SAN PABLO (Eleonora Gosman).- “Ellos precisan más de nosotros de lo que nosotros precisamos de ellos: no precisamos de ellos, pero ellos precisan de nosotros”. Fue, textualmente, la respuesta en la primera conferencia de prensa de Donaldo Trump, cuando una periodista brasileña preguntó por las relaciones del flamante mandatario con Brasil y con América Latina. Aunque no sean necesarias ampliaciones para ver la dirección de esa frase explícita, hay dos objetivos: uno es mostrar que el presidente Lula da Silva ya no gozará de la misma relevancia que le otorgó la Casa Blanca, durante el período de Joe Biden. El otro fue apuntar contra los presidentes progresistas de AL: la mexicana Claudia Sheinbaum; el colombiano Gustavo Petro y el uruguayo Yamandú Orsi, quien debe asumir el 1º de marzo.
Lo cierto es que la diplomacia de Itamaraty se mantiene alerta ante la orientación del nuevo ejecutivo norteamericano. Estiman, con razón, que habrá un relacionamiento mucho menos intenso del que proporcionaba la gestión estadounidense anterior. Recuerdan que las “distancias” se iniciaron, ya, durante la campaña electoral cuando Lula apoyó nítidamente a Kamala Harris. Es obvia su animosidad contra Trump y sus partidarios, quiénes ya habían trabado una relación más que amistosa con el ex gobernante de Brasil, Jair Bolsonaro. Invitado a participar de la ceremonia de asunción del nuevo presidente de EE.UU. en Washington, el brasileño de extrema derecha no pudo asistir por cuenta de sus múltiples causas judiciales. En su representación viajó su esposa Michelle, pero la mujer no pudo conseguir una “self” con Trump, como hubiera deseado. Sencillamente, no fue convidada al palco principal. Estos son detalles a considerar cuando se trata de describir cómo serán los vínculos futuros entre ambos países.
Lula, quien apoyó a Kamala por su indiscutible confraternidad con Biden, y porque representaba a su juicio un freno contra la ultraderecha mundial, busca ahora evitar cualquier tipo de confrontación: “Trump fue electo para gobernar Estados Unidos y yo, como presidente de Brasil, deseo que él haga una gestión provechosa para que el pueblo norteamericano mejores, y para que ellos continúen como socios históricos de mi país” declaró ayer. Bueno es recordar que con Barack Obama, Lula da Silva disfrutó de un relacionamiento muy especial con la Casa Blanca; lo mismo aconteció en el período Biden, quien con su nítida definición a favor del actual presidente brasileño, aportó una robusta ayuda para la victoria lulista en los comicios de 2022.
De cualquier manera, Trump y sus secretarios cuentan con una figura latinoamericana de nivel: el argentino Javier Milei. Después de todo, preside un país de importancia no solo geopolítica sino también como proveedor de materias primas indispensables: la Argentina tiene, en ese sentido, presencia propia dentro de América Latina. Claro que va a depender del juego internacional del “mileísmo”, que le permita tener alguna ascendencia regional. No es la amenaza de salir del Mercosur lo que le otorgará peso a la Casa Rosada; ni tampoco su orientación extremista en asuntos claves para la sociedad. La correlación de fuerzas parece, hoy, estar del otro lado de las posiciones de ultraderecha: México, con su presidenta Sheinbaum; Colombia, con Petro; Uruguay con Orsi; Chile con Gabriel Boric y Bolivia con Luis Arce, tienden a defender el régimen democrático, con mayor o menor insistencia, y adhieren (aun sea teóricamente) a la redistribución de los ingresos de sus países.
Hay otros asuntos a tomar en cuenta por la nueva administración estadounidense. A diferencia de lo que ocurrió hasta ahora, el francés Emmanuel Macron sostuvo en su último discurso que “Francia, Europa y América Latina tienen la oportunidad histórica de reunirse en torno a un mismo ideal. Queremos un planeta más justo y seguro, y la conciliación entre el desarrollo tecnológico y nuestro valores”. Hay que recordar la oposición tenaz del presidente francés a una alianza de la Unión Europea y el Mercosur, por cuenta de las cuestiones agrarias. Este mensaje reciente, precede la Cumbre Mundial de Acción sobre la Inteligencia Artificial que tendrá lugar en París los días 10 y 11 de febrero. Para subrayar su planteo, Macron insistió: “No hay dudas que el futuro de Francia y de Europa será escrito junto a América Latina y el Caribe”
Eso pone entre paréntesis el alcance de la denominada “diplomacia del freezer” estadounidense, de la que suelen hablar los medios brasileños. Si bien estos admiten que las relaciones comerciales entre ambas naciones son lo suficientemente importantes como aplacar las diferencias. Consistente con esta idea, Lula habló ayer con Sheinbaum, sobre la necesidad de México y Brasil de “cultivar relaciones productivas con todos los países de las Américas, incluyendo a Washington”. Dijeron que el objetivo es mantener la paz, fortalecer la democracia y promover el desarrollo regional.
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