El kibutz Nir Oz fue siempre base central de estadía durante mis viajes a Israel. Y mi segunda casa mientras viví en aquel país. Pasaba los días como residente adoptivo porque uno de mis mejores amigos vive en el kibutz desde hace décadas. A través de Tato Salimson -un hermano de otro papá y otra mamá desde la adolescencia compartida- conocí a muchos habitantes de la comunidad, un lugar hermoso y a la vez inquietante por la cercanía con la Franja de Gaza. Por las tardes el viento traía las voces que llamaban a la plegaria desde los minaretes de Khan Younis. Y, mitad en serio, mitad en broma, algunos de los vecinos del kibutz nos decían: "No salgan a caminar por los campos porque hay francotiradores" palestinos al otro lado del borde de concreto y alambre de púas.
Entre los amigos que conocí a través de Tato están el argentino Luis Cunio y su esposa, Silvia. Ellos sobrevivieron al ataque pero dos de sus hijos, David y Ariel, siguen cautivos en Gaza. David es hermano mellizo de Eitan, que también sobrevivió. Hace muchos años, en el kibutz celebramos el bar mitzvá de David y de Eitan, y del hijo de Tato, Yoel, con una fiesta al aire libre.
Itzjak Elgarat es el padre de mi amiga Max, que ahora vive en Dinamarca. Y a Gadi Mozes, uno de los rehenes liberados el 30 de enero, recuerdo haberlo entrevistado para un artículo para un portal argentino en el que hablamos de zanahorias, tomates cherry y la vida bajo los cohetes de Hamas.
Algunos amigos sobrevivieron, otros fueron asesinados, y otros siguen en Gaza.
Pero en quien no puedo dejar de pensar en estos días es Iosi Silberman, también argentino. Iosi estaba casado con Margit, que era peruana. A los dos los asesinaron en Nir Oz. Ellos eran los abuelos de Kfir y Ariel Bibas, los chiquitos secuestrados con vida por Hamas durante el ataque del 7 de octubre del 2023, junto a su mamá, Shiri, y cuya muerte se confirmó este miércoles.
Con el pelirrojo Iosi -el mismo color de pelo de su nieto Ariel- había sido amistad a primera vista pero la relación se puso más entretenida cuando me enteré quién había sido su padre. Para un aficionado a la vieja televisión y espectador leal del viejo Titanes en el Ring de los años '70, fue maravilloso saber que Iosi era hijo de Wladimiro Silverman, mucho más conocido como Vlady, un pianista y compositor que se ganaba la vida con su orquesta grabando discos de folklore o música pasatista y los famosísimos temas de los luchadores de la troupe de Martin Karadagián.
Alguna vez escribí algo sobre Vlady para un diario de Buenos Aires y la mamá de Iosi, la viuda del músico, me había pasado algunos recortes y datos sobre su carrera. Pero eso fue hace muchos años, cuando Nir Oz era un sitio pacífico y estaban todos vivos. Ahora ya no recuerdo de donde era originario Wladimiro, pero seguramente llegó a la Argentina escapando de los pogroms antisemitas en Europa oriental. Esta semana se supo que fueron sus bisnietos quienes terminaron perdiendo la vida por un pogrom antijudío, aunque esta vez no eran cosacos sino miembros del grupo Hamas, de Gaza. Muy lejos de Rusia.
A veces es difícil de creer cómo la violencia sigue a los judíos adonde quiera que vayan. A Wladimiro esa violencia lo empujó hacia América del Sur, donde terminó siendo parte de los momentos más alegres de varias generaciones. Para Ariel y Kfir, esa violencia significó tener que morir a los cinco y dos años de edad, sin más tiempo para seguir ofreciendo alegrías.
Porque Hamas tiene eso: son capaces de destacarse por su brutalidad en una región de brutos. Su perversión alcanzó subsuelos históricos, como ya habían demostrado con las "transmisiones en vivo" en las redes sociales de sus salvajadas del 7/10.
En los tiempos bíblicos era común matar a sangre fría a niños y mujeres. Lo hicieron los persas, los babilonios, los israelitas y los antiguos egipcios. Pero ni los iraníes de hoy, o los israelíes o los egipcios actuales roban niños y se quedan con sus cadáveres durante quince meses.
Los expertos forenses en Israel ya avisaron que tomará tiempo establecer las causas de muerte de Shiri, Ariel y Kfir. Sin embargo, la cabeza ya da vueltas: ¿los hicieron sufrir? ¿Cómo los asesinaron? ¿O murieron durante algún bombardeo? ¿Dónde almacenaron sus cuerpos? ¿Y por cuánto tiempo?
Hamas da asco.