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MODO FONTEVECCHIA
La entrevista de Jorge Fontevecchia al premio Nobel de Economía

Día 311: El mensaje de un premio Nobel real a un aspirante al título

A mediados de este año, el presidente Javier Milei señaló la posibilidad de ser el ganador del premio Nobel de Economía. El pasado lunes 14 de octubre, el premio fue otorgado a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson por sus investigaciones sobre las instituciones y la prosperidad de los países.

La entrevista de Jorge Fontevecchia a Daron Acemoglu en Periodismo Puro
La entrevista de Jorge Fontevecchia a Daron Acemoglu en Periodismo Puro | Periodismo Puro

Tras el reconocimiento a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson como los ganadores del premio Nobel de Economía por la investigación que destaca la importancia de las instituciones sociales en la generación de riqueza en los países, se recuerda a Javier Milei autoadjudicándose el premio. Los galardonados Acemoglu y Robinson, hace ya algunos años, escribieron un libro que se convirtió en un clásico del estudio de la relación entre política e institucionalidad que se llama Por qué fracasan las naciones, un texto que analiza un concepto clave, tanto en economía como en ciencias políticas: la idea de la libertad. En este sentido, toma relevancia la entrevista realizada por Jorge Fontevecchia en Periodismo Puro a Daron Acemolgu, donde el economista se refirió al rol del Estado dentro de las políticas libertarias, al concepto de libertad en general y luego de la pandemia en particular, además de analizar parte de la historia política de Argentina. “No se puede tener ningún tipo de libertad significativa sin algún mecanismo de resolución de disputas”, declaró en su momento Acemoglu, palabras que recordamos en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio Amadeus (FM 91.1).

En febrero del 2022, cuando aún el auge de Milei recién era incipiente, Acemoglu fue entrevistado por Jorge Fontevecchia en Periodismo Puro, donde el ahora Nobel de Economía habló sobre el vínculo entre liberalismo y libertarismo, además de analizar lo que tiene que ver con la realidad argentina. Han pasado más de dos años, pero esta entrevista se ha convertido en un documento a través del mensaje de un galardonado a quien aspira, seguramente, a recibir el mismo premio.

En este sentido, vale la pena repasar lo más importante de la charla entre Jorge Fontevecchia y el Nobel de Economía:

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— En una entrevista que hizo tras la salida de su último libro usted dijo que “hoy en día hay una concepción estrecha de la libertad”; “ La gente a veces prefiere definir la libertad como individualismo, especialmente frente al Estado. La libertad de hacer lo que se quiera, de pensar lo que se quiera es una parte muy importante de la libertad pero no creo que sea suficiente. Una persona no es realmente libre si no tiene un estatus social, si se siente inferior o si tiene miedo de no poder alimentar a su familia”. ¿El Estado sigue siendo fundamental para la existencia de ciertas libertades? 

—Lo es hoy en día. No se puede tener el tipo de sociedad en la que vivimos la mayoría de nosotros en América Latina, Europa, Estados Unidos y Asia, una noción de libertad sin que el Estado desempeñe algún papel en ella. ¿Por qué? En primer lugar, vivimos en una sociedad dominada por el Estado. En segundo lugar, no se puede tener ningún tipo de libertad significativa sin algún mecanismo de resolución de disputas. En la mayoría de las sociedades el Estado interviene en ello. El Estado proporciona bienes y servicios públicos, y protege a los individuos. Cuando realmente funciona, protege a los individuos contra los actores más poderosos de la sociedad, los jefes, cuando actúan de forma perniciosa, y ante bandas o grupos políticos o sociales excesivamente poderosos. Pero lo que no sé es si se podría haber organizado la sociedad de manera diferente y esos papeles podrían haber sido jugados por otras organizaciones que no fueran el Estado. Es muy difícil ver cómo funcionaría exactamente, aunque menos sabemos la respuesta al interrogante de si las sociedades no basadas en el Estado podrían haberse desarrollado de manera tal que seguirían protegiendo algunas de estas libertades. Hoy, a efectos prácticos, esas libertades están vinculadas al Estado.

Premio Nobel de Economía: lo ganó una investigación sobre la diferencia de prosperidad entre naciones 

—¿La pandemia abrió una nueva idea de la libertad?

—Fue más bien un llamado de atención. La desigualdad crecía, había una sensación creciente de que mucha gente no tenía oportunidades económicas, que estaba mucho más abajo en la jerarquía social. No estábamos haciendo lo suficiente en términos de crear oportunidades y valor para mucha gente en términos de trabajo, posición social, entorno cultural. Pero como ocurre con muchas llamadas de atención, o lo que James Robinson y yo llamamos coyunturas críticas en nuestro anterior libro, ¿Por qué fallan las naciones?, cuando llegan estas llamadas de atención, la forma de aprovecharlas o de no aprovecharlas depende en gran medida de la manera en que se reacciona. No sé adónde vamos a llegar. 

En el último año, hemos estado debatiendo propuestas políticas en EE.UU. que reforzarían el Estado del bienestar de una forma que nadie habría creído factible hace tres o cuatro años. Por otro lado, también se está viendo que las instituciones democráticas pueden estar colapsando. Se abren tantas posibilidades diferentes ante la pospandemia. En realidad, no estamos plenamente en la pospandemia, pero sí en un nuevo contexto.

Insultar sin consecuencias 

—Más allá de lo idiomático, ¿qué vínculo hay entre libertad y liberalismo? ¿Y entre libertad y neoliberalismo?

—Es una pregunta muy difícil por una sencilla razón. La gente no se pone de acuerdo en las definiciones. ¿Qué es el neoliberalismo? Según una de las definiciones, todo lo que tiene que ver con los mercados económicos y los incentivos es neoliberalismo. Una definición más restringida sería la política reagan-thatcheriana que enfatiza la desregulación. Según cuál de estas perspectivas se adopte, la pregunta tendrá diferentes respuestas. 

A la manera de los liberales en la Europa de mediados del siglo XX, creo que los mercados, en contraposición a la planificación central, son la clave de la libertad, que la planificación central no permitirá ningún tipo de florecimiento social y económico que deba complementar la libertad. Por otro lado, los mercados no regulados tampoco son compatibles con la verdadera libertad. Crean, sobre todo en esta época de globalización y rápido cambio tecnológico, actores muy poderosos en forma de empresas o grupos que tienen el control del poder político. 

El resultado es que una fracción muy grande de la sociedad no tiene oportunidades económicas y está en desventaja social. Es necesario tener una mezcla de los principios básicos del liberalismo y la forma correcta de construir el bienestar, las instituciones estatales y las regulaciones, pero de una manera que sea coherente con la responsabilidad, la transparencia y la supervisión de la sociedad. Es la fuerza motriz de El estrecho corredor, mi libro con Jim Robinson, que usted viene muy amablemente citando.

Libertarismo no es liberalismo 

Finalmente, profesor, ¿qué relación hay entonces entre libertad y las ideas libertarias?

—Mi respuesta anterior también cubre esto. La definición más simple del libertarismo, que rechaza las formas básicas de regulación gubernamental, no será coherente con la libertad. Sin regulaciones, Facebook será capaz de utilizar todo tipo de información sobre ti, dominará toda tu comunicación política. Google va a ser capaz de recoger una cantidad masiva de información. Los gobiernos van a poder utilizar y aprovechar esta información cuando la gente disienta de sus opiniones. Y económicamente, creo que el poder masivo de estas corporaciones también creará enormes desigualdades. No es un entorno en el que la verdadera libertad pueda florecer. 

Fuerte rechazo a las declaraciones de Milei sobre la universidad pública

—Sobre Argentina ustedes dicen: “El Estado es arbitrario, crea incertidumbre y frustración, manipula y quita poder a la gente, que se ve reducida a esperar y rogar”. En un reportaje de esta misma serie, Steven Levitsky dijo que el peronismo había dejado de ser un partido laborista y se transformó en uno clientelar. ¿Se produce un fenómeno en Argentina en el que, en vez de hablar de un Estado fuerte y una sociedad también fuerte, lo que tenemos es un Estado y una sociedad clientelares?

—Creo que tiene toda la razón. No creo que se puedan contar los problemas que tiene hoy Argentina sin entender el papel que ha jugado el partido peronista. El peronismo se convirtió en una máquina de rentas que distribuye, a través de controlar los recursos. Lo hizo a través del dominio sobre la política, que frenó muchos aspectos de la institucionalidad: la Justicia, las relaciones laborales empresariales y la naturaleza de la democracia. 

Debo aclarar que no soy un experto en Argentina. Los problemas de Argentina son anteriores al peronismo. El auge del peronismo se da en el contexto de un país que fue muy exitoso hace más de cien años, pero que no logró hacer la transición a la democracia plenamente. Las élites argentinas no aceptaron completamente los principios básicos de la democracia electoral en la que los campesinos trabajadores iban a poder participar en la política e influir en ella. Por eso, desde principios del siglo XX, los proyectos democráticos fueron saboteados con regímenes militares. Y eso preparó el terreno para el surgimiento del peronismo, no debe ser visto como un partido pro democracia o pro trabajadores. Es mucho más una mezcla, tal como dije de los populistas de derecha. Se las arregló para cristalizar y aprovechar las quejas de mucha gente por la falta de democracia, de voz, de oportunidades económicas; incluso por la represión en algunos casos. Pero no formuló ninguna solución a estos problemas. Aunque, como era una máquina clientelar exitosa, se mantuvo y siguió influyendo en la política.

El combate del peronismo por la lapicera 

—Ustedes dicen que “nos hemos centrado en tres clases de leviatanes: ausente, despótico y encadenado. El Estado argentino no parece ser ninguno de ellos. No está ausente: existe, tiene leyes complejas, un gran ejército, una burocracia (aunque los burócratas no parecen estar muy interesados en hacer su trabajo), y parece funcionar en cierta medida, especialmente en la Capital, Buenos Aires (aunque mucho menos en otras zonas)”. ¿Cómo describiría al leviatán argentino que no encaja en ninguna de sus tres características? 

—Para Argentina, muchos países africanos y otros latinoamericanos, utilizamos la etiqueta de “leviatán de papel”. Reconozco completamente que Argentina es una economía moderna, más desarrollada que muchos de los otros ejemplos. Pero comparte algunos elementos, como la combinación de instituciones estatales existentes y a veces bastante grandes, que sin embargo no funcionan, y no tienen ningún interés en su función. Y ese tipo de comportamiento se percibe en la burocracia argentina. 

Y por eso ponemos a Argentina como ejemplo principal del leviatán de papel, reconociendo que Argentina es una economía mucho más moderna que Kenia o Nigeria, o incluso Colombia, que es otro ejemplo latinoamericano.

La Argentina de Julio Argentino Roca 

—En un reportaje de esta misma serie, Francis Fukuyama señaló que observaba rasgos comunes entre Donald Trump y Cristina Fernández de Kirchner. ¿Coincide con ese análisis? ¿Hay una invariante populista que trasciende lo ideológico de izquierda o derecha?

—Es un área delicada. Me resulta mucho más fácil ver los paralelismos entre Donald Trump, Jair Bolsonaro, Marine Le Pen y Viktor Orban. Tienen la visión populista autoritaria de derecha junta. No quieren otro centro de poder que provenga de la negociación colectiva o de la organización política del trabajo. 

En el caso de los populistas de izquierda, la principal diferencia es que muchos de ellos en realidad están relacionados con el trabajo organizado, que en muchos casos es cooptado. En la Argentina, los sindicatos peronistas son un factor. Lo mismo ocurrió en Venezuela, por poner otro ejemplo latinoamericano. 

La aceptación de las organizaciones sindicales de izquierda pone un poco de freno al autoritarismo de los populistas. Está muy claro que Cristina Kirchner, Hugo Chávez, Evo Morales tienen tendencias autoritarias muy fuertes. La distinción entre populistas de izquierda y de derecha es válida.

VFT