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Día 333: Elon Musk y la magnatecracia

De sus inicios durmiendo en una oficina a ser ícono de la innovación, Elon Musk ha redefinido la figura del empresario moderno. En un mundo donde los multimillonarios parecen reemplazar a los políticos, Musk emerge como símbolo de la “magnatecracia”. Su papel en esta nueva era de poder y sus vínculos con Trump.

Elon Musk en una conferencia en Beverly Hills, California.
Elon Musk en una conferencia en Beverly Hills, California. | Reuters

Elon Musk se volvió fundamental para la campaña de Donald Trump, en esta columna intentaremos explicar quién es este nuevo “superhombre”, magnate, y su influencia mundial.

En una entrevista, así relata el magnate sus inicios en el mundo de la tecnología y el emprendedurismo: “Cuando mi hermano y yo empezamos nuestra primera empresa en lugar de conseguir un apartamento alquilamos una pequeña oficina, dormíamos en el sofá”.

“No teníamos dinero solo teníamos un ordenador Así que el sitio web estaba en marcha durante el día y yo estaba codificando por la noche, siete días a la semana todo el tiempo. Si los demás trabajan semanas de 40 horas y tú trabajas semanas de 100, aunque hagas lo mismo, conseguirás en cuatro meses lo que ellos tardan un año en conseguir”.

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“Cuando era joven No sabía realmente lo que iba a hacer cuando fuera mayor la gente no dejaba de preguntármelo, pero al final pensé que la idea de inventar cosas sería realmente genial, y la razón por la que pensé eso fue porque leí una cita de Arthur C. Clark que decía: ‘una tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia’”, continúa Musk. 

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En esta nueva revolución industrial tecnológica, aparecen nuevas tecnologías que generan fortunas. Su primer emprendimiento fue PayPal, un sistema de pago digital, luego fue pionero en los autos eléctricos, creó la primera compañía aeroespacial privada, y así se fue convirtiendo en el principal innovador mundial.

Ahora, el problema de Elon Musk no es la innovación, sino otro tipo de comportamientos, que lo llevan a un deseo de dominio que excede el mundo de la innovación. 

Si las monarquías eran regímenes gobernados por un rey, que se creía tenía alguna conexión con lo divino, y la democracia es el gobierno del pueblo a través de sus representantes, en la actualidad parece como si estuviésemos ingresando en una nueva etapa, una suerte de posdemocracia, en la que los multimillonarios muchas veces tienen más peso que los propios Estados y gobernantes, por eso titulamos esta columna como “magnatecracia”. 

Los multimillonarios suelen llamar la atención, sobre todo cuando logran construir la imagen de “hombres que se hacen a sí mismos”, consiguiendo sus objetivos en base a esfuerzo y dedicación. 

Algunos superhéroes o personajes ficticios heroicos como Batman o el Zorro son millonarios, prueba de que no siempre son vistos por la sociedad con resentimiento, sino con admiración. Tal vez algo de todo esto hace que Elon Musk tenga sus defensores y hasta quienes lo aplauden cuando hace tuits provocadores. Como el siguiente. 

Elon Musk junto a Donald Trump
Trump y Musk, juntos en el búnker del Partido Republicano.

En la imagen se ve a Donald Trump diciéndole algo a Elon Musk en la cena post triunfo, acompañado por un texto que dice: “El Futuro va a ser así”. 

Claramente, el posteo da a entender que Musk será una persona clave en el gobierno de Trump, quien a su vez también es un millonario que no venía de la política. Una verdadera magnatecracia. 

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Hay una película de culto que se llama Zardoz, que explota esta posibilidad y ofrece un futuro distópico en el que un grupo de millonarios se vuelve inmortal y gobierna el mundo a partir de una corporación, la de los millonarios. 

“En el año 2293, la humanidad está dominada por una casta de Inmortales quienes viven en recintos exclusivos llamados vortex. Afuera están los “brutos”, sus esclavos, y los exterminadores, guerreros adoradores del Dios Sardos”, cuenta una reseña de la película de 1974, dirigida por John Boorman.

Gramsci decía que la verdadera hegemonía, la más efectiva, es aquella que ni siquiera se llega a percibir. Hoy vivimos algo parecido, la ilusión de que no hacen falta las intermediaciones. Que no hacen falta medios de comunicación para enterarse de las noticias, porque existen las redes sociales; no hacen falta bancos, porque se pueden tener criptomonedas; no hacen falta comercios, porque podemos comprar por internet; no hacen falta partidos políticos, como lo demostró Milei en Argentina, para llegar a ser presidente.

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Esta fantasía de no necesidad de intermediarios, lo que construye en verdad son intermediarios mucho más poderosos. Por ejemplo, en las últimas elecciones estadounidenses se habló de la posible modificación del algoritmo de X (ex Twitter), para beneficiar a Donald Trump.

“Permítanme decirles que nació una nueva estrella, Elon”, dijo Trump en uno de sus discursos de campaña, para luego reivindicar la hazaña de SpaceX, que logró recientemente aterrizar un cohete espacial, una hazaña de ingeniería histórica que abre la posibilidad de la reutilización de las naves espaciales.

Elon Musk aportó más de 100 millones de dólares en la campaña de Donald Trump y utilizó su empresa X para difundir todo tipo de teorías conspirativas en contra de los demócratas. Muy evidentemente, sus recursos económicos y el de poseer la red social utilizada para la política por excelencia lo convierten en uno de los artífices del triunfo del repúblicano. 

El analista internacional Jori Pérez Colomé, explica algunos elementos del lugar que Musk ocupa dentro del esquema de poder de Trump: “El papel que ha tenido Musk en las elecciones se retrotrae a hace dos años, cuando compró Twitter. Simpatizantes republicanos le agradecieron que haya ‘defendido la libertad de expresión’ frente a la censura que venían denunciando que había en la en la red social. No sabemos si ya tenía en sus planes acompañar una futura candidatura de Trump, pero es verdad que llevó a Twitter, cambiándole el nombre a X, en otra dirección, se convirtió en activista de la campaña de Trump, e incluso aparentemente se está postulando para un cargo en el Gobierno, el cargo de Eficiencia Gubernamental, algo que hizo en Twitter, reduciendo la plantilla de empleados”. 

“We will coup whoever we want! Deal With it”, escribió Elon el 25 de julio del 2020 en Twitter, lo que significa:  “¡Derrocaremos a quien queramos! ¡Bánquensela!”. Musk se refería al golpe de Estado que había sucedido en Bolivia en el 2019 contra Evo Morales. Algunos usuarios lo culpaban de ser parte del golpe por los intereses que tiene en el litio boliviano, para alimentar a sus autos eléctricos de su empresa, Tesla. 

 

El comentario de Elon Musk en el marco del golpe de Estado en Bolivia.
El comentario de Elon Musk en el contexto del golpe de Estado en Bolivia.

Si un grupo de piqueteros, o Eduardo Belliboni dijesen que hay que derrocar al Gobierno de Milei, algo que indudablemente estaría mal, podrían enfrentar causas por sedición y hasta eventualmente ir a la cárcel. Sin embargo, Elon Musk asegura que puede intervenir en la destitución de un presidente electo democráticamente y nada le sucede

Evidentemente, el juego político y el sistema están cambiando. Por otra parte, Musk tiene una buena relación con el presidente Javier Milei. La oposición al Gobierno sostiene que Milei busca favorecer a Musk para que su empresa Tesla explote nuestro litio para sus autos eléctricos

En una entrevista, Musk se refiere al gobierno de Milei, y afirma: “Lo que Milei está haciendo, está recortando el gasto público, está simplificando las cosas, poniendo regulaciones que tengan sentido. Argentina de la noche a la mañana está experimentando una gran mejora y prosperidad. Pero también es una lección para EEUU, Argentina solía ser uno de los países más prósperos del mundo, en los años 30, 40, y debido a la mala política del gobierno se arruinó el país”, afirma el magnate.

Los empresarios no son 100% villanos ni héroes. Hay empresarios que han contribuido enormemente al desarrollo de la humanidad, cuyos impulsos de creación e innovación nos han traído todas las ventajas de la vida moderna. Como cualquier virtud, cuando es en exceso, se convierte en efecto, lo que no aplica solamente a los empresarios.

Como nos enseñó el psicoanálisis, las causas del comportamiento muchas veces se encuentran en la infancia. 

Musk padece de asperger desde niño, un trastorno que se incluye dentro del espectro autista, y que fue la razón de que de niño no tuviera amigos y fuera maltratado por sus compañeros. 

El pequeño Elon se refugió en el mundo de la informática, convenciendo a su padre de que le compre una computadora, que vino con un libro, mediante el cual pudo aprender programación de manera autodidacta. A los 12 años diseñó su primer programa, un juego llamado Blaster sobre naves espaciales, que vendió por 500 dólares a una revista sudafricana.

En la biografía de Elon Musk, escrita por el genial periodista y escritor, Walter Isaccson, se cuentan algunas anécdotas de la infancia de Musk que según él lo marcaron para siempre. 

En primer lugar, según Issacson, hay que entender que Musk no está cómodo en la satisfacción, en el confort. Según Claire Elise Bouche, mejor conocida como Grimes, cantante canadiense y madre de 3 de los 10 hijos de Musk, “Elon no sabe relajarse, no le interesa saborear su éxito ni mucho menos detenerse a oler las flores. El fue entrenado desde su niñez para asumir que la vida es dolor”. 

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Este tipo de educación fue obra de un padre, que según el propio Musk, lo traumó profundamente. Issacson cuenta que, cuando Musk habla de su padre, algo en sus ojos se vuelve inerte, como si apagara sus emociones. La violencia y los maltratos de su padre, en conjunto con sucesos que ocurrieron en la infancia del empresario, forjaron una forma muy particular de ver el mundo.  

Cuando era chico, Musk iba a un campamento en el que los organizadores llevaban menos comida para incentivar a los jóvenes a pelear por ella. Los más grandes golpeaban y le quitaban la comida a los más chicos. Musk recibió varias palizas, hasta que estudió judo y pudo defenderse. Esto mismo le sucedió en el colegio. En una ocasión, cuatro jóvenes lo golpearon hasta dejarlo en el hospital durante una semana. Su hermano dijo que quedó irreconocible. Cuando llegó a su casa, su padre lo culpó por ser débil y no poder defenderse. Le dijo que los chicos que lo golpearon tenían problemas familiares y que ahora iban a ser castigados por su culpa. 

Musk dijo que ese hecho lo marcó profundamente. Efectivamente, esos golpes y el maltrato de su padre le dieron la idea de un mundo hostil, bestial, competitivo, en el que se está solo y se lucha por la supervivencia.

Leamos algo de lo que dijo ayer el politólogo Antoni Gutiérrez Rubí, sobre el triunfo de Trump. “La victoria de Donald Trump es algo más profundo que la victoria electoral de un candidato, de una opción política o de una propuesta programática. Gana una manera de entender la vida en donde los adversarios son enemigos; la realidad una creencia; el Estado, un lastre; y la vida una competición descarnada y sin contrapesos en la que el mérito no define el éxito. Gana un estilo, un modo de ser y de vivir. Una identidad”. 

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Es completamente coherente que Musk apoye a Trump, no solo por sus intereses económicos, si no por su forma de ver el mundo. 

Es como si Elon Musk, el dueño de Tesla, de X, de SpaceX y de 260 mil millones de dólares, nos dijese: “Construí todo esto a partir de los golpes, las humillaciones y los malos tratos. Esta es la vida”, como si quisiese que el mundo fuese el patio de su colegio, o su campamento de la niñez en Sudáfrica, porque no pudiese habitar otro. 

Un mundo transformado en un capitalismo de ganadores y perdedores, de victoriosos y fracasados. Las instituciones, los derechos adquiridos y la búsqueda de bienestar, son reemplazadas por la pelea individual de cada sujeto por reelaborar sus propios traumas y calmar sus propios dolores, unos contra otros. 

No todos los millonarios se parecen a Elon Musk, pero existen algunas patologías que son egosintónicas para tener éxito en cualquier campo, como las artes, la política o el mundo empresarial. La sociedad es la que pone límites a los efectos secundarios negativos que estas cualidades pueden producir.

Esperemos que en el futuro la sociedad pueda encontrar las herramientas para construir esos límites, y esa idea de una distopía de un consorcio de empresarios mega poderosos que dominan el mundo en función de sus intereses no se haga realidad.

FM