“Vamos a seguir avanzando porque vinimos para hacer grande la Argentina”, dijo este viernes el presidente Javier Milei en el 125° Aniversario de la Bolsa de Comercio de Córdoba. La referencia al slogan trumpista no pasó desapercibida —en medio de las negociaciones para aliviar la situación financiera previo a las elecciones de octubre. Pero también por los intentos del gobierno libertario de mostrarse cercano al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pensando en una reunión bilateral que todavía pareciera estar lejos de concretarse.
A pesar de las señales de cercanía, la expectativa de un encuentro formal entre Milei y Trump —que se cruzarán en Nueva York en la Asamblea General de la ONU que comienza el próximo lunes— quedó una y otra vez frustrada. En abril de este año, Milei viajó a Estados Unidos para recibir el premio de una organización conservadora (León de la Libertad) en Miami, y circulaban rumores fuertes de que aprovecharía la oportunidad para verse con Trump —otro de los premiados— en la residencia del magnate en Mar-a-Lago. El propio Presidente alimentó esas expectativas públicamente, pero el encuentro no se concretó: en un momento confuso, la delegación argentina se retiró minutos antes de que llegara el presidente estadounidense.

En ese momento, ambos lados (argentino y del entorno de Trump) alegaron “problemas de agenda” como motivo de la dilatación del encuentro entre los líderes conservadores de ambos extremos del continente. No obstante, días después, y en función de sus prioridades, Trump recibió en la Casa Blanca al salvadoreño Nayib Bukele, aliado en su cruzada por las deportaciones masivas, uno de los ejes de su campaña. Si bien meses después el flamante embajador estadounidense en Argentina, Peter Lamelas, destacó la “amistad” entre ambos aliados ideológicos ante el Senado local, la buena relación no se tradujo en definiciones de una invitación formal desde que Trump asumió la presidencia el 20 de enero. Tampoco en alivio del 50% de aranceles a las exportaciones argentinas de acero y aluminio; mientras tanto, el secretario de Comercio Scott Bessent —y principal detractor de Elon Musk dentro del gabinete— fue uno de los funcionarios que viajó a Buenos Aires para respaldar al gobierno, a medida que avanzaban las negociaciones por un acuerdo comercial.

En paralelo, la tensión entre Trump y Musk emergió como un telón de fondo, en especial por las coincidencias del presidente libertario con el dueño de SpaceX. Musk criticó abiertamente varias políticas emblemáticas del trumpismo: el proteccionismo comercial de la doctrina Estados Unidos Primero (America First), las barreras que afectan sectores como Tesla, y los intentos de controlar o regular las plataformas digitales fueron algunos de los motivos del quiebre de los dos antiguos aliados después de que el extitular del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, en inglés) fuera eyectado del gabinete de Trump.

Musk, aportante de casi 500 millones de dólares de la campaña de Trump, también tomó distancia cuando su plataforma X se convirtió en un espacio de influencia política personal, una suerte de aspiración paralela al protagonismo mediático de Trump en Truth Social. En ese marco, la militancia que responde al magnate tecnológico, que recientemente alentó las revueltas ultraconservadoras contra el gobierno británico de Keir Starmer, lanzó críticas veladas al presidente por escándalos heredados y por lo que llaman “uso político del poder institucional”. La situación escaló a otro nivel cuando desde su círculo acusaron a Trump de no querer publicar la "lista de clientes" del financista pedófilo Jeffrey Epstein, una "promesa de campaña incumplida". Operadores próximos a Trump, en cambio, observaron a Musk con recelo, y lo ven como un aliado incómodo para quienes apostaron al MAGA tradicional, de tinte proteccionista en lo económico y conservador en lo social.
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Milei, entre Trump y Musk
El presidente argentino se encuentra en medio de esas dos galaxias. Desde redes sociales elogió a Musk, apoyado discursos de desregulación, aceptó su respaldo implícito (como el famoso “Amo a Javier Milei” en un tuit de Musk, tras el discurso del argentino en la Gala Hispana de Washington) y hubo momentos públicos muy gráficos —como la escena en Austin donde se lo vio junto a Musk y con la motosierra libertaria— que refuerzan esa narrativa.
Pero con Trump la proximidad es distinta: no hay conversación formal confirmada, no hay foto oficial reciente, no hay comunicado conjunto. En cambio, si hubo visitas oficiales relacionadas a temas comerciales, militares y de seguridad. Por su parte, el canciller Gerardo Werthein encabezó las gestiones diplomáticas para concretar la visita a la Casa Blanca. “Ocurrirá más pronto que lejos”, repitió el canciller Werthein al ser consultado sobre la bilateral en una entrevista con LN+. Tanto él como el embajador Oxenford siguen negociando los términos, especialmente en el contexto de la próxima Asamblea General de la ONU el próximo 22 de septiembre, donde se espera que ambos mandatarios se crucen.

Detrás de todo esto, operan redes de financiamiento, think tanks y diplomacia paralela. La Heritage Foundation con su Projecto 2025 es parte de la usina ideológica del segundo mandato de Trump, un documento guía para políticas conservadoras, culturales, regulatorias, sociales, una agenda considerada “extrema” por los demócratas. La Rockbridge Network, asociada con el vicepresidente JD Vance y grandes donantes tecnológicos, funciona también como puente entre el mundo tech y el conservadurismo duro que hoy representa buena parte del partido Republicano. El vínculo, en tanto, cobró notoriedad tras el acercamiento de Trump a los CEOS de los "5 grandes" de las big tech (FAANG, en inglés), Mark Zuckerberg (Meta), Bill Gates (Microsoft), Sundar Pichai (Google/Alphabet), Jeff Bezos (Amazon), quienes no solo fueron invitados de primera fila en la asunción presidencial sino que lo visitaron en la Casa Blanca a principios de septiembre. No hay hasta ahora evidencia pública de financiamiento directo hacia Milei por parte de esas redes, pero la coincidencia de agenda —libre mercado, desregulación, crítica al “colectivismo global” y batalla cultural "anti woke"— es notoria .
Las implicancias diplomáticas ya se sienten. Una foto Trump–Milei podría reforzar la narrativa MAGA en Iberoamérica, días después de que Milei volviera a visitar a su aliado paraguayo Santiago Peña -el único en la región al que visitó de manera oficial desde que es presidente- y continuara con su giro en política exterior. También para traer apoyos dentro del Partido Republicano y enviar una señal potente a los votantes con tendencia conservadora. Pero podría también generar recelos: Musk, por ejemplo, fue presentado como inversionista para Argentina, y su alejamiento podría tener costos económicos, mediáticos, simbólicos. Al mismo tiempo, donantes tradicionales del trumpismo podrían ver a Milei con suspicacia si su cercanía con Musk se interpreta como deslealtad ideológica o competencia, en medio de la tormenta política que generó en las bases del trumpismo tras el cierre oficial del caso del caso Epstein..
Mientras la Asamblea General de la ONU se acerca, Milei prepara otro discurso (el segundo ante la AGNU), y Washington observa. En los pasillos diplomáticos argentinos se especula con que ese foro pueda servir para la foto, para el selfie político, para la confirmación visible de alianzas que ahora sólo se expresan en tuits, gestos o slogans. Sin embargo, las reuniones bilaterales del máximo nivel de representación política no son dejadas al azar sino interpretadas como gestos en medio del realineamiento del orden global.