trasero” de los Estados Unidos. Luego de esto, Estados Unidos y España tuvieron un enfrentamiento por el control de Cuba.

En 1895, José Martí inició una insurrección en la isla. A pesar de las tropas enviadas desde la península, el ejército español vio diezmadas sus filas por los continuos ataques de los insurrectos y las epidemias. La explosión del acorazado estadounidense Maine en 1888 en La Habana sirvió como pretexto para que Estados Unidos le declare la guerra a España.

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El 1 de mayo, la flota estadounidense destruyó la escuadra española en Cavite, Filipinas. Y el 3 de julio acabó con el resto de la armada en la Batalla de Santiago de Cuba. Tras la guerra se firmó el Tratado de París, por el que España renunció a Cuba, declarada independiente, pero bajo administración de Estados Unidos, mientras Filipinas y Puerto Rico se convirtieron en colonias estadounidenses. Era el final del imperio español en América y Asia.

Como pudieron escuchar, a diferencia de la noción directa de colonia que imponía el imperio español, en el caso de Estados Unidos se habla de “bajo administración”. Hay una suerte de control más velado del país. Los lazos de sometimiento entre la nación dependiente y Estados Unidos son más ocultos que con el viejo imperialismo europeo.

Esta relación de supuesta fomentación de la “libertad de Latinoamérica” para avanzar en su influencia por parte de Estados Unidos siguió durante todo el siglo XIX. Como es costumbre, en Estados Unidos muchas veces se construye relato de su supuesto lugar benigno en el mundo a través de las producciones audiovisuales. Este lugar de Estados Unidos como nación fomentadora de la libertad y de España como un imperialismo atrasado y brutal fue escenificado en la clásica serie “El Zorro”, por ejemplo, ambientando en la época en la que la mitad del territorio norteamericano pertenecía al Virreinato de México.

La relación de influencia, sometimiento y tensión entre Estados Unidos y la región tuvo sus idas y vueltas, y se fue haciendo cada vez más compleja a medida que el país norteamericano crecía como potencia.

A principios del siglo XX, esta influencia tuvo un fuerte quiebre con la doctrina del Big Stick, “gran garrote”. Cuando en 1901 Theodore Roosvelt llegó a la primera magistratura de los Estados Unidos, la relación con América Latina dió un vuelco. Su forma de pensar era sumamente prejuiciosa y se traducía en una abierta animosidad contra los pueblos de Latinoamérica, sobre todo en América Central y El Caribe. Por ejemplo, se sostenía públicamente que los latinos eran “tumultuosos”, “poco trabajadores”, “indisciplinados” y “anárquicos”. Por ello, los Estados Unidos debían ejercer una misión civilizatoria hacia ellos. Theodore Roosvelt había sido combatiente en la guerra contra España por Cuba.

Como si fuera poco lo que acabamos de escuchar, en los años 60 y 70 se llegó inclusive a fomentar los golpes de Estado y las dictaduras militares para detener el avance del comunismo y la influencia de la Unión Soviética en la región. Para nosotros esta historia es conocida. La última dictadura militar, las torturas, los asesinatos, las desapariciones y los robos de bebés.

La última invasión directa de Estados Unidos en la región fue en 1989 en Panamá. Tras un incidente en 1989 en el que un soldado panameños le disparó a un marine estadounidense, el ejército estadounidense ingresó al país con 26 mil soldados, apoyados por la aviación y la marina, y se llevó detenido al jefe de Estado, Manuel Antonio Noriega, que se escondió en la embajada del Vaticano, pero finalmente se rindió el 3 de enero de 1990 y fue llevado a Florida. La invasión duró hasta el 31 de enero y fue duramente criticada y considerada una violación flagrante del derecho internacional.

Para entender la invasión, hay que tomar en consideración la importancia del Canal de Panamá, una obra de importancia estratégica, porque es un punto que une el Océano Atlántico con el Océano Pacífico. Es decir, quien controle este punto tiene un ahorro monumental de traslado y es un punto estratégico, tanto comercial como bélico.

El 26 de febrero de 1904, Estados Unidos adquirió el control del estratégico Canal de Panamá. Para tener en cuenta su importancia, entre 1531 y 1660, de todo el oro que ingresó a España, el 60% cruzó por allí. En 1819, el gobierno Español autorizó la creación del canal, a instancias de la sugerencia del científico aleman Alexander von Humboldt. En 1821 Panamá se independizó de España y decidió unirse a la Gran Colombia. La construcción del canal estuvo a cargo de Francia, luego de obtener la concesión del gobierno colombiano. La construcción del canal se inició el 1 de enero de 1880, pero tuvo grandes problemas por inundaciones y falta de experiencia en ingeniería, lo que llevó a la suspensión de la obra.

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Finalmente, el canal se realizó a comienzos del siglo XX, cuando Estados Unidos buscaba ampliar los mercados para su industria, por lo que Roosvelt impulsó la adquisición de la concesión y la construcción del canal. Roosvelt apoyó a rebeldes panameños contra el Gobierno, asegurándoles el apoyo de la marina estadounidense. En dos días, los panameños declararon su independencia, y en una devolución de favores, el 23 de febrero de 1904, le permitieron el control del canal a Estados Unidos por la suma de 10 billones de dólares.

El discurso de Trump sobre América Latina

Hicimos todo este recorrido para darle historia y contexto al discurso de Trump de ayer. Vamos a repasar los momentos en los que se refirió a América Latina.

Quizás el momento más fuerte de todo su discurso fue cuando dijo que se propone recuperar el Canal de Panamá.

“El presidente McKinley volvió rico a nuestro país con impuestos y talento. Era un empresario natural, y le dio plata a Teddy Roosevelt para todas las cosas grandiosas que hizo, inclusive el Canal de Panamá, que se lo han dado de forma tonta a Panamá después de que EEUU haya gastado tanta plata como nunca gastó en un proyecto, y perdió 38 mil vidas en el Canal de Panamá. Nos han tratado muy mal por este regalo tan tonto, que nunca se tendría que haber hecho. Y la promesa de Panamá se rompió, el objetivo de nuestro trato y el espíritu de nuestro trato fue violado. Los barcos americanos tienen impuestos caros y no los tratan de forma justa de ninguna manera. Y, por sobre todo, China maneja el Canal de Panamá, y nosotros no se lo dimos a China, se lo dimos a Panamá y lo vamos a tener de nuevo”, dijo el flamante presidente norteamericano.

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No hay ninguna prueba de que China maneje el Canal de Panamá, es una de las afirmaciones sin fundamentos características de Trump. Cientos de intelectuales han explicado que no hay preferencias, y allí se garantiza el pasaje de buques de todos los países con el mismo arancel. Además, el actual Canal de Panamá no es el mismo que se hizo a comienzos del siglo XX. Se lo agrandó para que naveguen buques de mayor porte, y esas inversiones las hizo el gobierno panameño.

Luego, un anuncio más simbólico, pero que también representa parte de la visión de Trump de América Latina.

“Cambiaremos el nombre del golfo de México por el Golfo de América”. “Estados Unidos reclamará su legítimo lugar como la nación más grande, más poderosa y más respetada de la Tierra, inspirando el asombro y la admiración del mundo entero. Dentro de poco, vamos a cambiar el nombre del golfo de México por el de golfo de América”. Algo que ya había mencionado varios días antes de asumir la presidencia.

Donald Trump
“Cambiaremos el nombre del golfo de México por el Golfo de América”, aseguró Trump.

Sería como si Japón, cuando invadió China durante la Segunda Guerra Mundial, hubiera decidido cambiar el nombre del Mar de China por “Mar de Japón”. Cabe recordar que gran parte de los Estados que recorren el Golfo de México eran territorio del Virreinato de México cuando se bautizó.

Por otro lado, tal vez uno de los aspectos más crueles de su discurso sea el que le dedicó a los latinos que viven en Estados Unidos. Haciendo un análisis, luego de toda la historia que estuvimos haciendo, podríamos suponer que gran parte de la inmigración de Latinoamérica hacia Estados Unidos tenga que ver con el deterioro económico que generó la propia intervención norteamericana en el desarrollo económico de estos países. Naturalmente, las personas sin oportunidades en su país buscan un destino mejor para ellos y sus hijos.

Trump fue particularmente duro en su discurso con los inmigrantes ilegales, muchos de ellos latinos, y dijo que declararía la emergencia nacional en la frontera sur de su país. “Voy a declarar emergencia nacional en la frontera sur”, sostuvo.

“Todos los que entraron de forma ilegal serán detenidos de forma inmediata, y vamos a empezar el proceso de devolver a millones y millones de aliens criminales al lugar de donde vinieron. Vamos a reinstalar mí política de ‘quédate en México’, voy a eliminar la práctica de ‘detener y liberar’, y voy a enviar fuerzas a la frontera del sur para eliminar la invasión desastrosa a nuestro país”, fueron sus palabras.

La perspectiva de Trump se conecta con aquella de Theodore Roosvelt de que los latinos son “inferiores” y hay que “educarlos”. Además, Trump planteó que a partir de hoy hará redadas para deportar a un millón de inmigrantes ilegales. Quien respondió al plan de deportación masivo de Trump fue el Papa Francisco, que esta mañana calificó los planes de deportación masiva de Trump como “vergonzosos”. “No se resuelven los problemas de esta manera”, afirmó.

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El mundo que propone Trump parece tener más que ver con la primacía a través de la fuerza que a través de los consensos internacionales. Para los latinos, ese mundo es conocido. De ese mundo hemos avanzado y lo dejamos atrás. Un mundo pre Naciones Unidas, pre Sociedad de las Naciones, creada en 1919, cuando su capital estaba en Suiza y no en Nueva York, luego de la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial y la firma del Tratado de Versalles. Un reflejo sano de los países, que comenzaban a darse cuenta que imponerse por la fuerza iba a derivar en una destrucción mutua, por lo que pusieron en pie una sociedad que pudiera establecer límites en la pelea entre uno y otro. La Sociedad de las Naciones duró 20 años, hasta que Hitler comenzó su invasión a los países vecinos.
La ONU, que es la continuación de esta iniciativa, se fundó el día que finalizó la Segunda Guerra Mundial, mudando su capital a Nueva York. El orden previo a 1919 era el del “garrote”, y es el mundo al que propone volver Trump. Al igual que Milei, considera que la organización de las Naciones Unidas “no sirve para nada”.

La alineación total de Javier Milei con el Gobierno de Trump, puede generar algún tipo de ventaja a corto plazo, pero no es una buena noticia a largo plazo, si Trump vuelve a considerar la idea de América Latina como patio trasero de Estados Unidos.

Producción de texto e imágenes: Daniel Capalbo, Pablo Helman y Matías Rodríguez Ghrimoldi.

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