Daniel Innerarity, filósofo, ensayista y docente del País Vasco analizó el avance de la extrema derecha a nivel mundial en su visita a la Argentina y sostuvo que “la desorientación y la propia incapacidad de los sistemas políticos” es una de sus causas. “Las sociedades susceptibles de comportamientos que se aferran a liderazgos ocasionales” observó en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3).
Daniel Innerarity es catedrático, filósofo, político y ensayista del País Vasco. Es director del Instituto de Gobernanza Democrática en San Sebastián e investigador para la Universidad del País Vasco. Fue reconocido como uno de los 25 grandes pensadores del mundo por la revista francesa Le Nouvel Observateur.
En el último reportaje que te realicé, en 2020, decías que la gran cuestión política y tecnológica que tenemos por delante es que los algoritmos no decidan el mundo en el que vamos a vivir. Cuatro años después, ¿lo están decidiendo?
Hemos avanzado en esta materia, pero las redes sociales se han desarrollado de una manera inquietante porque se han configurado como el sitio en el que tiene lugar la conversación pública con nuevas reglas. Eso implica el caos informativo en el que estamos viviendo.
Hacés una distinción entre los países con una verdadera seguridad social universal, como los europeos occidentales, y Estados Unidos, donde no existe la existencia médica gratuita. ¿Esto hace que los países con un Estado de bienestar menos desarrollado sean presas más fáciles de discursos de derecha?
Es posible que esa sea una de las razones, pero incluso en los países donde el Estado de bienestar está desarrollado, la extrema derecha se desarrolla como una amenaza tratando de desmontar ese Estado de bienestar o aludiendo a otras fuentes de conflicto que les puedan dar votos.
Me parece que se trata de un fenómeno que tiene muchas causas y variantes según los países y sus culturas políticas.
¿Podrías enumerar las causas del avance de la extrema derecha en orden de importancia?
Hay muchos factores y no me atrevo a hacer una lista con prioridad improvisadamente. El caldo de cultivo general tiene que ver con un mundo en el que aparecen una serie de crisis que han generado un desconcierto general en la población.
Si a esto le añadimos que los grandes actores que configuraban la opinión pública, vehiculizaban las inquietudes sociales, le otorgaban cierta coherencia a la conversación pública se ha debilitado, como los sindicatos o los partidos políticos clásicos, eso hace que tengamos sociedades susceptibles de comportamientos que se aferran a liderazgos ocasionales que viven de auparse en esos problemas para soluciones ilusorias y no de ofrecer una solución verdadera a las crisis.
Diría que el caldo de cultivo fue la desorientación y la propia incapacidad de los sistemas políticos en general de resolver los problemas que la gente tiene. Los estados, las instituciones, los partidos pensados están preparados para otro tipo de mundo y ante un cambio de época político, social, cultural y económico se muestran pocos capaces y configuran un escenario donde cualquier promesa de resolución ágil resulta atractiva.
El comienzo de la imprenta, paradójicamente, contribuyó a aumentar el oscurantismo en la última fase de la Edad Media, generando miedos porque las primeras publicaciones tenían que ver con el fin del mundo. Hoy, en las redes sociales, aparecen figuras negacionistas del calentamiento global o de las vacunas, como efecto de un nuevo medio de comunicación. ¿Es una hipótesis plausible?
Sí. No lo había pensado exactamente así pero me parece una hipótesis plausible. Las innovaciones tecnológicas producen una disrupción en la sociedad y la divide entre aquellos que se suben entusiásticamente a ese desarrollo tecnológico y aquellos que lo ven con suspicacia.
Vivimos referidos a un conjunto de cuestiones cuyo resultado final no sabemos. No sabemos cuál va a ser el desarrollo de la tecnología ni si vamos a ser capaces de frenar el cambio climático. De alguna manera, la sociedad contemporánea se plantea asuntos cuyo desarrollo desconoce, pero hay que hacer cosas, no se pueden dejar de lado.
La disputa política tiene que ver con diversas maneras de tratar la ignorancia. Unos gestionan miedo, que en el fondo es miedo a lo desconocido, y otros gestionan una esperanza que responde a un futuro que desconocemos.
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