Venezuela, antes un próspero país y ahora marcado por años de ruina económica y represión política, celebrará elecciones el 28 de julio, en las que el presidente Nicolás Maduro, definido internacionalmente como un dictador, buscará un tercer mandato.
La República Bolivariana de Venezuela debe su nombre al ícono nacional Simón Bolívar, apodado "El Libertador" por su papel en ayudar a las antiguas colonias españolas en América del Sur a lograr la independencia a principios del siglo XX.
Bolívar inspiró al militar Hugo Chávez, un aliado cercano del fallecido líder cubano Fidel Castro, quien dirigió el país desde 1999 hasta su muerte por cáncer en 2013. Durante su gobierno, utilizó la riqueza petrolera del país para sacar a millones de personas de la pobreza.
Pero su sucesor es definido como un "tirano". Nicolás Maduro lideró un colapso económico sin precedentes, provocado en parte por una caída de los precios del petróleo y las sanciones estadounidenses impuestas en respuesta a su represión de la oposición.
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La reelección de Maduro en 2018 fue rechazada como ilegítima por la mayoría de los países occidentales y latinoamericanos. En su lucha por ganar respeto como legítimo sucesor de Chávez, Maduro ganó su primera elección con un margen muy estrecho.
Desde entonces, sorteó una crisis tras otra, gobernando de forma autócrata y consolidando su poder mientras la vida del venezolano promedio se volvía cada vez más miserable.
Millones de venezolanos huyeron de una terrible crisis económica marcada por una inflación galopante y una escasez crítica mientras el auge petrolero fracasaba en parte debido a una caída de los precios mundiales del crudo.
Las esperanzas de un retorno a la democracia en estas elecciones se desvanecieron después de que prohibiera a su principal oponente presentarse como candidato, acusándolo de corrupción, cargos que han sido ampliamente descartados como falsos.
"¡No volverán más nunca!", repite el mandatario con frecuencia en referencia a la "ultraderecha", en la que ubica a todos los opositores, a los que tacha de lacayos del "imperio estadounidense" y responsabiliza de todos los males.
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Lucha contra el crimen
Venezuela es constantemente clasificada como uno de los países más peligrosos del mundo, aunque la nación de 30 millones de habitantes ya no es vista como la sociedad despiadada que alguna vez fue.
Hace unos cuatro años, el gobierno lanzó una ofensiva contra las pandillas que operaban en los barrios marginales y las cárceles, y el número de muertes violentas cayó el año pasado en aproximadamente una cuarta parte, a 26,8 por cada 100.000 habitantes, según el independiente Observatorio Penitenciario de Venezuela.
Pero los expertos dicen que las bandas criminales continúan llevando a cabo extorsiones, que están en aumento.
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El derrumbe del petróleo
A fines del siglo XIX se dieron los primeros hallazgos de crudo en Venezuela.
A partir de los años 1920, "el petróleo se convierte en el principal producto de exportación y principal fuente del presupuesto nacional, motor de la economía venezolana. Todo lo demás, directa o indirectamente, dependía de la actividad petrolera", refiere el académico y exrector de la Universidad del Zulia, Ángel Lombardi.
En 1976, se nacionaliza la industria de los hidrocarburos y se crea el holding estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA). La mayor parte de las obras de infraestructura fueron financiadas por los ingresos petroleros.
De acuerdo con la mayoría de los expertos, la situación cambia con la llegada de Chávez.
A la corrupción que ya gangrenaba a una parte de PDVSA se le suma una mala gestión y decisiones polémicas. La más espectacular fue el despido de 20.000 trabajadores, la mayor parte de ellos profesionales de alta calificación, entre 2003 y 2004, después de una huelga de más de un mes de la industria que prácticamente paralizó al país.
"Ahí empieza a venirse abajo todo. No solo la producción, que es lo más fácil de medir y lo evidente, sino también cosas muy importantes como el mantenimiento de las instalaciones", explica Eugenio Montoro, exgerente de PDVSA y opositor al gobierno.
Aunque la producción siguió en aumento hasta 2008, con un pico de 3,5 millones de barriles diarios, luego se derrumbó hasta los 400.000 barriles diarios, lo que hundió al país en una crisis económica sin precedentes.
Represión
Como presidente, Maduro ha enfrentado muchas amenazas imaginarias y reales, incluido un fallido ataque con drones cargados de explosivos en 2018 que hirió a varios soldados.
Los activistas dicen que su gobierno ha reprimido sin piedad las protestas contra su duro régimen y la miseria económica, que empeoró cuando su gobierno nominalmente socialista se vio obligado a recortar el gasto social.
Maduro se centró en reforzar el control sobre el poder judicial, el legislativo, el ejército y las instituciones estatales.
El presidente también se ha beneficiado de estrechos vínculos políticos y económicos con China, Rusia y otros actores internacionales autocráticos que han ayudado al país a mantenerse apenas a flote.
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Para desviar la culpa por los problemas de Venezuela, Maduro sostuvo las teorías conspirativas antiamericanas de Chávez, acusando a Estados Unidos de conspirar para matarlo y a las naciones occidentales de arruinar la economía que otrora era próspera.
Se acusa a Maduro de cerrar prácticamente todos los canales para la disidencia política, encerrando a disidentes y rivales sin tener en cuenta el debido proceso.
Su principal rival, María Corina Machado, ganó abrumadoramente las elecciones primarias de la oposición, pero ha sido inhabilitada para ejercer cargos públicos debido a cargos que ella y otros consideran falsos.
Venezuela está bajo investigación por violaciones de derechos por la Corte Penal Internacional.
Maduro es experto en utilizar los medios estatales para difundir su mensaje y ha buscado ganarse el cariño de una población que sufre desde hace mucho tiempo a través de un popular personaje de dibujos animados en televisión e Internet a su imagen.
Sanciones internacionales
La crisis se profundizó a partir de 2018 con el establecimiento de sanciones a la industria por parte de Estados Unidos, que desconoció la reelección de Nicolás Maduro por considerarla fraudulenta.
Pero las tensiones sobre el abastecimiento que provocó primero la guerra en Ucrania y luego el conflicto en Medio Oriente llevaron a Washington a reducir la presión sobre Venezuela, pese a que se mantuvo inmutable el discurso sobre la necesidad de una transición democrática.
A fines del año pasado, tras un acuerdo entre gobierno y oposición de Venezuela para celebrar las elecciones presidenciales en 2024, Estados Unidos alivió las sanciones.
Pero luego las reinstauró, cuando el Consejo Nacional Electoral retiró la invitación pactada a los observadores de la Unión Europea. Sin embargo, autorizó excepciones bajo la forma de licencias para compañías como Chevron, Repsol y Maurel y Prom.
Venezuela ha buscado nuevos aliados -Rusia, Irán y China- para impulsar su producción petrolera, que se acerca actualmente al millón de barriles diarios pero requiere de inversiones para pasar a una etapa superior.
El mal estado de la infraestructura petrolera causa graves daños al medioambiente, con derrames permanentes en las principales cuencas.
Reservas
Con unos 300.000 millones de barriles, Venezuela cuenta con las mayores reservas de hidrocarburos en el mundo. Tiene dos cuencas principales: la histórica de los estados Zulia y Falcón, de petróleo liviano, y la faja petrolífera del Orinoco, de crudo pesado y extrapesado.
El presidente de PDVSA y ministro de Petróleo, Pedro Tellechea, asegura que el país está "en pleno renacimiento de la industria petrolera".
"Hoy estamos en un crecimiento, un sueño de volver a recuperar nuestros mercados internacionales", afirma. "Venezuela posee una de las mayores reservas de gas, que podemos mejorar y hacer el equilibrio perfecto para la transición energética", añade.
Éxodo venezolano
Aproximadamente uno de cada cuatro venezolanos —unos siete millones de personas— huyeron del país para escapar de la crisis económica y política.
Muchos se han mudado a otros países del Caribe y Latinoamérica, pero algunos han arriesgado sus vidas en un largo y peligroso viaje a través de América Central y México para llegar a los Estados Unidos. Otros se han mudado a Europa o Asia.
Con ellos se llevaron su pan plano de harina de maíz de todos los días, la arepa, que ganó popularidad como un capricho sin gluten. La arepa, que se puede comer con sopa o rellena de queso, carne, frijoles, mariscos o verduras, ahora se vende en panaderías y food trucks desde Nueva York hasta Tokio.
AFP / ds
