El 31 de enero de 2023, el presidente Nayib Bukele inauguró lo que se convirtió en la cárcel "más grande de América Latina". A dos años de su inauguración, el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) en El Salvador sigue siendo el epicentro de la guerra del gobierno de El Salvador contra las pandillas y el crimen organizado que paralizaron al país en las últimas décadas.
La megacárcel, símbolo del implacable "Método Bukele", consta de un imponente complejo en las afueras de Tecoluca, diseñado para albergar a 40.000 detenidos. Su construcción fue interpretada como un símbolo del compromiso con el combate a la violencia en el país, que pasó de ser uno de los más peligrosos del mundo al "más seguro de Occidente", según declaró el presidente salvadoreño en función del desplome de la tasa de homicidios. Esta política atrajo la atención mundial y varios líderes políticos e influencers, incluida la ministra de Seguridad argentina Patricia Bullrich, visitaron las instalaciones.
La megacárcel, construida en una zona deshabitada, es vista como el emblema de la guerra declarada por Bukele a las pandillas que, desde finales de los años noventa, sembraron el terror en El Salvador y en otros países de la región, como Guatemala y Honduras, tras ser deportadas de Estados Unidos.
En 2022, tras una escalada de asesinatos, el presidente Bukele impuso un régimen de excepción que le permitió arrestar a más de 83.000 personas bajo la justificación de enfrentar la violencia asociada a las pandillas y al crimen organizado. Aunque algunas de esas detenciones fueron revertidas por falta de pruebas, la medida se mantiene vigente. A dos años de la inauguración del establecimiento penitenciario, continúa suscitando controversia tanto a nivel nacional como internacional, en medio de denuncias por detenciones arbitrarias y otras violaciones a los derechos humanos.
Testimonios de Cecot, la megacárcel en El Salvador
Dentro del Cecot, las condiciones son durísimas. Los prisioneros, tanto de la MS-13 como del Barrio 18, son vigilados las 24 horas del día mediante cámaras y un fuerte despliegue de fuerzas de seguridad. Cada uno de los ocho pabellones, distribuidos en 23 de las 166 hectáreas del centro, alberga a más de 1.000 reclusos, y la vigilancia corre a cargo de unos 1.000 agentes penitenciarios, 600 soldados y 250 policías antimotines.
Los prisioneros, obligados a vestir ropa blanca, son separados por su afiliación, pero la convivencia entre miembros de bandas rivales como la MS-13 y el Barrio 18 no está exenta de tensiones. La falta de rehabilitación se hace palpable en las palabras del director del penal, Belarmino García, quien asegura que los reclusos son "psicópatas" y que las posibilidades de reinserción social son mínimas. "Por eso están aquí", afirma.
Uno de los reclusos más emblemáticos de este centro es Marvin Medrano, conocido como el 'Sayco', un pandillero de la Mara Salvatrucha (MS-13) que sirve una condena de 100 años. Con el torso tatuado con las letras "MS" y recuerdos de una vida marcada por la violencia, Medrano asegura estar consciente de que nunca saldrá de la prisión.
En una pequeña sala vigilada por agentes de seguridad, el ‘Sayco’ se muestra arrepentido de su pasado y reflexiona sobre su vida dentro del Cecot: "Sabemos que ya no habrá salida para nosotros", admitió en una entrevista con AFP.
Medrano, en tanto, reflexionó sobre su vida como pandillero y lamentó las decisiones que lo llevaron a la cárcel, recordando su llegada a Estados Unidos a los tres años y su ingreso a las filas de la MS-13 a una edad temprana. A lo largo de su condena, fue perdiendo contacto con su familia y hoy, al mirar a su hijo, asegura que no quiere que siga sus pasos. "La realidad de la prisión es otra, y aquí todo lo que hemos hecho fue en vano", concluyó, resignado.
En el Cecot, los reclusos tienen pocas oportunidades de contacto con el mundo exterior. Están privados de visitas familiares, y su tiempo se limita a ejercicios físicos en pasillos internos o audiencias judiciales virtuales. Las condiciones de vida son austeras: duermen en catres metálicos sin colchón y sus comidas se limitan a frijoles y pasta, sin carne, por orden del gobierno salvadoreño.
El Cecot es el pilar de la política de seguridad de Bukele, que encontró en la megacárcel una solución a la violencia que azotó al país durante décadas. Sin embargo, la construcción de esta prisión continúa dividiendo opiniones tanto a nivel local como internacional. Mientras el gobierno defiende su enfoque como una respuesta contundente a la violencia, organismos internacionales y defensores de derechos humanos continúan cuestionando la legalidad y la humanidad de los métodos utilizados, incluyendo los arrestos masivos sin debido proceso y el aislamiento absoluto de los reclusos.
A medida que se cumplen dos años de la inauguración del Cecot, El Salvador sigue enfrentando la compleja tarea de combatir el crimen organizado mientras lidia con las críticas tanto dentro como fuera de sus fronteras. La megacárcel sigue siendo, para muchos, el principal símbolo de la guerra de Bukele contra las pandillas, un modelo de encarcelamiento masivo y un intento de erradicar la violencia a cualquier costo.
CD