De los más de 8,5 millones de venezolanos en el exterior, que representan el 25% del padrón electoral, solo 60 mil podrán ejercer su derecho al voto. En Argentina lograron inscribirse apenas 2.638 venezolanos, de los aproximadamente 150 mil habilitados, para un total de 220 mil residentes.
Los requisitos, que van desde tener un documento de residencia emitido por el país de acogida con un mínimo de doce meses de antelación, hasta tener vigente el pasaporte venezolano (uno de los más caros del mundo, con un costo superior a los 300 dólares), se suman a la sucesión de obstáculos que enfrentaron los venezolanos que se acercaron a consulados y embajadores de países de la región y el voto para tratar de registrarse para poder votar hoy.
En Colombia, por ejemplo, el país que más venezolanos recibió, donde hay 2 millones de migrantes; 7.010 ciudadanos podrán votar. Y en Perú, donde viven 1,5 millones, podrán votar 659. En México, de 100 mil migrantes venezolanos, podrán sufragar 3.215. Son cifras ridículas, que reflejan las muchas dificultades: páginas para inscribirse que se caen inesperadamente, o que permanecen abiertas en horas insólitas y por mucho tiempo, rechazos sin motivo, etcétera.
Además de votar, la esperanza, aunque prudente, de la posibilidad de un cambio, provoca a los millones de venezolanos en el exilio el dilema del eventual regreso. Muchos llegaron con hijos pequeños, que a la hora de volver ha estudiado, hecho amigos, amado, comenzado a trabajar en sus países de acogida.
Eso se suma a los temores que genera la situación venezolana aun ante una eventual victoria opositora como todos desean: no será fácil desmantelar la estructura represiva construida por el chavismo durante dos décadas, documentada por la misión de la ONU, que dejó constancia de “personas detenidas en centros de detención secretos” que “fueron sometidas a actos de tortura”, mecanismo similar a la última dictadura argentina.
Para ver cómo vive este momento histórico y cómo enfrentan este dilema, PERFIL convocó a representantes de la comunidad venezolana en la Argentina. Estos son sus testimonios.
“Las elecciones son un faro de luz”
Liset Luque, secretaria Organización Alianza por Venezuela.
“Durante los últimos años el régimen nos secuestró. Secuestró las instituciones y nos arrebató la posibilidad de vivir democráticamente. Fui detenida en mi país, razón por la que me replanteé el hecho de seguir en Venezuela y tener que callar y sobrevivir a la crisis o tomar la decisión de salir con mis hijos.
Desembarqué en este maravilloso país que nos recibió con los brazos abiertos. Como los 8 millones de venezolanos llegamos sin expectativas, con la maleta debajo del brazo, las ganas de salir adelante, de comenzar desde cero. Nunca dejé de creer la recuperación democrática de mi país para poder retornar a mis hijos, que abracen lo nuestro, a sus abuelos.
El proceso electoral significa esperanza, un faro de luz. Esta es una llama que hoy se funde con el compromiso cívico de la comunidad venezolana dentro y fuera del país.
Para nadie es un secreto que el régimen ha intentado todas las maniobras para que los venezolanos no ejerzamos nuestro derecho al voto; principalmente los venezolanos que estamos en el exterior. Y eso es una de las violaciones que el régimen comete para perpetuarse en el poder.
Me siento muy orgullosa de ver cómo el pueblo venezolano vuelve a creer en la recuperación de la democracia. Es un trabajo incansable de los liderazgos políticos y de quienes hoy encabezan esta lucha que son María Corina Machado y Edmundo González”.
“El 80% del país quiere un cambio”
Walter Molina, politólogo
“Uno se va de Venezuela, pero Venezuela no se puede ir de uno. La única forma que tiene Nicolás Maduro para seguir en el poder es por la fuerza.
Llegué a Argentina en el año 2018 luego de una travesía larga, como muchas otras personas. Estuvimos una semana de viaje, mi pareja, nuestros dos niños, que en ese momento tenían 2 y 4 años, mi mejor amigo y su novia. Aunque fue una semana entera, pasamos muchas menos complicaciones que otras personas que ahora, mientras hablamos, están intentando cruzar la selva del Darién. Lo que ocurrió en 2017 fue el detonante para nosotros. Yo trabajaba en política en Venezuela, en la gobernación de Miranda, con varios diputados. En las protestas de ese año me pegaron una bomba lacrimógena directa al cuerpo; si no ponía la mano me daba en la cabeza. También sufrí amenazas. La decisión por los niños; cuando ya tienes hijos no tenés que resguardarte solo a ti.
Trabajamos para ese cambio que hoy parece que se puede dar. Y digo parece, no por temas numéricos, puesto que entre el 80 y el 90% del país quiere y necesita un cambio, sino porque evidentemente no estamos transitando un proceso democrático; estamos luchando contra una dictadura. Si el chavismo fue el momento de la separación, queremos que cuando asuma González Urrutia sea la Venezuela del reencuentro. De los que puedan hacerlo. Yo perdí a mi papá, a mi abuela. Ya no los voy a poder abrazar más, pero quisiera que los que tienen la oportunidad de hacerlo puedan lograrlo”.
“Documenté desapa riciones forzadas”
Rigoberto Lobo, defensor DD.HH.
“De los defensores de los DD.HH. de Venezuela en el exilio, un 45,5% expresó que no volvería al país, incluso si la situación política cambiara. Llegamos a esta información con una investigación de Promedehum, la organización que fundé. Trabajo en derechos humanos desde 2014. Me hice más visible por documentar las protestas, directamente en el terreno, con videos y testimonios. Luego me involucré con algo que no era tan visible, pero para el gobierno de Venezuela sí, que fue documentar los casos de desapariciones forzadas. Eso, por supuesto, siempre me tuvo en la mira. En 2021 se abrió una investigación en mi contra por financiación del terrorismo y lavado de dinero, y tuve que salir de Venezuela junto con mi esposa y a mi hija. Nos fuimos en medio de la pandemia por un paso irregular pagándole a la guerrilla colombiana para poder cruzar. El plan era estar acá tres meses, esperar que bajara el perfil y volver. Fue la segunda vez que tuve que salir de Venezuela porque corría alto riesgo, pero esta vez no pude volver. Llegó la orden de citación por una causa penal reservada. Yo iba a ser trasladado por el Servicio de Inteligencia Bolivariano a su sede sin saber por qué me estaban juzgando. Una práctica habitual. Cuando se emite la orden, la persona tiene que ir en el momento que la buscan y no hay nada que puedas hacer”.
“El venezolano no se va a rendir”
Leynel Carvajal, asesora a compatriotas que migran a Argentina
“Cada vez que surge un nuevo líder, el venezolano vuelve a tener fe. El venezolano es la muestra de fe. Ya tengo ocho años en Argentina y fue una migración bastante más sencilla de lo que han pasado muchas personas. Tuve suerte en ese sentido. Llegamos con mi hermano y en estos años llegó la mayoría de mi familia. Cuando recién vine a Argentina sí era bastante optimista de que todo iba a cambiar, pero en los últimos tres años esa fe bajó muchísimo.
Como venezolana migrante agradezco a los países que nos han recibido, como Argentina, que es una de las pocas naciones que nos dieron la bienvenida con los brazos abiertos. Cuando las leyes se prestan para que el migrante pueda establecerse fácilmente se produce un efecto cadena: el trabajo es más fácil, establecerse también. Por el contrario, cuando el migrante llega a un país en el que durante años no puede tramitar un documento de legalidad, se tiene que ir a otro lugar y ese país termina siendo de paso. En cierto modo uno no sale porque quiere, sino por fuerzas mayores, y que los trámites en cuanto a legalidad sean más sencillos, para acceder a la educación, a la medicina, se agradece. Puedo decir un montón de razones por las que uno agradece a Argentina. Hoy vamos a ver qué sucede y creo que indistintamente de los resultados el venezolano no se va a rendir. Esto va a seguir”.
“Estoy acá, y el corazón está allá”
Yang Álvarez, médico y activista
Llegué a la Argentina en 2017, en el contexto de las protestas venezolanas. Ese año fui detenido, motivo por el que tuve que emigrar a la Argentina. Acá, gracias a Dios y a la Argentina, pude insertarme laboralmente. Hice mi homologación como profesional e incluso cofundé una asociación de médicos venezolanos en la Argentina para ayudar a otros colegas a ingresar al mercado del trabajo. Ya tengo siete años en el país, incluso soy ciudadano argentino y tengo a mi madre acá.
Durante mucho tiempo la situación de Venezuela se nos había olvidado y nos centramos en el día a día de la Argentina. La mayoría de los venezolanos que estamos acá no vamos a poder votar porque nos los impide el régimen, pero nos estamos organizando para estar en el centro electoral cuidando los votos. El registro electoral estuvo cerrado los últimos años. La última apertura fue en 2018. Finalmente, este año lo volvieron a abrir. Iba a estar accesible un mes, pero tardaron en abrirlo quince días; es decir, que quedaron quince días para inscribirse. La traba que pusieron cuando abrió, que tampoco fue una comunicación pública, sino que nos enteramos porque íbamos todos los días, es que hicieron el trámite sumamente lento. Se podían inscribir diariamente cincuenta venezolanos, mientras las colas para anotarse eran de cuatro cuadras”.