INTERNACIONAL
Medio Oriente

Un adiós a Palestina, firmado por Donald Trump (y Hamas)

La llegada de Marco Rubio al Departamento de Estado y de Mike Huckabee a la embajada en Jerusalén de la mano de Trump, junto con la tierra arrasada en Gaza, la complicidad de Jordania y Egipto y las picardías del régimen de Irán se están combinando para otro adiós a la chance de un estado palestino.

Donald Trump: “Estoy con el pueblo cubano"
Donald Trump: “Estoy con el pueblo cubano" | Agencia Afp

Aunque todavía faltan poco más de dos meses para su retorno a la Casa Blanca, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ya mostró claramente algunas de sus intenciones para el Medio Oriente: una profundización del apoyo a Israel, una política de zanahoria y garrote para Irán y un práctico adiós a la creación de un estado palestino en el futuro cercano. 

En medio de su trabajo para armar el gabinete que conducirá al país a partir del próximo 20 de enero, que incluye varias nominaciones curiosas y algunas bastante peligrosas (hello, RFK junior), el millonario neoyorquino recogió un fruto del exilio cubano en Miami para poner al frente de la diplomacia nacional, el senador Marco Rubio, un férreo sostenedor de Israel. Por si fuera poco, la embajada norteamericana en Jerusalén (sí, está en Jerusalén, no en Tel Aviv) quedará a cargo del ex gobernador evangelista de Arkansas Mike Huckabee, otro "halcón" en materia de relaciones exteriores cuando se trata de Medio Oriente, China o Rusia. 

¿Apoyará Rubio un cese del fuego en Gaza? Absolutamente no, a menos que se lo ordene Trump. "Quiero que (las Fuerzas de Defensa de Israel, FDI) destruyan todos los elementos de Hamas" en el enclave palestino, declaró recientemente el senador nacido en el seno de una familia cubana. Los miembros del grupo islamista, añadió, "son animales feroces que cometieron crímenes horribles".

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Las consecuencias del ataque del 7 de octubre de 2023 que Hamas llevó a cabo contra las comunidades del sur de Israel en la zona fronteriza con Gaza todavía se desconocen en su plenitud, aunque empiezan a surgir algunas certezas. El gobierno israelí y las FDI mantienen desde hace décadas un complejo régimen de control y represión en Cisjordania (o Judea y Samaria, según desde donde se mire), con la interesada asistencia de amplios sectores palestinos que se benefician de la situación, tanto económica como políticamente. 

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En Gaza es muy distinto: en 2005 las tropas israelíes salieron de la Franja y se llevaron con ellos a decenas de miles de habitantes judíos que habían construido en el territorio comunidades enteras con casas, escuelas y empresas. Se levantaron hasta los cementerios judíos y se entregó la zona a los palestinos, que fallaron en convertirlo en un mini-estado viable, con la ayuda de la violencia de Hamas y la dominación económica de Israel (los palestinos usan el shekel, no tienen moneda propia y descartan las divisas de Egipto y Jordania). 

No era fácil ser palestino en Cisjordania o en Gaza, y las aspiraciones de un estado propio son genuinas. Pero las aberraciones perpetradas por Hamas el 7/10 cambiaron las reglas del juego, aunque a veces no se note. Violaciones de mujeres indefensas, asesinatos salvajes de civiles, torturas... todo transmitido en tiempo real en internet con los teléfonos de los terroristas o los de los israelíes muertos. Y decenas de rehenes que se siguen pudriendo en los túneles islamistas en Gaza en condiciones difíciles de imaginar. 

Por un lado, la invasión islamista unificó a los israelíes en un "nunca más": llegó la hora de terminar con Hamas y, de paso, hacer lo mismo con Hezbollah en el sur del Líbano. Más allá de las declaraciones oportunistas en los foros internacionales, ningún país alrededor del mundo exige realmente a Israel que suspenda sus campañas en el norte y en el sur. Ninguno. Menos todavía países como Jordania, Egipto o Arabia Saudita, cuyas élites viven atemorizadas por el fundamentalismo islámico y la sombra de Irán.

Para los israelíes, el post 7/10 es un tema serio, de supervivencia. Aunque la mitad del país detesta al primer ministro, Benjamin Netanyahu, prácticamente toda la sociedad israelí -incluyendo no pocos árabes- está de acuerdo en que llegó el momento de eliminar a Hamas y debilitar seriamente a Hezbollah para que se acaben las periódicas lluvias de misiles sobre el territorio nacional. 

Fuera de la región, las escenas de las matanzas de octubre a manos de los pistoleros de Hamas fueron golosinas para los ojos no solo de los anti-israelíes sino, especialmente, para los antisemitas escondidos detrás del anti-sionismo. Luego, la brutal campaña israelí sobre Gaza, con su terrible saldo de muerte y dolor entre los civiles palestinos, sirvió como excusa extra para seguir escupiendo veneno. Pedir el cese del fuego es una cosa, pero cantar "Palestina libre desde el río (Jordán) hasta el mar (Mediterráneo)" es otra. Tampoco estaría mal que reclamen la liberación de los cautivos. 

Soldados israelíes en Gaza

Sin embargo, los "amigos de siempre" de los palestinos se empecinaron en avanzar con su propia agenda, olvidando el sufrimiento de los civiles en Gaza y en Cisjordania, en su mayoría atrapados entre el control y la represión israelí y la corrupción de sus propios dirigentes (como Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina desde hace... ¡veinte años!). 

¿Cuáles son realmente las intenciones de personajes como el músico Roger Waters, la ambientalista Greta Thunberg o el actor Mark Ruffalo cuando se asoman a hablar con la kefiah al cuello? ¿Están a favor de los palestinos o solo en contra de Israel? 

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Capítulo aparte para los miles de chicos y chicas sin norte político en estos complejos tiempos ideológicos que tomaron los campus de las universidades de élite de Estados Unidos para manifestarse sobre un conflicto que, en su mayoría, desconocen profundamente. 
Aunque muchos no lo crean, distintas personas piensan distinto. Hay gente de derecha y gente de izquierda. Gente honesta de derecha y gente honesta de izquierda, y de los otros. Las manifestaciones en los campus activaron un sentimiento de rechazo en amplias porciones del electorado estadounidense, sea por su color radical, por la violencia, el caos o su costado antisemita. Y la puerta quedó abierta para el regreso de Trump, una persona poco agradable con una agenda política con algunos puntos buenos y muchos muy malos e inquietantes. 

Una casita en Hebrón

En el caso de Medio Oriente, la llegada de Trump y el éxito de las campañas de las FDI en Gaza y en el Líbano y de sus operaciones contra el territorio iraní están dejando algunas cosas claras por el momento. 

La que asoma más clara es el adiós (al menos en el futuro cercano) a un eventual estado palestino. Ya lo venía diciendo Marco Rubio, y Huckabee no se queda atrás. En el caso del ex gobernador, en estos días se recordaron sus comentarios sobre Cisjordania y los asentamientos judíos en Cisjordania. Incluso se estima que es favorable al regreso de las comunidades judías a Gaza, una idea que está tomando fuerza entre los sectores más a la derecha de la política israelí. 

Una ampliación de los asentamientos en Judea y Samaria, o peor todavía, una anexión, puede tener consecuencias desastrosas, no solo para los palestinos sino también para la democracia en Israel a futuro. A diferencia de Gaza, las clases dirigentes palestinas en Cisjordania tienen aceitadas desde hace décadas sistemas de cooperación (posiblemente oportunistas, seguramente prágmáticos) con el gobierno israelí en el terreno de la seguridad. 

Quién sabe lo que pueda pasar con esas relaciones -un poco perversas, un poco positivas- entre controladores y controlados si el gobierno israelí cede ante la presión incesante de los grupos pro-colonos e impone una anexión. El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, uno de los más claros emergentes de esos sectores de la derecha religiosa y pro-asentamientos, declaró que espera ver ampliada la soberanía israelí sobre Cisjordania en 2025, con el visto bueno de Huckabee y de sus jefes, Rubio y Trump.  

La soberanía israelí en Judea y Samaria "no es una idea nueva" y "la facción de Smotrich abogó durante mucho tiempo por la anexión, alegando justificaciones históricas y de seguridad", dijo el Jerusalem Post en un editorial. Sin embargo, continuó el diario (a menudo la voz de la moderación en Israel), una anexión de Cisjordania, "una región que los palestinos imaginan como parte de un futuro estado, está plagada de riesgos, especialmente en el contexto del derecho internacional y la percepción global".

Más allá de las consecuencias diplomáticas, siguió el editorial, "la anexión podría conducir a un aumento de la violencia y el malestar en Cisjordania, desencadenando una Tercera Intifada" que Israel "no está preparado para manejar mientras ya enfrenta amenazas en múltiples frentes".

Las guerras con Hamas en Gaza y con Hezbollah en el Líbano "son lo suficientemente complejas como para añadir un nuevo campo de batalla", concluyó el diario, según el cual "hasta que no se ganen esas guerras, nunca debería pensarse en añadir más leña al fuego proverbial" del Medio Oriente. 

En medio de este complejo panorama, y gracias a Trump, Netanyahu, Abbas, los ayatollahs, Hamas, las FDI y los Roger Waters del mundo, los palestinos deberán  seguir esperando.

 

LT