Resulta difícil analizar desde una perspectiva estratégica el demencial plan anunciado por el presidente Donald Trump, en connivencia con su par israelí, Benjamin Netanyahu, de ocupación de la Franja de Gaza. La iniciativa, tal como fue presentada, atenta contra principios básicos del derecho internacional y podría hundir definitivamente a la región en un abismo de guerra e inestabilidad.
El proyecto de Trump provocaría una catástrofe humanitaria de dimensiones épicas, por si acaso fuese posible sumar aún más sufrimiento a una región habitada por casi dos millones de personas y que ha quedado devastada tras 15 meses de guerra entre Israel y los terroristas de Hamas. Se estima que en ese período murieron unas 47 mil personas en Gaza, en su gran mayoría ancianos, mujeres y niños que no tuvieron la posibilidad de huir de los ataques.
Ahora, Trump pretende expulsar a toda la población remanente de Gaza hacia Jordania y a Egipto, países que ya rechazaron tajantemente la idea. Lo cierto es que todos los líderes de Medio Oriente se manifestaron en contra. Quizás el actor regional más decisivo en este proceso, Arabia Saudita, también rechazó inmediatamente el disparatado plan de Trump. Además, el reino saudí anticipó que no establecería relaciones diplomáticas con Israel “sin un Estado palestino independiente”, una posición “no negociable y no sujeta a compromisos”. Arabia Saudita es vital en el plan de Trump, cuyo rechazo se extendió a la Unión Europea, China y Rusia, entre otros actores relevantes a nivel global.
Lo interesante es que Trump ha roto con una larga tradición estadounidense en la promoción de la solución de los “Dos Estados”, echando por tierra la existencia de Palestina. Ante una consulta de la prensa el día del anuncio, Trump insinuó que Gaza sería reconstruida por EE.UU. y destinada a “los ciudadanos de todo el mundo”. A su lado, Netanyahu dijo que la idea de la ocupación de Gaza le parecía “muy interesante”. No es para menos. Este plan, tal como fue presentado, abre las puertas a la futura anexión de Cisjordania por parte de Israel.
Asimismo, hay que resaltar que este plan no garantizaría la eliminación de Hamas y otros grupos terroristas. Por el contrario, el rechazo generalizado al plan de Trump preanuncia una espiral de caos en una región que actualmente atraviesa uno de los períodos más críticos y frágiles en décadas. En ese sentido, Badr Albusaidi, ministro de Relaciones Exteriores de Omán, dijo que “cualquier intento de reasentamiento forzoso sería un crimen muy grave, lo que condenaría a la región a un estado de inestabilidad perpetua”.
Por otra parte, más allá de la dudosa factibilidad y del rechazo que ha cosechado el proyecto, cabe preguntarse si los estadounidenses estarán preparados para ver a sus tropas arrastrando hacia un destino final incierto a civiles desarmados y hambreados, sacados de manera forzosa de los escombros de sus exhogares.
El neocolonialismo se presenta como uno de los pilares de la nueva política exterior de Trump, quien ya amenazó con tomar por la fuerza el canal de Panamá y comprar Groenlandia, pese a que no está en venta. Pero en el caso de Gaza, la intención de desplazar masivamente a una población ya diezmada, le agrega un componente de limpieza étnica que resulta escalofriante. Esta novedad abre las siguientes preguntas: ¿Para qué otros conflictos actuales en curso Trump podría impulsar iniciativas similares? ¿Con qué clase de dictadores estaría dispuesto a pactar para tales fines? En principio, en menos de un mes, Trump entabló fluidos y productivos diálogos con Vladimir Putin y Nicolás Maduro.
Finalmente, desde una perspectiva argentina: ¿Qué hará Javier Milei frente a este plan? ¿Otra vez archivará sus ideales libertarios y hará gala del doble estándar para seguir apoyando ciegamente a sus aliados EE.UU. e Israel? El mundo debe unirse para poner un freno al plan de Trump para Gaza. Nuestro presidente, si es coherente con los valores de la vida, la libertad y la propiedad que dice defender, debiera convertirse en una de las grandes voces de protesta.
*Director del Observatorio Sino-Argentino. Profesor visitante en Zhejiang University (China) y regular en la Universidad Católica Argentina.