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MODO FONTEVECCHIA
Iglesia Católica

Ángel Rossi: "La crueldad de Milei no es cristiana ni humana"

El arzobispo de Córdoba calificó los dichos homofóbicos de Javier Milei en Davos como una falta de respeto y advirtió que, incluso quienes piensan como el Presidente, comienzan a rechazar su metodología. "Dar a entender que la homosexualidad es pariente de la pedofilia es realmente grave", sostuvo.

Monseñor Ángel Rossi
Monseñor Ángel Rossi | CEDOC

En diálogo con Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3), el arzobispo de Córdoba, monseñor Ángel Rossi, cuestionó el discurso homofóbico del presidente Javier Milei en el Foro de Davos y aseguró que su crueldad “no es cristiana ni humana". Al mismo tiempo, apuntó contra el Gobierno por los recortes de entrega de medicamentos para jubilados: “Es una especie de eutanasia encubierta”.

Ángel Rossi es el arzobispo de Córdoba desde diciembre de 2021, miembro de la Compañía de Jesús y vicepresidente primero de la Conferencia Episcopal Argentina. Además, integra el Colegio Cardenalicio.

En la columna con la que comenzamos el programa hablamos sobre la crueldad como otra forma de terrorismo de Estado. La crueldad tanto de la motosierra con los más necesitados, como la guillotina con los propios funcionarios que tienen algún grado de diferencia respecto del presidente. Recordábamos a Maquiavelo cuando decía que al príncipe era mejor que le teman a que lo quieran, todos valores anticristianos. ¿Ve que la crueldad se está poniendo tristemente de moda?

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Sí, y además es contradictorio en el sentido en el que, si uno de los pilares de la propuesta de Milei es el respeto, esta metodología es una falta de respeto. Se dice que el que rebaja es bajo. Es una metodología que ya la hemos conocido y que se agudiza en estos tiempos. Además, ya sabemos que no lleva a ningún lado. Creo que va como cansando, porque llega un punto donde la gente empieza a no soportar esta metodología, incluso quienes pueden pensar como él, indicando una incapacidad de alguna manera. La crueldad de Milei no es cristiana ni humana.

En ese sentido, las dos medidas que hemos tenido en estos tiempos, como el suponer o dar a entender que la homosexualidad es pariente de la pedofilia, es realmente grave e indica una ignorancia del tema. Y después está el tema de nuestros jubilados, que parece que es otro tema muy triste. Suele decir que cuando una sociedad o una dirigencia descuida a los niños y a los ancianos, suele ser signo de decadencia de esa sociedad, y de alguna manera, acá son los dos ámbitos más heridos. Como dice el Papa, si no se los cuida o se recorta la ayuda para la medicación, es una especie de eutanasia encubierta, porque si hay que optar entre comer y medicarse, hay que comer, y hay medicamentos y hay cosas que a la larga están indicando muerte allá en el horizonte. El destrato, sobre todo, no nos ayuda.

Usted dijo: "No es cristiano, pero tampoco es humano". ¿A qué atribuye ese disfrute con la crueldad?

Normalmente indica debilidad. Es una bravuconada que está queriendo tapar las fragilidades nuestras. Después, a veces toma la forma de la soberbia. Espero que la figura de Trump no se constituya como su gran modelo, pero tengo miedo. Ahí inclinaría más por una postura más soberbia, pero sea una u otra, ciertamente no hace falta ni siquiera ir a la fe o a ninguna religión. Hace falta ir al corazón humano porque es un tema de dignidad.

Me refería a la palabra sensibilidad, que una de las cosas que define a la humanidad es la sensibilidad, es decir, poder ponerse en el lugar del otro. En la Conferencia Episcopal se hizo un llamado a la empatía y al respeto. Me gustaría alguna reflexión suya para nuestra audiencia sobre la importancia de la sensibilidad y la empatía.

Sí, me parece que, para poder conducir, gobernar o acompañar en todos los ámbitos, como también la Iglesia, hace falta cercanía. El Papa insiste mucho en esta palabra: cercanía, es decir, en ponernos en los zapatos del otro. A la hora de pensar las leyes y a la hora de tomar decisiones, hay que ponerse en el corazón del otro. En este sentido, creo que se ha perdido el centro. La persona ya no está en el centro de las medidas, los proyectos o los planes. Me parece que nos estamos olvidando, paradójicamente, de aquello a quién está dirigido el servicio, que es la persona y el corazón humano. Hay que volver a poner en el centro de todos los ámbitos a las personas, que están como desmerecidas. No vale más un proyecto que una persona, que un corazón humano.

Javier Milei volvió a escuchar a "gente haciendo ruido" durante una entrevista televisiva

Hay una discusión en las ciencias políticas respecto de si personajes como Trump o como Milei son la causa de un corrimiento de la sociedad hacia posiciones más insensibles, o si, al revés, hubo primero un corrimiento de la sociedad por frustraciones, que son la causa, y los gobernantes la consecuencia. ¿Usted, durante todos estos años, fue notando una pérdida de sensibilidad por parte de la sociedad? ¿Percibe que personajes como Trump o Milei son la consecuencia o la causa?

Sí, es una mezcla de dos cosas y creo que se ha perdido sensibilidad. Hace poco leí que un motociclista atropelló a un perro, el perro quedó tirado al costado, mal herido, y a los 10 metros queda malherido el ciclista de la moto. En proporción de diez a uno, la gente fue al perro. Para mí, esto marca un poco esta insensibilidad que ha ido en aumento, y esta metodología ciertamente la agudiza. Ellos suponen que le ponen palabras o canalizan la bronca que está un poco también en el corazón de la gente, la bronca o el cansancio, pero me parece que no es una metodología honesta o noble. Diría que es casi como negociar con la fragilidad humana.

¿Cómo se cura, arzobispo, una persona que ha sufrido y que tiene bronca? La palabra "resentir" viene perfecto, es volver a sentir aquello que le produjo dolor. ¿Cómo se cura desde la fe? ¿Qué hace un buen pastor para llevar a la persona para que ese resentimiento no se vuelva en contra de ella misma?

A veces, el desafío es justamente que el dolor no se vuelva resentimiento, porque el resentimiento le hace daño a la misma persona, no a la otra. Pero bueno, a veces es un trabajito desde la fe también y desde lo humano. Es importante el poder explicarlo, el poder conversarlo y saber buscar con quién conversar estas cosas. Muchas veces uno termina conversando con quien echa leña al fuego, y hay que buscar personas sabias, personas mansas, no desentendidas. Hay que saber animarse a sacar para afuera lo que hay en el corazón y saber encontrar ese lugar en la familia, en los amigos o en pastores y gente de la fe. Siempre hay un palenque donde uno puede ir a rascar, un lugar donde uno puede abrir el corazón sin empacho, digamos, y sin vuelta. El Quijote decía que no hay dolor que el tiempo no suavice, pero al tiempo hay que ayudarlo también. Es un trabajito de la fe y un trabajo también de dejarse ayudar. En la espiritualidad se dice lo mismo que en medicina: lo que no se muestra no se cura. Hay que animarse a mostrarlo y hay que tener la sabiduría de a quién mostrarle nuestros temores, nuestras lágrimas y nuestras heridas.

Milei Davos
El presidente Javier Milei en el Foro Económico de Davos

¿Qué podría hacer la Iglesia para mostrar aquello que se tiene que curar, como esta reducción de la sensibilidad?

Tenemos mil defectos en la Iglesia, pero yo creo que de alguna manera se muestran porque la Iglesia termina siendo la voz de nuestra gente, de los barrios, de la familia, de los que están sin trabajo o de los chicos que están sin educación. La Iglesia puede tener muchos defectos, y los tiene, y es bueno pedir perdón. En todo caso, una de las virtudes de los hombres de Iglesia es que escuchan y escuchamos a la gente. Difícilmente haya alguien que escuche más o que sepa más de su pueblo que un pastor o que un cura si camina el barrio o está en la calle.

El desafío es saber expresar, y no desde el resentimiento o la bravuconada. Es saber cómo ponerle palabras a veces al sentido de nuestra gente, que muchas veces ellos mismos lo expresan con mejor claridad que nosotros. Como dice San Pablo, hay que reír con los que ríen y llorar con los que lloran. Creo que la gente no sólo necesita de nosotros, pero nos necesitan cerca No necesitan genios, necesitan personas que se compadezcan. "Compadecer" significa compartir el sentir, tanto las alegrías que nuestro pueblo, gracias a Dios y a pesar de todo, es maestro en su capacidad de hacer fiesta, lo cual indica sabiduría, y también es maestro en esa paciencia frente a situaciones que todavía no se revierten y que uno quisiera. Nuestro pueblo tiene todavía una esperanza muy misteriosa que yo admiro mucho.

Claudio Mardones: La Conferencia Episcopal Argentina se pronunció de manera clara durante todo el año pasado, impulsado por Óscar Oea, para lograr un dictamen y una media sanción para regular las apuestas online. Javier Milei dijo: "Si prospera, lo veto", y hay muchas dudas de que el proyecto aparezca. ¿Qué van a hacer en este escenario?

La verdad es que es muy triste y muy grave. Se ha encontrado una forma de juntar mucha plata de modo fácil y legal, para colmo, aunque legal no significa moral. Es muy triste y uno lo advierte. Uno escucha a la gente, a los jóvenes, a los niños, y esto va en aumento, y va creciendo con consecuencias muy graves, sobre todo para los niños. Es lucrar con la vulnerabilidad.

Ahora en Córdoba están por aumentar los casinos por todos lados, con mesas de juego en los pueblos más sencillos. Esto tiene algo de “guachadita”, diciendo en criollo. En la desesperación, uno se tira el lance al casino, y los niños apuestan a cuántas veces da la pelota en el poste.

Ahora le pido una reflexión casi de tono personal. Usted hablaba de esperanza, de la esperanza que tiene el pueblo argentino. La esperanza plantea una espera hacia un futuro mejor, y muchas veces, el pueblo sabe algo que, a lo mejor, los que nos dedicamos profesionalmente al análisis político, de tanta racionalidad, no comprendemos, como que Milei fue elegido presidente para algo. ¿Qué le diría a un fiel católico que se sintió enojado con lo previo y votó a Milei como una respuesta a esa esperanza, y luego se ve desilusionado por las palabras del presidente? ¿Qué les diría a aquellos que creyeron que Milei sea presidente era malo para el país? ¿Cómo consuela ambas almas?

Creo que el desafío es que todos volvamos la mirada a la gente. Nuestra gente sencilla a veces tiene un conocimiento que no es intelectual, sino que es lo que decía San Agustín: "El corazón habla al corazón". Nuestra gente sencilla tiene esa sensibilidad, esa sabiduría de nuestra gente, y eso es lo que tenemos que aprender y no olvidar. No hay que olvidar de dónde venimos y hay que estar atentos a nuestra gente, sobre todo a los más sufridos, los más golpeados.

Pensaba también un poco en la figura de Trump y esta paradoja de cómo la opulencia trae el olvido. Llama la atención esta disposición de expulsión de los nacidos ahí, como los latinos, y se olvida que todos hemos venido de ahí. Somos todos nietos, bisnietos, tataranietos de personas que han venido de afuera. No hay que perder la memoria. Hay una memoria del pueblo, una memoria de nuestra gente, que es importante rescatar. Este es el desafío también de la Iglesia, que tiene que estar cerca y escuchar el corazón de la gente para poder dar una respuesta digna.

Rodolfo Aguiar, de ATE, se reunió con el Papa Francisco y le pidió que rece por Milei “para que lo haga mejor persona”

Déjeme pedirle una respuesta metafísica. Desde las personas de fe, siempre se dice: “¿Por qué a una persona buena le pasa algo malo? ¿Por qué Dios no interviene? La explicación que se da es que muchas veces parte de los dolores son necesarios para el proceso de aprendizaje. ¿Hay alguna metáfora respecto de la elección de un presidente que le produzca daño a la mayoría de la población con menos recursos, que sea necesario para algo que pueda tener una explicación que la persona de fe pueda entender?

Siempre uno apuesta a que cada uno, en su puesto, podamos mejorar o convertirnos. Convertirnos significa poder pispear en que estamos equivocados y volver por el buen sendero. Este es un desafío para todos, no solo para el Presidente, sino que tenemos que animarnos a repasar cómo venimos rumiando. En eso siempre está la esperanza de poder corregir el tranco, así que yo creo que en eso siempre hay esperanza de que seamos mejores.

Usted decía que aquello que no se muestra, no se cura. Hay una clásica frase en inglés que dice: "No pain, no gain", o "sin dolor no hay ganancia". ¿Podríamos decir que este dolor que atraviesa parte de la sociedad sea necesario para expurgar esa bronca de la polarización y convertirla luego en reconciliación?

Sí, sin pretender ser masoquista ni caer en una especie de opción por el dolorismo, pero el pasar por las heridas va haciendo que uno crezca en sabiduría y que, después, a la hora de dar respuestas hacia adelante, lo sufrido ayuda a las decisiones. Se dice que el sufrir pasa, pero el haber sufrido queda. Yo creo que a veces se dice que Dios escribe derecho con renglones torcidos, y hay situaciones dolorosas que, en la medida en que vayamos trabajando, se van constituyendo en sabiduría y en respuestas que no sean descolgadas ni estén lejos de la tierra, sino con los pies en el barro.

Me acuerdo la definición que da San Juan de la Cruz, Francisco Luis Bernárdez, el poeta argentino, que decía: "Ojos altos, mirando a Dios, manos juntas y pies desnudos, tocando la realidad". A veces las pruebas ulteriormente tienen sentido en sí mismas, aunque no se las pueda declarar lindas ni buenas. El dolor, la enfermedad y la pobreza son malas en sí mismas, nadie las quiere, pero ulteriormente pueden ser un camino de sabiduría.

Le quiero dejar los últimos minutos para que usted transmita la reflexión que le parezca oportuna para la audiencia.

Animo a cada uno, desde su fe, a escuchar esto que decía Ángeli: "Un oído en Dios y otro oído en el pueblo". Sobre todo, yo diría que cuidemos a la gente, comenzando por la familia y comenzando por nuestros vecinos. Animémonos a no desconfiar de todos, a seguir abriendo puertas, con cierta prudencia, pero no encerrarnos, no desconfiar, y no dejar de cuidar las necesidades de nuestra gente. A veces los tenemos muy cerquita y, por miedo o seguridad, muchas veces hemos reculado de poder dar una mano. En eso, nuestro pueblo sigue siendo solidario, pero sería bueno que no esperemos las catástrofes para ser solidarios, sino que sea cotidiano y que haya ese cariño de unos por otros, pero un cariño que baje a las manos. Hay mucha gente que nos necesita, así como nosotros necesitamos de tantos.

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