El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, causó revuelo internacional al reafirmar que "no descarta" una ofensiva militar o incluso económica para que su país ocupe Groenlandia, un territorio autónomo danés, en función lo que considera objetivos importantes para la "seguridad nacional". Sus declaraciones, incendiarias, enfurecieron a líderes europeos, quienes ratificaron que esa insólita maniobra implicaría "un ataque contra toda la Unión Europea".
A pesar de que tanto Groenlandia como Dinamarca rechazaron categóricamente cualquier cambio de estatus de soberanía de la isla, las tensiones diplomáticas y las posibles repercusiones de los dichos de Trump reavivaron el debate sobre si podría llegar a producirse una intervención militar estadounidense en territorios soberanos.
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El interrogante, en tanto, reside en la posibilidad de que efectivamente el presidente electo estadounidense cumpla con sus ambiciones territoriales, justificada supuestos avances chinos y rusos en la región. Especialmente porque, en el caso de la que es la isla más grande del mundo, involucraría la agresión de Estados Unidos contra uno de los miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la alianza defensiva occidental creada por Washington para sostener el equilibrio de poder en Europa y que es resentida por Moscú.
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Bajo el derecho internacional, la invasión de un territorio soberano por otro estado está prohibida. La Carta de las Naciones Unidas, firmada en 1945, establece que el uso de la fuerza debe ser autorizado por el Consejo de Seguridad de la ONU o en defensa propia.
Sin embargo, el contexto de la OTAN y sus principios no es tan claro. Si bien el artículo 5 de su estatuto obliga a los aliados a responder en defensa de un miembro atacado (principio de defensa colectiva), no contempla escenarios en los que uno de los miembros, en este caso Estados Unidos, fuera el agresor.
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Pero la historia de la OTAN estuvo marcada por desacuerdos dentro de la propia alianza. En la guerra de Afganistán, por ejemplo, Francia se negó a apoyar a EE.UU., subrayando las diferencias de criterio entre los miembros de la alianza defensiva. De manera similar, durante la intervención en Libia, varios países de la OTAN, incluyendo EE.UU., Reino Unido y Francia, se alinearon en distintos bandos locales.
Estos precedentes evidencian que la alianza, como organismo intergubernamental, carece de una autoridad legal vinculante que obligue a todos sus miembros a seguir una única línea de acción. Así, en un hipotético escenario de conflicto por Groenlandia, no está claro cómo responderían todos los aliados de la OTAN que en su mayoría también pertenecen a la Unión Europea
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Groenlandia y la intervención de Trump
Este martes Trump volvió a ratificar sus dichos previos a la Navidad respecto a Groenlandia. En una conferencia de prensa, se le preguntó si podía asegurar que evitaría recurrir a la coerción económica y militar para tomar Groenlandia o el Canal de Panamá por la fuerza. "No, no puedo asegurártelo en ninguno de esos dos, pero puedo decir esto: los necesitamos para seguridad económica", dijo el magnate republicano previo a la asunción presidencial del 20 de enero. También había manifestado su voluntad de "incorporar" a Canadá como "el estado número 51".
La propuesta de Trump de reclamar Groenlandia no es nueva. A lo largo de su campaña electoral, Trump sugirió que la isla, que alberga una base militar clave en el sistema de defensa antimisiles de EE.UU., debería ser "parte de la nación estadounidense" por razones de seguridad nacional. "Groenlandia es un lugar increíble y su gente se beneficiaría enormemente si se convierte en parte de nuestra nación. ¡La protegeremos y la cuidaremos de un mundo exterior muy cruel!", expresó Trump en sus redes sociales.
Aunque Groenlandia, como territorio autónomo de Dinamarca, no está "en venta", tal como ratificaron sus autoridades, las palabras de Trump y su retórica belicista generaron alarma en las capitales europeas. Francia, por ejemplo, advirtió que cualquier intento de agresión contra Groenlandia sería considerado un "ataque contra la Unión Europea", dada la pertenencia de Dinamarca al bloque supranacional. No obstante, el ministro de Asuntos Exteriores francés, Jean-Noel Barrot, matizó que no creía que EE.UU. llegara a invadir Groenlandia, pero que el mundo está entrando en una era donde "la supervivencia depende del más apto".
El dilema actual de la OTAN
La OTAN, la alianza defensiva ideada por Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, enfrenta un dilema. Si bien Trump podría tener razones estratégicas para reivindicar Groenlandia, tales acciones pondrían a prueba la unidad de la alianza.
Además, las recientes propuestas del presidente electo estadounidense de forzar un aumento del gasto en defensa al 5% del PBI también generaron fricciones dentro de la OTAN, especialmente en Europa. Países como Alemania, Francia y el Reino Unido aún luchan por cumplir con el objetivo del 2%, y una subida al 5% podría ser insostenible en el contexto económico actual.
La OTAN, que lidió actualmente con disputas internas y una creciente presión por parte de Rusia, tendría que ponderar su respuesta en caso de una escalada que podría cuestionar su perdurabilidad. Además, si bien el foco está en la relación entre EE.UU. y Groenlandia, el impacto potencial en la OTAN y en las relaciones internacionales podría ser mucho más amplio. Con la situación en Ucrania y las tensiones con Rusia en un punto álgido, cualquier movimiento de agresión por parte de la mayor potencia militar del mundo podría alterar el equilibrio de poder en Europa.
CD / Gi