La científica y creadora puertorriqueña, Olga González-Sanabria se convirtió en la hispana de mayor rango en el Centro de Investigación Glenn de la NASA y se ganó un lugar en el Salón de la Fama de Mujeres del estado de Ohio en Estados Unidos, por sus logros sobresalientes con la agencia espacial.
Tras comenzar como una simple estudiante universitaria en 1982, hoy es reconocida por ser la inventora de las súper baterías de la Estación Espacial Internacional (EEI), que le permite mantenerse en órbita.
La EEI es el gran laboratorio flotante en el que a la fecha se encuentra habitado por 7 personas y ha estado orbitando el planeta 16 veces cada día desde 1998.
A mediados de la década de 1970 en Puerto Rico, una estudiante de secundaria asistió a unas charlas sobre carreras en ciencia en la universidad.
Ella no lo habría considerado, pero su profesor de matemáticas, al ver su potencial, la animó a ir. Cuando un estudiante comenzó a hablar, quedó cautivada al instante por un campo de conocimiento del que nunca había oído hablar: la ingeniería.
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Olga González-Sanabria se apasionó por el ámbito de estudio en el que se había adentrado y, posteriormente dio un salto profesional inesperado, tras ser reclutada por la NASA.
Se unió a la rama de electroquímica de la División Solar y Electroquímica, el departamento que desarrolla hardware para impulsar diferentes misiones. La investigadora dejó su territorio natal y voló a la ciudad de Cleveland, donde su vida personal y profesional dio un giró de 360 grados.
La inventora de las super baterías de la EEI en su llegada a a la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio, rememoró el día en que llego a Estados Unidos y precisó que “nunca había estado en Cleveland, no conocía a nadie más que al reclutador” y recordó que cuando llegó, había entre 12 y 15 personas con globos, y música esperándola.
El hecho de que la Estación Espacial Internacional esté flotando sobre el planeta Tierra, es mérito de la desarrolladora y su equipo de ingenieros de la NASA.
La desafiante misión de prolongar la vida útil de las baterías de la Estación Espacial Internacional de la NASA
Cuando Olga González-Sanabria se unió a la NASA, estas baterías sólo duraban unos 3 años, lo que no es suficiente para la ciencia espacial, especialmente cuando se piensa en algo como una estructura más permanente en el espacio.
Así que a su equipo se le asignó la desafiante misión de prolongar la vida útil de las baterías. El objetivo fijado eran 15 años, sin poder cambiarlas o reemplazarlas o actualizarlas.
"Debido a que es hidrógeno y oxígeno, se producen pequeñas explosiones entre los electrodos que queman todo lo que hay y luego cortocircuitan la batería, lo que reduce la vida útil", explicaron desde la agencia espacial estadounidense.
Básicamente, lo que hicieron fue recubrir el interior de la batería con un catalizador. Así, en lugar de que estas pequeñas explosiones ocurrieran dentro de la batería y la dañaran, había una superficie para que esto sucediera sin arruinarla.
"Empezamos a analizar diferentes concentraciones de electrolitos. Y resultó que si disminuías la concentración, las baterías duraban más", detalló Olga González-Sanabria
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Los cambios no fueron grandes, pero el impacto que tuvieron sí. La meta eran 15 años. No obstante, con estas alteraciones de diseño, la vida útil de las baterías se prolongó a 30 años, el doble de lo esperado.
PM
