El presidente Donald Trump firmó un decreto que probablemente sea recordado tanto por su extraña naturaleza como por lo que representa dentro de su particular estilo de gobernar. "Quiero cuidar mi precioso pelo", dijo el mandatario, mientras firmaba la medida en el Despacho Oval.
El decreto, que lleva por título "Mantener una presión de agua aceptable en las duchas", es una declaración de la denominada "guerra contra las duchas" que inició el presidente republicano hacia una normativa implementada por sus antecesores demócratas, Barack Obama y Joe Biden, y que él considera una de las mayores injusticias de la vida cotidiana estadounidense: la baja presión del agua en las duchas.
Se trata de un problema, según él, que ni la Casa Blanca ni el país entero deberían ignorar, pero que escapa a la mera lógica cotidiana. Sin embargo oculta un pretexto de fondo: su pelea ideológica contra la "agenda verde radical", en función de políticas ambientales implementadas por los gobiernos demócratas, y que incluye otras medidas para desmantelar esa visión, como el retiro del Acuerdo de París.
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La obsesión de Trump con las duchas para "cuidar de su hermoso pelo"
El decreto pone fin a las normativas que limitaban la cantidad de agua que los cabezales de ducha pueden liberar por minuto. "Nadie quiere un cabezal de ducha de presión baja", dijo Trump desde el Salón Oval. En conferencia de prensa, el pasado miércoles el presidente estadounidense se mostró de buen humor tras anunciar la firma del decreto.
"Antes les ponían restricciones (a las duchas) pero ahora vienen directamente soldados. Te duchas, te lavas las manos o haces lo que sea, y no sale el agua. En mi caso me gusta darme una buena ducha para cuidar de mi hermoso pelo durante 15 minutos hasta que quede mojado", exclamó el presidente.
El momento en que Trump firmó esta medida no fue casual. Coincidió con la implementación de sus "aranceles recíprocos", que acompañan una nueva fase en su "guerra comercial" que comenzó formalmente el pasado miércoles 9 de abril. Sin embargo, lo que realmente acaparó las miradas fue la excéntrica justificación del presidente para liberar a los ciudadanos de las regulaciones sobre la presión del agua en sus duchas.
"Estoy 15 minutos bajo el agua, goteo, goteo, goteo. Ridículo. Lo que haces es acabar lavándote las manos durante el quíntuple de tiempo, para que sea la misma agua. Vamos a liberarla para que la gente pueda vivir”, explicó Trump, dando la sensación de que el país estaba viviendo una crisis de agua de proporciones épicas.
El "MAGA" versión duchas
Según la Casa Blanca, este paso elimina una “burocracia innecesaria” que estaba limitando la libertad de los estadounidenses para elegir los cabezales de ducha que deseen. Los nuevos estándares permiten más agua por minuto, una promesa que Trump había hecho durante su campaña electoral de 2024, aunque en ese entonces pocos lo tomaron en serio.
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El lema de su administración, MAGA (Hacer a Estados Unidos Grande de Nuevo, en español), se hizo eco en esta medida: "Trump hace que las duchas de Estados Unidos vuelvan a ser grandes otra vez". Sin embargo, en lo que parecía una promesa banal, se filtró una crítica mucho más profunda a las políticas de ahorro de agua implementadas por las administraciones anteriores. Una visión que obedece a una variable conservadora del pensamiento trumpista: la relativización de la crisis climática y otras los compromisos con el medioambiente.
Trump no es ajeno a los temas de la eficiencia hídrica. Durante su primer mandato, su obsesión por la presión de agua en las duchas fue casi tan conocida como su postura contra los inodoros de bajo flujo. La guerra de Trump contra las políticas ambientales de Obama y Biden encontró un nuevo campo de batalla en el baño. Durante su presidencia, Trump ya había aflojado las regulaciones sobre los cabezales de ducha, permitiendo que cada boquilla de un sistema de múltiples chorros pudiera liberar hasta 2,5 galones de agua por minuto. La administración de Biden, en un giro opuesto, revocó estas relajaciones en 2021, lo que Trump ha llamado “la guerra de las duchas”.
Con la firma del decreto, Trump ha decidido volver a deshacer lo hecho por sus predecesores. "Tienes muchos lugares en el país con agua de sobra, y la gente compra una casa, abre el fregadero y apenas sale agua. Se duchan y lo mismo", argumentó el presidente, olvidando, o ignorando, que la razón de estas regulaciones era precisamente la conservación de los recursos hídricos en tiempos de escasez.

La "agenda verde radical" como pretexto
Además, esta medida se da en el mismo contexto de otras decisiones que han sido criticadas por su impacto ambiental. Trump ha aflojado también las normas de eficiencia energética para electrodomésticos, lo que ha levantado alarmas sobre el costo futuro de estas decisiones para los consumidores. Sin embargo, en su discurso, Trump sostuvo que esas medidas eran parte de una "agenda verde radical" que había empeorado la vida de los ciudadanos comunes, como si los ciudadanos de a pie estuvieran luchando por una ducha perfecta y no por otros problemas más serios.
Lo más curioso de todo es que, más allá de la cuestión hídrica, este decreto parece representar algo mucho más personal para Trump. Como si fuera el principio de una serie de pequeñas victorias para el presidente, la firma de la nueva norma fue acompañada por otra de sus decisiones más extravagantes: el regreso del “botón Coca-Cola” en su escritorio del Despacho Oval. Un toque personal, aparentemente insignificante, pero que subraya una constante en su estilo de liderazgo: la necesidad de rodearse de símbolos de poder que hablan más de él mismo que de la política.
CD / Gi