El proyecto de acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur preocupa al sector agrícola europeo, especialmente en Francia, donde los productores están fuertemente subsidiados, que teme que los productos latinoamericanos, con su competitividad y sus precios atractivos, inunden su mercado. Pero ¿cuáles son las cifras?
Bruselas asegura que solo serán “pequeños volúmenes”, pero esto ya eleva el riesgo de desestabilización en algunos sectores, sostienen en Francia.
El agrícola es uno de los tres puntos aún en discusión, junto a la protección que pide Brasil para sus industrias estratégicas y a las demandas de la UE sobre la deforestación y el clima, que para no pocos analistas latinoamericanos es otra herramienta para bloquear el ingreso de productos agrícolas.
Las discrepancias sobre el sector agrícola siguen abiertas desde 2019.
Volúmenes agrícolas. La Comisión Europea, el brazo ejecutivo de la UE, habla de “pequeños volúmenes” comparando las cuotas de importaciones previstas a las producidas anualmente por el bloque. El tratado reducirá o eximirá de tasas aduaneras a un máximo de 99 mil toneladas de carne bovina, lo que representa un 1,6% de la producción de la UE.
El límite será de 25 mil toneladas en la carne porcina (0,1% de la producción comunitaria), de 180 mil toneladas para las aves de corral (1,4%) y de 190 mil toneladas para el azúcar (1,2%).
A cambio, Bruselas asegura que el acuerdo supondrá una oportunidad de mercado para productos europeos hasta ahora frenados en América Latina, como el vino (tasado actualmente a un 27%) o los quesos, que pueden beneficiarse del “auge de una clase media” en el subcontinente.
El gobierno español, que respalda el acuerdo, destaca también el caso del aceite de oliva, pero los sindicatos agrícolas del país, especialmente los ganaderos, están preocupados.
Sectores expuestos. Aunque los volúmenes previstos son bajos respecto a la producción europea, ya sacuden algunos sectores. Patrick Bénézit, vicepresidente de la asociación interprofesional de carne bovina en Francia, señala que los países del Mercosur ya suministran la mayor parte de importaciones de solomillos, las piezas “nobles”.
La producción de solomillos en Europa “es de 400 mil toneladas en razas bovinas, por lo que la irrupción de 99 mil toneladas ya tiene un impacto”. Los productores de pollo también temen que sus homólogos brasileños se centren en las piezas más rentables, los filetes.
Para el sector del azúcar, ya afectado por las facilidades aduaneras acordadas a Ucrania, el tope de 190 mil toneladas representa la mitad de las exportaciones a otros países de la UE de Francia, una de las naciones más contrarias al tratado por el extendido universo de subsidios con el que sostiene su producción agrícola.
Y los productores de etanol, de miel o de cerdo también están en riesgo, afirma Stefan Ambec, economista del instituto de investigación Inrae, que anticipa una caída de los precios pagados a los agricultores europeos. “Los costos de producción difieren y el problema es que las normas sanitarias y ambientales no son las mismas”, explica, otra vez aludiendo a las “barreras paraarancelarias” que esgrimen desde el Viejo Continente.
Normas y controles. Pero la Comisión rebate que “todo producto de Mercosur deberá respetar las estrictas normas de la UE en materia de seguridad alimentaria”. El acuerdo de libre comercio CETA firmado con Canadá, por ejemplo, no alcanza desde hace seis años las cuotas de exportación de carne porque no hay suficiente producción que cumpla con las normas comunitarias, destaca un funcionario europeo.
Bruselas admite que “las condiciones de producción” en el Mercosur no serán necesariamente las mismas que en Europa. Por ello, los contrarios al tratado piden “cláusulas espejo”, es decir, que las reglas impuestos a los agricultores europeos en materia social, ambiental o de bienestar animal se apliquen también a los productores del Mercosur para evitar distorsiones de competencia.
“Se vende como un acuerdo de nueva generación que tiene en cuenta los aspectos ambientales y climáticos, pero los compromisos son débiles: no hay ninguna condicionalidad”, cree Ambec.
Otra cuestión es cómo garantizar el cumplimiento de las normas sanitarias. “En teoría, la carne tratada con antibióticos u hormonas de crecimiento no puede entrar, pero en la práctica su trazabilidad es imperfecta”, dice Ambec.
“Hay inspecciones de mataderos organizadas con la Comisión, pero no es fácil controlar al ganado antes de esa etapa. El seguimiento desde el nacimiento hasta el matadero, en el Mercosur, solo existe en Uruguay”, explica este economista. De hecho, una auditoría de la UE acaba de revelar fallos en los controles de la carne bovina en Brasil, incapaces de garantizar la ausencia de la hormona oestradiol, prohibida en Europa. A la espera de revisar estos procesos, Brasil ha suspendido sus exportaciones.
El acuerdo incluye “una cláusula de salvaguardia”, una especie de “freno de emergencia” en caso de aumento repentino de las importaciones o de efectos perversos en el mercado, señala la Comisión Europea. Pero ni siquiera esto tranquiliza a los productores franceses. “No define las condiciones precisas, dice Ambec, lo que complica su activación y el restablecimiento de aranceles sin medidas de represalia”.