Más de 250 mil personas homenajearon y presentaron sus respetos ante el féretro del papa Francisco durante los tres días de capilla ardiente en la Basílica de San Pedro, que terminaron ayer previo al funeral.
Fue uno de los eventos más multitudinarios de las últimas décadas. Una interminable fila de fieles de todas partes del mundo hizo el recorrido para despedir a Jorge Bergoglio, el papa argentino y primero de Latinoamérica.
Para poder permanecer expuesto en la basílica durante estos días, el cuerpo de Francisco tuvo que atravesar una serie de procesos para frenar el tiempo normal de descomposición.
“La técnica se llama de conservación de cuerpo o tanatopraxia, que no es lo mismo que embalsamar o momificar. Esto se hace para que el proceso natural de transformación cadavérica de un cuerpo, el cual ocurre a medida que pasa el tiempo, se retrase”, explicó a Radio Mitre el titular de la cátedra de Medicina Legal en Santa Fe y exmédico forense del Poder Judicial, Pascual Pimpinella.
“La técnica es milenaria, no es algo moderno. Se hace apenas ocurrida la muerte y lleva aproximadamente entre tres a cinco horas. Primero se lo desinfecta, se lo higieniza con bactericida y fungicida, hasta hipoclorito se puede usar”, detalló. “El cadáver se deshidrata, entonces después se lo vuelve a hidratar, para que cuando la gente lo observe parezca que recién ocurrió la muerte. En paralelo, se canalizan las arterias del cuello, la carótida, y se reemplaza la sangre con bombas. Esto hace que se conserve el tejido y permite que este proceso se detenga entre 10 a 14 días”, completó.
Después del homenaje de los fieles, y tras cerrar las puertas de la basílica de San Pedro, el féretro de papa fue cerrado en una ceremonia privada encabezada por el cardenal camarlengo Kevin Farrell.
El funcionario vaticano tapó el rostro del Pontífice con un velo de seda blanca, le roció agua bendita y depositó una bolsa con monedas y medallas acuñadas durante su pontificado.
Leyó igualmente el Rogito, una especie de obituario oficial que también se deposita en el ataúd dentro de un tubo metálico. “Fue un pastor simple y muy amado”, reza el de Francisco.
Su rostro nunca más será visto. Los últimos que lo vieron fueron los mil fieles que asistieron a San Pedro entre el miércoles y ayer, en jornadas que llegaron a prolongarse hasta la madrugada.
Entre los visitantes se destacaban los latinoamericanos, que llegaron masivamente. Había de Argentina, Colombia, Honduras, México, Guatemala y Venezuela, entre otros.
El grupo latino, muchos de los cuales residen en Roma hicieron fila por horas para despedirse a Francisco, a quien exaltan por su labor con los migrantes.
“Él hubiera querido vernos así, alegres. La verdad es que lo lloré mucho, era mi viejito hermoso, era nuestro papa, el papa de los migrantes”, dice Mónica Penagos ha vivido en Italia 25 de sus 61 años. Lleva un vestido con los colores de su natal Colombia y una bandera grande que extiende con otras de compatriotas que la acompañan.
El padre García va al frente del grupo. Pertenece a la congregación scalabriniana, muy dedicada a temas migratorios. “Somos migrantes latinoamericanos y el Papa estuvo muy cerca de todos los pobres marginalizados, entre ellos los migrantes. Nos sentimos en la obligación de venir a agradecer esa predilección por los migrantes”, explicó.
Cuando cerraron las puertas de la Basílica de San Pedro, miles de personas quedaron afuera. Así que muchos de ellos se trasladaron a la Basílica de Santa María la Mayor, donde será sepultado. Aunque recién podrán visitar la tumba a partir de mañana, ya hay largas colas.