Rafael Bautista Segales sostuvo que lo sucedido en La Paz debe ser interpretado como parte de la disputa por el control estratégico del litio en la región, un recurso crucial para las potencias mundiales como Estados Unidos que busca asegurarse el control del “triángulo del litio” para contrarrestar la influencia de los BRICS. Además, explicó que las Fuerzas Armadas de Bolivia han tenido, tradicionalmente, un papel conservador y resistente a los cambios sociales y democráticos. “La formación social boliviana es profundamente racista y no admite un país entre iguales”, aseguró en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio Amadeus (FM 91.1).
Rafael Bautista Segales es escritor, y fue director nacional de Geopolítica del Vivir Bien y Política Exterior de la vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia.
Alejandro Gomel: ¿Qué reflexión le merece lo que sucedió en La Paz?
Ahora que las cosas ya están más calmadas, se puede permitir hacer una reflexión sobre lo que ha pasado. En el aspecto más amplio y de contexto que tiene que ver con lo geopolítico. En tal caso, cabe señalar que una de las primeras cosas que uno viene a cotejar o sopesar en lo que ha sucedido es lo que se ha venido a denominar, también en 2019, como el Golpe del Litio. Continúa con esa nota en la medida en la cual uno de los recursos energéticos estratégicos del siglo XXI, para hablar en términos de la tenencia de las bases energéticas imprescindibles para la consolidación de las geoeconómicas en la nueva recomposición del tablero geopolítico, tiene que ver con el famoso triángulo del litio.
Muchos geopolitólogos señalan que así como Estados Unidos ya posee básicamente de modo virtual parte de ese triángulo, lo que poseen Chile y Argentina le falta Bolivia. Y eso es fundamental para la reposición de la hegemonía norteamericana, sobre todo para contener la expansión china y después de los BRICS, y hacer posible que aquello no se le escape de las manos y tengan un modo disuasivo en el aspecto energético para contrarrestar. Algo que ya los BRICS están mostrando en la acaparación del petróleo, porque los mayores productores de petróleo ya formarían parte del bloque llamado BRICS. Eso es algo que no le conviene para nada al expansionismo norteamericano, que después de haber tenido los reveses en el Medio Oriente, ahora le queda el arco sudamericano.
Esto tiene que ver con contrarrestar la expansión china a partir de contener las mayores reservas de la base energética fundamental de este nuevo siglo que luego tendría el litio. Y ahí Bolivia tiene mucho que ver para los intereses y por eso también se entiende la presencia constante, no solamente del Comando Sur, sino las visitas continuas que hace el jefe del Comando Sur, en este caso la jefa Laura Richardson, y quien ha señalado de modo fehaciente en diversas ocasiones que para ellos Sudamérica es simplemente sus recursos estratégicos, y les interesa que eso no vaya a perderse. Necesitan controlar la región para reponer su hegemonía decadente.
Entonces, ese es el contexto mayor que explica el por qué nuestros países están bajo la mirada atenta de lo que para Estados Unidos significa no perder su “patio trasero”, y contener de cualquier forma el ingreso o la conexión de nuestras economías a la economía del siglo XXI, que es el Pacífico. Entonces, ese es el contexto mayor, que nos mueve a pensar que esto es algo que recurrentemente va a ir sucediendo en nuestra región y que tiene que ver con la geopolítica del siglo XXI.
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AG: Ayer, la diputada opositora, Luciana Campero Chávez, sostuvo que esto tuvo que ver más con una cuestión interna por parte de Arce para reposicionarse que con un verdadero Golpe de Estado. ¿Qué opina de esto?
Lo del autogolpe es otro disfraz retórico que quiere minimizar lo que ha sucedido ayer. Es lo mismo que el relato del 2019, que se tejió de modo previo al asalto institucional que surgió en este país y que básicamente era la frase recurrente de no hubo golpe, fue fraude. Eso es un poco la reposición de un relato que busca minimizar y no darle el suficiente peso a esto.
Ahora han aparecido hechos que pueden llevarnos a este tipo de conjeturas pero resultan demasiado apresuradas y muy simplonas cuando uno ve este contexto mayor que no puede ser minimizado, que cualquier país tiene y que no hacen al tamaño mismo del asunto que representa Bolivia en el contexto regional, en la geoeconomía que nos vincula de modo irremediable a la reconfiguración de estos desbloques, y que tiene que ver básicamente con el asunto de la disputa que ahorita están teniendo al nivel global el mundo, el orden unipolar y lo que por otro lado aparece patrocinado por los BRICS, un nuevo mundo multipolar.
Claudio Mardones: El general Juan José Zuñiga protagonizó este intento golpista en una escena que trajo los peores recuerdos. Pero, ¿qué está pasando dentro de las fuerzas armadas de Bolivia? ¿Qué pasó con las otras armas? ¿Cómo gravita esta interna que surge dentro del oficialismo boliviano en el comportamiento de las Fuerzas Armadas?
Es por tradición que las Fuerzas Armadas en Bolivia siempre han jugado un papel disuasivo y de carácter negativo ante cualquier proceso de democratización de las relaciones políticas, sociales y económicas de nuestro país. Siempre brindando el contexto del asunto que queremos mencionar y es que hemos venido de un golpe en el cual las Fuerzas Armadas en el 2019 han protagonizado un cuadro general de rechazo y resistencia a los cambios que se ha propuesto esta nueva fisonomía del Estado con carácter plurinacional en nuestro país, y eso también tiene que ver con la formación social boliviana que es profundamente racista y no admite un país entre iguales.
En este sentido las Fuerzas Armadas siempre han tenido un papel conservador en esto, un papel de resistencia oligárquica a cualquier tipo de reordenamiento de la formación social de un orden clasificado básicamente racial, y eso es algo que tiene que ver con lo que llamamos el “señorialismo boliviano”, y en una frase corta lo podemos decir. La oligarquía en nuestro país puede negociar cualquier cosa menos el juramento de superioridad que tienen ante el indio, y esto en las Fuerzas Armadas tiene un carácter estructural en la policía y en el ejército, en todas sus fuerzas.
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Esto en el sentido de que la misma conformación entre oficiales y clases es básicamente el que confirma esta forma de clasificación social racializada, en la cual sólo aspira a ser oficial la gente de procedencia urbana-criolla, y las clases son para aquellos de clases medias y empobrecidas y hasta provenientes del pueblo indígena, que sólo pueden aspirar a ser suboficiales.
Eso es lo que ha determinado siempre el carácter clasista y racializado de la estructura y de la institución militar-policial en nuestro país, y eso también explica el hecho de que cuando hay resistencia a cualquier proceso de democratización, la oligarquía siempre acude a las Fuerzas Armadas para que salgan a restituir lo que ellos llaman el orden dado. Esto significa, básicamente, la continuidad de una formación social profundamente racializada y que en nuestro país nos ha llevado a que cualquier intento de poder cambiarlo siempre conlleve la presencia del ejército como factor de resistencia en cualquier tipo de cambios democráticos que puedan producirse en el interior de la vida política en Bolivia.
MVB FM
