La súper ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, logró pacificar la calle y aplacar la protesta social a fuerza de protocolo antipiquete y la utilización de gas pimienta. Además, la antigua candidata presidencial del PRO, tuvo duros cruces con su antiguo aliado Mauricio Macri. Se podría decir que primero fue la asesina de Horacio Rodríguez Larreta, ahora es la de Macri y parece que va por Victoria Villarruel. Ahora que el PRO está debilitado, ella fue una de las artífices de ese debilitamiento, cruzándose a las huestes de La Libertad Avanza. Una política picante podríamos decir, que se siente cómoda en el conflicto y la confrontación. Por eso, decidimos abrir la columna de Jorge Fontevecchia en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3) con el tango Azúcar, pimienta y sal de Héctor Varela.
Patricia Bullrich pasó de ser la candidata del PRO y Juntos por el Cambio a una ministra estrella del gobierno libertario. Este movimiento se hizo tras una ruptura política con Mauricio Macri, quien salió totalmente debilitado de esta contienda. Podríamos decir que Patricia Bullrich es la asesina del PRO.
Ese posicionamiento se logró con las dos fuerzas principales del logro de Javier Milei: por un lado, contener al dólar y la inflación, y por el otro, contener la calle. Algo parecido fue el caso de Nayib Bukele en El Salvador, que pasó a las monedas digitales y controló la seguridad. Poder contener la protesta social, y al mismo tiempo tratar de garantizar cierta sensación de control, seguridad y orden, junto con el orden macroeconómico, son las dos principales batallas en las que por ahora el Gobierno muestra resultados.
La pimienta que utilizó para desalojar las calles de piquetes y condimentar sus declaraciones contra el fundador del PRO podrían ser el condimento que terminaría de dejar en el pasado a Macri.
La ONG Amnistía Internacional elaboró un informe en el que manifiestan su preocupación por el aumento significativo de la represión a la protesta social que se produjo durante el primer año del gobierno de La Libertad Avanza y en particular, la gestión de Patricia Bullrich.
En números, el informe titulado “Disenso en riesgo” expuso el balance de la gestión; 1155 personas heridas, 33 con impactos de balas de goma en la cabeza o el rostro, 50 periodistas y trabajadores de prensa heridos mientras cubrían las manifestaciones y 73 personas criminalizadas por participar en las protestas.
Estos números del accionar represivo en específico se deben combinar con un análisis más amplio. Patricia Bullrich, tanto en su mandato como ministra de Seguridad del macrismo, como en la actualidad, tiene bastante eficacia en la construcción de enemigos internos. Durante el caso de Santiago Maldonado, la puesta en pie de la imagen del mapuche terrorista que es un peligro para el sur argentino logró tener su impacto en los medios y, tras las enormes movilizaciones que se sucedieron durante el caso, el balance político quedó a su favor. Es decir, Bullrich salió fortalecida de esa situación.
En la actualidad, Bullrich acusa a organizaciones sociales, dirigentes opositores y personas que simplemente se movilizan, de querer causar un golpe de Estado. Además, campañas que se repitieron en reiteradas ocasiones como la de que “el que corta no cobra”, dirigidas a los beneficiarios de los planes sociales, logró meter miedo en la base social del movimiento piquetero y se produjo una merma en su capacidad de movilización.
Más allá de las críticas que uno pueda hacer del exceso de la mano dura, la sociedad reclamaba retomar el orden y mejorar la sociedad, como sucedió en Rosario, donde dicen que el mayor mérito no es de la ministra, sino del gobernador Maximiliano Pullaro. No cabe ninguna duda que esto no es algo nuevo. El gobernador Carlos Ruckauf ganó en la provincia de Buenos Aires, cuando la ola era la de la alianza con De La Rúa y Chacho Álvarez, prometiendo mano dura, y De Narváez ganó sus elecciones proponiendo un plan de seguridad. La seguridad y la inflación son dos caballitos de batalla que la sociedad reclama y para los que, a diferencia de los gobiernos anteriores, esté está encontrando soluciones, haciendo crecer su valoración y la de Patricia Bullrich en particular.
En relación a la utilización del gas pimienta, las organizaciones opositoras denunciaron la utilización de un gas más dañino. La diputada del Frente de Izquierda, Laura Cano que además es médica del Hospital Cestino de Ensenada, dijo, durante la movilización contra la primera Ley Ómnibus: “es una combinación entre un gas pimienta y un gas lacrimógeno. En la bibliografía hay descritos al menos ocho tipos de gases lacrimógenos. El que ayer usaron, por lo que pudimos averiguar, es uno que contiene una sustancia llamada capsaicina, que produce una toxicidad dérmica muy irritante. Ocasiona un dolor similar a una quemadura de primer grado”.
La polémica por la utilización de gas pimienta llegó al momento más crítico cuando se acusó a la policía de gasear a una nena de 10 años. En ese momento se generó una discusión por este tema y en diálogo con Eduardo Feinmann, la ministra de Seguridad dijo: “El ministerio no envió ningún video a nadie y lo vi por La Nación +. No hicimos ninguna operación”. “Su jefe de Policía mandó el video”, le contestó el periodista.
Quien denunció el uso del gas pimienta en las marchas, fue el Papa Francisco. “El gobierno, en vez de pagar justicia social, pagó gas pimienta”, reclamó el Pontífice.
Otro de los temas controversiales sobre el uso del gas pimienta es el de usarlo contra los diputados. En junio de este año, Bullrich declaró: "¿A mí qué me importa que sean diputados? Hacen abuso de poder".
La inteligencia de Patricia Bullrich para doblegar la protesta social radica en la puesta en pie de un método en las protestas contra la Ley Bases en el Congreso. No hubo un sólo día en el que no haya habido situaciones de tensión con balas de goma, gas pimienta o palazos. No siempre fueron represiones muy feroces, pero sí logró construir la idea de que no era gratis movilizar contra el Gobierno, por así decirlo. De que, si se acude a una movilización, hay probabilidades de salir herido o directamente detenido.
“Ensayo general para la farsa actual, teatro antidisturbios”, dice una canción de Los Redonditos de Ricota que probablemente definan mejor el método de control de la protesta social de Bullrich. No solamente es el palazo o el gas, si no la utilización de las imágenes de represiones, del discurso de lo sucedido para generar el miedo en la población a que vuelvan a hacerlo.
Todos los gobiernos reprimen la protesta social. Durante el kirchnerismo hubo 12 militantes muertos en contextos de movilización. Sin embargo, el kirchnerismo intentaba ocultar su responsabilidad o tercerizar directamente la represión, como en el caso del asesinato del militante del Partido Obrero, Mariano Ferreyra, cuando una patota de la Unión Ferroviaria fue la encargada de confrontar a los manifestantes.
En cambio, el Gobierno actual, a través de sus múltiples voces de funcionarios, youtubers y periodistas oficialistas, generan una suerte de vanaglorización de la represión que parece buscar persuadir a la sociedad para que deje de asistir a las marchas.
Además hay innovaciones interesantes como las de cobrar el dinero del operativo represivo a las propias organizaciones. "Se les enviará la factura de los costos de seguridad a las organizaciones o individuos responsables. El Estado no pagará por el uso de las fuerzas de seguridad", advirtió la ministra en una conferencia de prensa.
La otra utilización de la acepción de “pimienta” en Patricia Bullrich, a quien podríamos llamar la “ministra pimienta”, es su particular estilo confrontativo, tiene una particularidad: la de pasar de la seca a la meca, por decirlo de algún lado. De la alianza a la confrontación y viceversa. Los casos paradigmáticos son los de Macri, Larreta y Milei. Con el expresidente, pasó de ser una aliada y en algún punto subordinada obediente a una temible rival, Larreta. Con Larreta, Bullrich se dedicó a limar su capital político con permanentes declaraciones en la que se lo tildaba de tibio. Con el actual Presidente, pasó de rivalizar y decirse las peores cosas, recordemos que Milei le había dicho que era “una montonera que ponía bombas en jardines de infantes”, a ser una de sus ministras preferidas. Una política tan maleable como implacable.
Bullrich junto a Macri eran considerados los dirigentes de la fracción de los halcones del PRO. Ellos se enfrentaban a dirigentes palomas como Horacio Rodríguez Larreta y a María Eugenia Vidal. Eran aliados y Macri fue clave en que sea una de las candidatas a presidente de Juntos por el Cambio. Además, Bullrich fue una de las ministras más populares en su gobierno.
En este mismo programa, en julio de 2022, Bullrich analizó el gobierno de Macri y dijo: "El gobierno de Macri no entendió la historia argentina a la hora de gobernar". “Hubo una idea mágica de que el sólo hecho de llegar cambiaba las condiciones de la Argentina. Uno no gobierna la Argentina de los últimos tres meses”, expresó. Vale mencionar que desde que asumió como ministra de Milei, nunca más se prestó a conversar con ningún periodista de PERFIL.
Además, Patricia Bullrich dijo que el PRO al no querer fusionarse con La Libertad Avanza, pensaba ser “un partido chico”. Al asumir la presidencia del PRO, Macri le contestó. “Habla con desdén y de forma peyorativa del PRO. Todos nos matamos para que ella gane, y a ninguno nos causó gracia que salga tercera, pero no es culpa de la dirigencia del PRO”. Sobre la fusión con LLA, el expresidente se mostró en contra de la idea porque “el PRO tiene una historia”.
Además, hubo discusiones entre Patricia Bullrich y Mauricio Macri sobre qué relación debía tener el PRO con el Gobierno. Para Bullrich, la política era de fusión con la fuerza libertaria. Macri siempre estuvo interesado en mantener la independencia, porque augura una caída de popularidad del Presidente y plantea una alternativa de derecha más institucional, que además sería un acto responsable para que Argentina tenga otras alternativas en la alternancia del poder, condición fundamental de la democracia. Esto motivó cruces entre ambos y Bullrich no se privó de enviar sus dardos a través de los medios.
En septiembre de este año, Bullrich aseguró en una entrevista que “Macri tiene que ayudar, pero el presidente es Javier Milei”. “Todos los demás tenemos que ayudar al gobierno en cada área y al presidente para que esté fuerte en su lugar”. En otra de sus críticas al presidente del PRO, la ministra dijo que quería hacer lo mismo que ahora durante el gobierno del macrismo, pero que “no la dejaron”.
Además, apuntó contra el partido durante el debate de Ficha Limpia: “Ahora se quejan de que no sacan el proyecto y se cortan las vestiduras con el republicanismo cuando, durante los cuatro años de la presidencia de Macri, no la promovieron”.
Patricia Bullrich es una excelente creadora de sentido. Construye su perfil de mujer fuerte y determinada que enfrenta a los poderosos enemigos de la casta que quieren hacerle un golpe de Estado al Gobierno. Sin embargo, el delito en Argentina está en niveles alarmantes, el manejo de las fuerzas de seguridad en casos como el de Loan fue bastante reprochable y las ciberestafas son cada vez más frecuentes. Tal vez, necesitemos que nuestros políticos se dediquen a ponerle menos pimienta a sus declaraciones y más política a nuestras soluciones.
Ahora, hay un hecho que es cierto y que tiene que reconocer el progresismo. Los dos aciertos de este Gobierno, que muestran por qué su popularidad se mantiene a pesar del ajuste económico, es porque atacó dos problemas que el progresismo no quería ver: el orden económico y el de la calle. Una cosa es el orden de la calle y otra es el delito, pero no cabe duda de que en Rosario, por ejemplo, hubo avances en este sentido. Hay mucho camino por recorrer, pero hay que reconocer aquellas cosas que se han producido con éxito. Patricia Bullrich y Luis Caputo, el ministro de Economía, son los dos baluartes para que el presidente Milei mantenga su aprobación, a pesar de los aspectos negativos.
Producción de texto e imágenes: Daniel Capalbo, Pablo Helman y Matías Rodríguez Ghrimoldi.
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