La Antártida es el continente más enigmático del mundo porque su verdadera geografía permanece oculta bajo una imponente capa de hielo que puede superar los tres kilómetros de espesor en determinadas zonas. Sin embargo, sus secretos finalmente están revelándose gracias a un equipo internacional de científicos liderado por el British Antarctic Survey (BAS) que presentó Bedmap3, el mapa más completo hasta la fecha del relieve oculto debajo del hielo antártico.
Esta nueva cartografía se consiguió tras décadas recopilando información a través de sensores satelitales, radares y exploraciones terrestres. La importancia de este mapa consiste en la calidad de su imagen de la Antártida sin hielo y el potencial para mejorar el entendimiento de los procesos naturales del continente. Gracias a la precisión de Bedmap3, los científicos ahora pueden predecir, con un mayor grado de exactitud que nunca, cómo responderá la capa de hielo al cambio climático y cuáles serán sus efectos en el nivel del mar global.

“En general, se ha vuelto claro que la capa de hielo de la Antártida es más gruesa de lo que originalmente pensábamos y que una gran parte de ella descansa sobre un lecho rocoso ubicado por debajo del nivel del mar. Esto la hace más susceptible a derretirse debido a la intrusión de aguas cálidas en los márgenes del continente”, aseguró Peter Fretwell, especialista en cartografía del BAS y coautor del estudio.
Cómo la tecnología permitió construir, paso a paso, el mapa de la Antártida
El proyecto Bedmap3 usó 84 nuevas campañas aerogeofísicas, sumando 52 millones de puntos de medición adicionales respecto a su predecesor, el Bedmap2. Entre los instrumentos empleados los más importantes fueron los radares de penetración terrestre (GPR, por sus siglas en inglés), los sistemas de altimetría satelital y las mediciones de gravimetría.
Los satélites también tuvieron un papel esencial en la recopilación de información: sensores de radar instalados en estos dispositivos permitieron atravesar la gruesa capa de hielo para detectar el lecho rocoso subyacente. Esta metodología permite al radar emitir ondas que penetran en el hielo y reflejan su señal en la base del continente, midiendo el grosor de la capa helada con una precisión extrema. El satélite CryoSat-2, por ejemplo, fue una de las herramientas fundamentales para estimar la altura de la superficie y calcular el espesor del hielo flotante en las plataformas costeras.

Las mediciones fueron complementadas con aeronaves equipadas con radar y magnetómetros que recorrieron grandes áreas de la Antártida detectando variaciones en la topografía del lecho rocoso. En muchos casos, los vuelos se realizaron bajo condiciones extremas, con temperaturas bajo cero y vientos huracanados.
Con la gran cantidad de información recopilada, el siguiente desafío para los científicos fue su procesamiento. Para ello, los expertos usaron algoritmos avanzados que integraron información de diferentes fuentes en una cuadrícula de alta resolución de 500 metros. Esta resolución significa una considerable mejora en comparación con Bedmap2, que trabajaba con una cuadrícula de 1 km y tenía menos de la mitad de los puntos de referencia de su sucesor.

Los investigadores usaron herramientas de interpolación para rellenar los espacios sin datos precisos, evitando de esta manera distorsiones en la topografía; por otra parte, los algoritmos de corrección de errores permitieron eliminar inconsistencias entre las mediciones obtenidas con distintas técnicas.
Una de las grandes mejoras de Bedmap3 fue la identificación exacta de la línea de anclaje, el punto donde el hielo se desprende del lecho rocoso y comienza a flotar en el océano. Esta línea es esencial para entender la estabilidad de la capa de hielo antártica y predecir su evolución futura. Para definirla con precisión, se usaron múltiples mapas previos mediante análisis satelital y observaciones en campo, produciendo un modelo coherente.
HM / Gi