De manera deliberada, el Gobierno, con el Presidente a la cabeza, inició un proceso de persecución para todos aquellos que se atrevan a desafiar su figura, pero tiene un capítulo central en la destitución de la canciller Diana Mondino y al personal de carrera de los departamentos de política exterior. Por eso, para analizar este presente, abrimos el programa de hoy escuchando The shortests straw, de Metallica, una canción que hace referencia a las persecuciones de personas durante el macartismo.
Winstons Smith, el protagonista de la genial obra literaria 1984, escrita por George Orwell, descubre un libro escrito por el jefe disidente, Emmanuel Goldstein, en el que se describe el mecanismo llamado “doblepensar”, un instrumento de dominación del Gobierno en la sociedad distópica que existe en la trama.
El mecanismo del doblepensar es una herramienta psicológica de dominación en la cual se manipula a la sociedad para que crea por verdadero lo que evidentemente es falso o sostenga dos ideas que son claramente contradictorias entre sí. Todo esto, en absoluta contradicción con todo lo que las personas saben o recuerdan.
Winston, de esta manera, se empieza a dar cuenta de lo que sucede y junto a una muchacha llamada Julia, se unen a la resistencia.
Exactamente lo mismo le sucede a Guy Montag, el protagonista de otra genial obra literaria, Fahrenheit 451, escrita por Ray Bradbury. En la sociedad distópica creada por el autor estadounidense, se queman libros. De hecho, el título del libro está acompañado de un subtítulo en el que aclara que la temperatura señalada, equivalente a los 232,8 °C, “la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde”.
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Montag es un “bombero” que se encarga, paradójicamente, de quemar libros. Un día se cansa de su papel como destructor del conocimiento y también se une a la resistencia, un grupo de rebeldes que se encargan de memorizar y compartir las mejores obras literarias del mundo para preservarlas.
Si bien los dos libros fueron publicados con solo cuatro años de diferencia, hacen referencia a distintos gobiernos represivos. 1984 de Orwell se refiere a los mecanismos de control del estalinismo durante la ex Unión Soviética y Fahrenheit 451, refiere, según las propias palabras de Bradbury, a la persecución de los presuntos comunistas en los Estados Unidos de la década del 50, impulsada por el senador Joseph McCarthy.
Evidentemente, esta década no fue un buen momento para las personas a quienes les gusta tener sus propias ideas y pensar libremente. Se te podía perseguir por ser comunista, contrarrevolucionario, o cualquier otra cosa, según donde nacieras.
Esto mismo le pasó a Alan Turing en 1954, el famoso matemático que anticipó la inteligencia artificial. Durante la Segunda Guerra Mundial, Turing descifró, junto a un equipo en un centro de inteligencia británico, los códigos nazi elaborados por la “máquina enigma”. Turing desarrolló una máquina que desentrañar los complejos códigos que ocultaban los mensajes nazi. Esta innovación permitió interceptar y comprender las comunicaciones nazi, acelerando el fin de la guerra.
Además, es considerado el padre de la informática y responsable de sentar las bases de la computación moderna. Pero a pesar de sus logros, enfrentó una persecución implacable por su homosexualidad, considerada un crimen en la Inglaterra de la época. Fue sometido a castración química y murió trágicamente en 1954. En 2013, la reina Isabel II le concedió un indulto póstumo, reconociendo su invaluable contribución a la humanidad.
Recientemente, la diputada libertaria Lilia Lemoine reivindicó la figura de McCarthy. El 3 de noviembre, durante una entrevista en TN, la inefable diputada seguidora de Javier Milei afirmó que “McCarthy tenía razón”. “A mí no me ofende que digan que estamos siendo macartistas, porque si algo que vio McCarthy fue que la infiltración comunista en su gobierno era algo real, que después con el tiempo se probó, y no podemos permitirlo”, sostuvo la parlamentaria.
En 1949, Joseph McCarthy, un oscuro senador que a lo largo de su vida había sido demócrata liberal luego giró hacia una orientación republicana conservadora. A partir de 1949, inició una feroz campaña contra lo que consideraba comunistas y enemigos de Estados Unidos, una verdadera “caza de brujas” a mediados del siglo XX. Sus primeras víctimas fueron los pacifistas e intelectuales, como el dramaturgo alemán Bertoldt Brecht, el químico Linus Pauling, o incluso el físico Albert Einstein. La persecución llegó incluso hasta las estrellas de Hollywood, como Charles Chaplin. También persiguió a miembros del alto mando militar, pero lo más insólito es que hasta el presidente de los Estados Unidos llegó a figurar en las listas negras macartistas. A los señalados como enemigos, le siguieron los sospechosos, y luego se le sumaron los sospechosos de ser sospechosos.
La transformación de Joseph McCarthy muestra que la caza de brujas proviene de un desorden psicológico que trasciende cualquier ideología. En su texto doctoral, el psiquiatra Jacques Lacan desarrolla el caso Aimée, en el que explica que la paranoia es producto de un narcisismo no correspondido. Que los altos ideales que la persona tiene de sí no son correspondidos con la respuesta que le devuelve la sociedad.
Actualmente, el comunismo dejó de ser una fuerza política que esté disputando el mundo. Los partidos comunistas siguen existiendo, pero tienen un tamaño muy pequeño y, en lugares donde tienen más fuerza, son espacios totalmente adaptados al juego democrático y al sistema capitalista. El comunismo actual está compuesto por diferentes partidos que actúan en el ecosistema militante del progresismo, con posiciones bastante más moderadas.
Un ejemplo es Irací Hassler, alcaldesa de la comuna de Santiago, región céntrica de Santiago de Chile, que, siendo del Partido Comunista, llevó adelante una gestión municipal bastante común: no se expropiaron las empresas ni se detuvo a la disidencia y tampoco hubo ninguna revolución armada.
A pesar de esto, el presidente argentino, Javier Milei, ve comunistas por todos lados. Entiende que los comunistas, colectivistas y socialistas gobernaron el país desde el fin de la hegemonía conservadora en principios del siglo XX. ¡Incluso antes de la aparición del comunismo! Además, confunde el comunismo como ideal con su variante totalitaria, el estalinismo.
Atribuye todos los males del país a estos supuestos comunistas o cualquiera de esos insultos o sinónimos que profiere permanentemente e inició contra ellos, al igual que el resto de la extrema derecha mundial con Donald Trump a la cabeza, la llamada “batalla cultural”.
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El objetivo de esta cruzada ideológica es instalar un conjunto de ideas tan descabelladas como las que escucharon, y un programa económico que, en resumidas cuentas, concentra la riqueza en cada vez menos manos.
Algunos ejemplos de la paranoia de Milei con el comunismo son verdaderamente desopilantes. Por ejemplo, en agosto del 2021, Javier Milei llamó “comunista” a Horacio Rodríguez Larreta. “Como el zurdo de mierda que sos, a un liberal no le podés ni lustrar los zapatos, sorete, te puedo aplastar hasta en silla de ruedas”, lanzó.
Además de los insultos y de la agresividad del Presidente. Lo verdaderamente extraño es la instalación de una mentira que evidentemente no tiene ni pies ni cabeza. Horacio Rodríguez Larreta es un dirigente de la centro derecha. La agenda que defiende no es de izquierda y nunca militó en ninguna organización progresista ni siquiera. Simplemente no está con las posiciones extremas del Presidente y eso lo vuelve un “comunista”, “socialista”, “zurdo de mierda”, y merecedor de todo tipo de insultos y amenazas.
Tan ridícula y obviamente falsa es esta acusación a Horacio Rodríguez Larreta, que cuando el ex dirigente del Pro fue a la marcha en defensa de la universidad pública hace pocas semanas, terminó siendo agredido por propios asistentes a la marcha, que lo acusaban de derechista. Algo que a un dirigente de izquierda jamás le hubiese ocurrido.
El ex canciller Rafael Bielsa publicó este lunes en Perfil.com una columna titulada “La nómina frívola”, en ella, cuenta:
“El 18 de octubre pasado el Poder Ejecutivo la emprendió contra el Servicio Exterior de la Nación. Culpó a ‘los principales organismos internacionales’ de promover políticas que ‘atentan contra el crecimiento económico, violentan los derechos de propiedad, y entorpecen el proceso económico natural’. Y exigió al cuerpo diplomático hacer lo que se le ordene o dar un paso al costado. El 30 de octubre repitió la andanada, añadiendo la iniciación de una ‘auditoría al personal de carrera’ con el objetivo de identificar ‘impulsores de agendas enemigas de la libertad’. Rechazar tales mezclas de falta de educación y exceso de amenazas no es nuevo ni tampoco es redundante. Ya Calígula empezó prefiriendo la frase ‘no importa que nos odien siempre que nos teman’ y Vania -el personaje de ’El mago del Kremlin’- subraya que ‘quien es mantenido en un estado de permanente incertidumbre vive desasosegado por el pánico’. La idea de revuelta no pasa por su cabeza porque está demasiado preocupado en eludir los rayos que pudieran caer sin preaviso. Pero todo pasa en los asuntos humanos, y los francos que adoraban a múltiples dioses se convirtieron al catolicismo para ganar una batalla (‘adora lo que hasta ahora incendiabas, e incendia lo que adorabas’)”.
El analista internacional Juan Toklatian, fue otro de los que relacionaron el macartismo con esta purga del Gobierno. El profesor de la Universidad Di Tella dijo que “ya la nota del 18 de octubre que el Presidente le envió a todos los miembros del servicio exterior argentino, decía que quien no comulgue con su política tenía que dar un paso al costado, es anticonstitucional”. “Organizar una auditoría para identificar a ‘los impulsores de agendas enemigas de la libertad’ es macartismo”.
El argumento central del Gobierno para echar a la canciller Diana Mondino y llevar adelante esta suerte de purga contra el personal de carrera del Servicio Exterior de la Nación es que no se puede llevar adelante una política contraria a lo planteado por el Presidente. Este argumento es contrario a lo que dice el juramento de los diplomáticos, que establece defender los intereses de la Argentina y no de un presidente de turno.
El Presidente trató de “enemigos de la libertad” a los diplomáticos que no piensen como él. Si los que no pensamos como él somos “enemigos de la libertad”, ¿por qué se detendría en perseguir y solo a los funcionarios diplomáticos de la Cancillería?
Si logra el apoyo popular necesario, ¿que va a hacer con los políticos opositores, los dirigentes sociales que no comulguen con la política de Sandra Pettovello, los cineastas y actores que no estén de acuerdo con el desfinanciamiento del INCA o los políticas que no nos sumemos a su staff de periodistas militantes? ¿Cuánto del autoritarismo que el Presidente no ejerció tiene que ver con cierta vocación liberal y cuánto tiene que ver con que evaluó que llevar adelante medidas de persecución ideológica era un costo político demasiado costoso de pagar? ¿La batalla cultural es solo un ejercicio argumentativo, una práctica de insultos sistemáticos o es la primera fase de un plan mayor que tiene a la persecución ideológica y tal vez judicial como corolario?
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El Presidente, además dijo que el Gobierno está permanentemente monitoreando las redes, dando la idea de una suerte de “panóptico digital”. Su objetivo es que sus funcionarios y la oposición sepan que él siempre está observando. De vuelta, la referencia a 1984 y el Gran Hermano es una asociación casi automática.
¿Qué hubiera escrito Ray Bradbury si hubiera conocido los instrumentos de control que hoy permite la tecnología? Hasta podríamos reflexionar si hubiera sido posible el alzamiento de la Plaza Tiananmen en China a fines de los 80 con el sistema de cámaras y control con que hoy cuenta el gobierno de ese país.
Evidentemente, la tecnología permite hacer mucho más efectivo un control del tipo que pretendieron llevar adelante aparatos como el del estalinismo o el macartismo.
El 8 de noviembre, Manuel García Solá denunció, durante una entrevista en Radio con Vos, que le pidieron la renuncia “por denunciar persecución ideológica a becarios e investigadores”.
Uno de las grandes discusiones es si puede haber libertad económica sin libertad política, y qué ocurre si los beneficios de la libertad política terminan destruyéndose en pos de llevar adelante un plan liberal, como ya ocurrió en otros momentos de nuestra historia. La combinación de liberalismo económico con conservadurismo político termina engendrando una contradicción que destruye todo y no lleva a ninguna parte.
En el programa que antecede a este, La Previa, García Sola comentó que todos los días, cuando iba a trabajar al Conicet, se encontraba con un funcionario que trabajaba de censurador. García Sosa lo comparó con Miguel Paulino Tato, quien fue director y censor oficial del Ente de Calificación Cinematográfica, labor durante la cual prohibió, editó o censuró de alguna forma decenas de películas nacionales durante el Gobierno de Isabel Martínez de Perón.
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Volviendo a Fahrenheit 451 y a 1984, tanto en la quema de libros como en el mecanismo del doble pensar, lo que buscan es instalar una verdad oficial construida en base a mentiras evidentes. Se señala a la disidencia que es quien pone en cuestión esta versión oficial hecha de mentiras, se la demoniza, se la persigue y se la censura.
En ambas ficciones, gracias a que personas que son parte de los aparatos de represión y falsificación de esos Gobiernos, empiezan a desarrollarse las tramas, hay una historia. Quizás ese sea el objetivo de esta columna, que más gente empieza a cuestionar lo que está pasando, cuando nos están haciendo creer un conjunto de verdades que evidentemente son todas mentiras.
Estamos a tiempo. Esta deriva autoritaria del Gobierno recién comienza. No hay que sumarse al escarnio público de los que son señalados del Gobierno como “enemigos de la libertad”, “comunistas”, “colectivistas” o “traidores de la patria”. El único remedio es informarse, pensar independientemente y no dejar de debatir los temas importantes en este país.
FM