Miles de sirios celebraron ayer en las calles la “victoria de la revolución” tras la caída del presidente Bashar al Assad, derrocado por una fulgurante ofensiva lanzada por una alianza de grupos rebeldes liderada por islamistas.
“Quiero felicitar al pueblo sirio por la victoria de la revolución y los llamo a salir a las calles para expresar su alegría”, declaró Abu Mohamed al Jolani, el jefe del grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS) que lideró la coalición rebelde.
La alianza se apoderó el domingo de Damasco, la capital, tras una ofensiva de once días que logró sacar del poder a la familia Al Assad, que gobernó el país con puño de hierro durante 50 años.
Miles de hombres, mujeres y niños se congregaron ayer en el centro de Damasco y en otras ciudades como Alepo, en el norte, y Sueida, en el sur, en un ambiente festivo y con la bandera de tres estrellas, símbolo del movimiento prodemocrático de 2011, adoptado por las nuevas autoridades.
“Los Assad padre e hijo nos oprimieron, pero nosotros liberamos nuestro país de la injusticia”, celebró en Alepo un policía de 47 años. “Nuestra alegría es indescriptible”, afirmó Haitham Hudeifa, de 54 años, en el bastión de Sueida, escenario de manifestaciones contra Al Assad desde hace un año y medio.
“Unido, unido, unido, el pueblo sirio está unido”, entonaron los fieles en la mezquita de las Omeyas de Damasco, donde acudió el primer ministro encargado de la transición hasta el 1° de marzo, Mohamad al Bashir.
Estado Islámico. El clima de júbilo, sin embargo, estuvo también teñido de gravedad. Decenas de fotos de personas desaparecidas a manos de los antiguos servicios de seguridad fueron expuestas en las paredes de la mezquita, un recordatorio de la dolorosa búsqueda de sus familiares tras décadas de represión.
El país, multiétnico, multiconfesional y dividido, enfrenta múltiples desafíos. Pero las nuevas autoridades intentan llevar mensajes de calma mientras la comunidad internacional se moviliza.
Los dirigentes de los países del G7, que reúne a las principales potencias occidentales, dijeron que apoyarán un gobierno “inclusivo” y exigieron que respete los derechos de las mujeres y las minorías.
Jordania será sede hoy de una cumbre sobre Siria con ministros y altos representantes diplomáticos estadounidenses, europeos, árabes y turcos. El secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, repitió en Irak y en Turquía que Estados Unidos trabajará para evitar que reaparezca el grupo yihadista Estado Islámico (EI). En Jordania, hizo un llamado a una “transición inclusiva” que conduzca a un gobierno “responsable y representativo”.
HTS afirma que rompió con el yihadismo, pero sigue en la lista que la clasifica como “terrorista” por varios países occidentales, entre ellos Estados Unidos. La Unión Europea quiere entrar “pronto” en contacto con las autoridades sirias, a un nivel “operativo”, dijo un alto funcionario europeo y hoy la Comisión anunció un nuevo puente humanitario para entregar 50 toneladas de ayuda, la primera operación de asistencia europea desde la caída de al Assad para asistir a la población.
En el noreste de Siria, Turquía apoya a las fuerzas rebeldes comprometidas contra las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), dominadas por los kurdos y respaldadas por Estados Unidos contra el EI.
Turquía no permitirá “jamás la debilidad en la lucha contra” el EI, aseguró el jueves el presidente Recep Tayyip Erdogan a Blinken.
Pero subrayó su determinación a impedir también que el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK, separatista) se aproveche ahora de la situación en Siria, refiriéndose a esta agrupación considerada por Turquía como terrorista y núcleo de las FDS.
El ministro israelí de Defensa, Israel Katz, ordenó ayer al ejército que “se prepare para permanecer” todo el invierno boreal en la zona de contención entre Israel y Siria, en la meseta de los Altos del Golán, parcialmente anexada por Israel.
Israel realizó en los últimos días cientos de ataques en Siria contra instalaciones militares estratégicas. Su objetivo es que los equipos del ejército sirio no caigan en “malas manos”, declaró Blinken.
El primer ministro de transición, Mohamad al Bashir, instó a los millones de sirios en el exilio a regresar al país, comprometiéndose a “garantizar los derechos de todos”.
Unos seis millones de sirios, un cuarto de la población, abandonaron su país desde 2011, cuando la represión de las manifestaciones prodemocracia derivó en una devastadora guerra civil que dejó más de medio millón de muertos.
El Alto Comisionado para los Refugiados en Siria afirmó que las nuevas autoridades sirias habían enviado una “señal constructiva” a la agencia al pedirle que permaneciera en en el país. La ONU estimó en más de un millón los nuevos desplazados desde que empezó la ofensiva rebelde.