INTERNACIONAL
Fujimori y la grieta peruana

El Chino y una década que aún divide a Perú

El expresidente, que falleció el jueves pasado, dividió en dos la sociedad y la historia peruana contemporánea. Combatió a Sendero Luminoso a costa de la muerte de cientos de inocentes. Construyó infraestructura que sacó del atraso a regiones, pero destruyó las instituciones democráticas. Atrajo inversiones que redujeron la pobreza, pero creó una red de corrupción que atravesó toda la clase dirigente con ramificaciones que llegan hasta hoy. Amigo de Carlos Menem, como él, aplicó los ajustes del Consenso de Washington y reformó la Constitución para lograr la reelección.

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Fervor. Sus seguidores lo apoyaban con la misma pasión que sus detractores lo rechazaban. | afp

Aquí la grieta podría definirse entre fujimoristas y antifujimoristas, y eso uno lo aprende no bien llega. Confieso que hasta que viajé a la selva, tenía una concepción muy “limeña” (por así llamarlo) sobre este tema, pero saliendo a recorrer el país en busca de noticias para el programa dominical donde trabajaba, entendí que también hay una  buena parte de la sociedad que quiere a Fujimori con la misma intensidad con la que se lo odia.

En lo personal y desde una mirada respetuosa y objetiva, podría decir que tuvo aciertos y enormes errores, condenables por cierto, que lo llevaron a cometer lo que muchos llamaron terrorismo de Estado. Era un contexto duro para el Perú que algunos vivieron en carne propia, como el periodista y profesor de la Universidad de Lima Carlos Paredes, reportero por aquellos años: “Su muerte cierra un círculo en la política peruana. Él debuta a finales del siglo pasado, en la década del 90, siendo un outsider y ganando una elección democrática a Mario Vargas Llosa, que es el intelectual más universal que tenemos aquí, y se constituye en una suerte de última esperanza para un sector importante de los peruanos. Perú de fines de los 80 era un país al borde del colapso”.

Fujimori tuvo, al menos para la mayoría, un buen primer mandato donde le devolvió los latidos a un Perú que estaba al borde de la muerte, con una inflación exponencial que había dejado Alan García, que enfrentó con el célebre “fujishock”. Pero la ambigüedad fue su marca registrada en una década de gobierno que bien explica el periodista y escritor peruano Martín Ripel: “Se derrotó a Sendero Luminoso, pero se asesinó inocentes. Promovió la inversión y redujo la pobreza, y asimismo patrocinó extensas redes de corrupción, algunos de cuyos delitos admitió. Construyó infraestructura pública y a su vez destruyó las instituciones democráticas y la separación de poderes. Fortaleció las libertades económicas, pero controló los medios de comunicación. En su gestión se firmó la paz con Ecuador y se traficó armas a las FARC. Y aunque fue popular, socavó el sistema de representación y aniquiló a los partidos políticos. Incluso al propio”.

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El repaso de la historia me hace dar cuenta de la amistad de Fujimori con Carlos Menem por aquellos años, dos presidentes que tenían varios puntos en común, como impulsar reeleciones y cambios de Constitución, así como la venta ilegal de armas. En el caso de Argentina, el cargamento fue a Ecuador, quien se encontraba en conflicto con Perú. Esta es una traición que los peruanos nos recuerdan a los argentinos hasta hoy, haciéndonos sentir parte de algo que no elegimos directamente. Fue un tremendo acto de injusticia con quienes se había comportado como un pueblo hermano en la Guerra de las Malvinas.

Lo que todos reconocen de Fujimori es que terminó con el gran flagelo del país: el terrorismo de Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) tras la captura de Abimael Guzmán. Un terrorismo que comenzó en el interior del país y que siguió sin pausa hasta llegar a Lima, y que sometió a la sociedad al miedo y provocó parte de la profunda crisis económica en la que seguía sumergido el país sin posibilidades de inversiones extranjeras ante las amenazas de muerte y los atentados. Pero sus métodos para combatirlos, entre los que se crearon grupos paramilitares, terminaron violando derechos humanos.

La oscuridad de su gobierno llega con Vladimiro Montesinos, un excapitán del ejército que fue expulsado por espiar y vender secretos militares a los Estados Unidos. Para Carlos Paredes fue el “monje negro” como jefe de inteligencia y asesor político: “Yo creo que corromper a militares, políticos, empresarios, dueños de medios, jueces, fiscales y periodistas fue lo peor de él. Tenía una frase perversa donde decía que el 95% de la clase dirigente o se vendía o se alquilaba, y se hizo conocido por grabarlos en su oficina recibiendo sobornos”. En estos videos aparecen infinidad de personajes populares recibiendo dinero y desfilando por su oficina para pedir favores. Ese tráfico de influencias era registrado sin consentimiento en los “vladivideos”, que tiempo después fueron de conocimiento y escándalo público.

Un cambio de Constitución le sirvió para ser reelecto una vez de manera legal y otra de manera anticonstitucional en una segunda vuelta que lo enfrentó a Alejandro Toledo. Ante el fraude y el cierre del Congreso, a finales del año 2000, viajó con la excusa de participar de la cumbre de líderes de APEC pero hizo desviar el avión hasta Japón, donde renunció por fax. Hubo un pedido de detención de Interpol y extradición por los delitos de lesa humanidad pero no fue hasta noviembre de 2006 que, con la intención de reinsertarse en la política, voló con escala en Chile, donde fue detenido y extraditado en 2007. Recibió una condena a 25 años de prisión pero fue indultado por Pedro Pablo Kaczynski y, entre idas y vueltas, llevaba nueve meses de libertad plena. Aunque con una salud muy deteriorada, pretendía postularse a los próximos comicios, pero la muerte truncó sus planes.

Paradojas del destino y la vida, Fujimori, o el Chino, como lo llamaban, murió el mismo día, tres años después, que Abimael Guzman, líder del grupo terrorista Sendero Luminoso, a quien su gobierno capturó. Ambos a los 86 años.

*Periodista argentina radicada en Perú.

 


Nunca creyó en la democracia

Eduardo Guzmán* 

El fujimorismo nace en los años más cruentos de la guerra interna, a finales de los 80. Una guerra desatada por grupos terroristas, como fueron el maoísta Sendero Luminoso y el guevarista MRTA, además de un descrédito general de la clase política. Alberto Fujimori fue hijo de japoneses que en virtud de sus actos políticos demostró no creer en la democracia. Sin embargo, se le reconoce la captura del cabecilla criminal de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, y la derrota de los tupacamaristas. Luego vino el cambio de Constitución en 1993 cuestionado por los grupos de izquierda, que le permitió una reelección legal y una anticonstitucional. Dicen que la historia será siempre el mejor juez que condene o absuelva a los actores políticos. Hoy, después de su muerte, con un país polarizado y exactamente dividido por su figura y legado político, el debate continuará con la misma pasión que hoy lloran sus seguidores y celebran sus detractores.

*Director de ATV y del programa periodístico Fuego cruzado en los años 90.