LIBROS
crítica

La historia estragada

Hay resistencia en la perduración: Mihail enfrenta a los engendros de la maldad desbocada en una novela acanallada por el siglo XXI, pero desde principios del XX.

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El entusiasmo. | cedoc

Reconstruir los acontecimientos resulta imposible. Insistir en ello es cargar el relato sobre un animal exhausto que nos lleva a ningún lugar, nunca a la certeza del conocimiento. Pero la verdad, ¿dónde está en la literatura? ¿Acaso la literatura existe de verdad? Las cinco citas iniciales de Farrés redactan esto luego de leer de la novela, arpegio desafinado hacia el lector desde Kant, Foucault, Guevara, Nietzsche y Lenin. Coro de ángeles caídos. Pero hay más: el mandato del personaje principal, un entrado en desgracia, remite a Joseph K, el de Kafka. O a su destitulada novela, tal vez incompleta: Amerika.

¿Acaso existe una totalidad posible cuando lo narrado se sale del gozne del pasado para recomponer su propio universo del capricho? ¿Qué es un novelista historiador sino un duende atrevido que des-imagina lo ocurrido? Porque si ocurrió como cuentan las crónicas: un ejército de Lenines falsos obturó el conocimiento soviético del verdadero cuerpo profanado por la muerte. Y desde allí, los Stalins automáticos disparan versiones paranoicas de su propia posibilidad.

Del Circo de los Significados al Circo Anarquista de la Quinta Dimensión. En este último Mihail, nuestro Kafka ucraniano, llegará purgando una acusación aberrante; perseguido, humillado, dado vuelta en el dolor de su conciencia narcotizada. Todo pierde y El entusiasmo también entra en pérdida: la trampa abre sus puertas para devorar la lectura del lector, arrastrar a esos ojos en pares, llevarlos de la sorpresa a la más abyecta descripción de la decadencia humana en manos de la guerra, del hambre, en la pérdida de todo candor, menos que bacteria.

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Hay resistencia en la perduración: Mihail enfrenta a los engendros de la maldad desbocada en una novela acanallada por el siglo XXI, pero desde principios del XX. El pliegue, la arruga, deja ese regusto a circularidad, vuelta a la vuelta en esa tristeza sin reflejo que ya es la existencia. El historiador Farrés viste entonces la toga de Salman Rushdie, agita la bandera de la tradición oriental en que toda historia tiene su alfombra mágica de transmisión. Hablan los sabios y la sabiduría fluye hacia su propia inutilidad, porque el dolor es un hecho.

Ante el desdoblamiento de la intimidad del discurso humano, ante la paranoia por una destrucción global e inminente, ¿qué es esto de escribir sobre la mísera condición materializada como laberinto de casillas inestables, entre el barro, la sangre, el detritus, madre múltiple de la contaminación del Ser y todos sus análisis? Se trata de insistir en una guerra inútil, pero posible, para demostrar su inefable brutalidad. Afuera, adentro, por encima y debajo, la geometría fantástica de Farrés no se detiene. Ofrece todo tipo de resistencias a la nada misma, como al valor intrínseco en la inflación, el de los huesos de rusos desollados en una ucronía espectral.

Hacia el final (no a la finalidad), Isidore Lucien Ducasse en vez de cantar viaja, se va de aventura, se va a enloquecer el estilo como atávico ritual.

 

El entusiasmo

Autor: Pablo Farrés

Género: novela

Otras obras del autor: Las series infinitas; Las pasiones alegres; El libro del buen olvido; El país de los sueños; El reglamento; El desmadre; El punto idiota

Editorial: Nudista, $ 34 mil