El reciente —e histórico— acuerdo entre Azerbaiyán y Armenia para poner punto final al conflicto por Nagorno Karabaj puso paños fríos a un orden internacional inestable, marcado por las disputas geopolíticas, los cambios del eje del poder global y el rearme nuclear. Si bien apenas concluyeron las negociaciones y falta mucho para sellar la paz definitiva, se trata de un capítulo que podría torcer la historia de la disputa territorial que data de más de 30 años, cuando la disolución de la Unión Soviética enfrentó a las flamantes repúblicas cuyas fronteras habían sido dibujadas prácticamente a dedo.
El principio de acuerdo entre ambas naciones, cuyas fronteras permanecen cerradas desde 1991, fue recibido como un avance prometedor para la paz en una zona marcada por la violencia, el desplazamiento forzado y las heridas del pasado. En una visita oficial a Argentina, el representante del presidente de Azerbaiyán para misiones especiales, Elchin Amirbayov, dio cuenta de la perspectiva de su país sobre el conflicto y la posibilidad de diagramar la paz en la región después de casi cuatro décadas de guerra.

"Uno de los motivos por los que Armenia decidió acordar con nosotros es que vieron que esta oportunidad no estará para siempre y sería desafortunado perderla", dijo el enviado de la presidencia de Azerbaiyán, un país musulmán y cercano a la etnia turca del que poco se conoce en el rincón rioplatense.
El diplomático azerí se refirió al final de las negociaciones sobre un tratado de paz que culminaron la semana pasada y que, en caso de firmarse, permitirá que ambos países restablezcan relaciones diplomáticas y abran sus fronteras en beneficio mutuo. Esto, según la perspectiva azarí, depende de la "voluntad" de Ereván de modificar su constitución, renunciar a futuros reclamos territoriales y suprimir la presencia de fuerzas extranjeras en los puntos fronterizos, a cambio de la autonomía de la región.
"Este acuerdo no es un final, sino un principio. La paz se construye con hechos, no solo con palabras. Debemos seguir adelante con una visión compartida de un futuro más próspero y pacífico para el Cáucaso", dijo el enviado del presidente de Azerbaiyán, Ilham Heydar, en una rueda de prensa a la que asistió PERFIL.

Ambos países se enfrentaron por la región de Nagorno Karabaj, un territorio montañoso ubicado en el Cáucaso Sur habitado por armenios y azaríes que fue disputado por distintas potencias a lo largo de la historia, y que quedó dentro de la frontera de la república azerí tras la independencia de la URSS. Ambas naciones se enfrentaron en dos guerras abiertas entre 1991 y 1994 y en 2020 sin lograr avances para el cese de las hostilidades que se cobraron más de 40.000 víctimas.
Karabaj, en tanto, proclamó la independencia, algo que nunca fue reconocido siquiera por Armenia, que a pesar del apoyo ruso tenía una inferioridad militar ante su vecino. Hasta que en 2023 Bakú lanzó su ofensiva final, recuperando la frontera delineada tras la caída de la URSS, provocando el éxodo de más de 100 mil habitantes y dando inicio a la negociación de paz que acaba de concluir. A pesar de las promesas de estabilidad, particularmente en asuntos irreconciliables entre ambos países, las tensiones y las acusaciones cruzadas continúan ensombreciendo lo que debería ser un logro histórico.
La región que une Europa con Asia no solo es estratégica en términos de logística y recursos naturales, sino que sirve de algodón entre cristales que juegan su propias cartas en el asunto, como Rusia, Turquía e Irán que, junto a otras potencias regionales, como Francia o Israel financiaron a uno u otro bando a lo largo del conflicto en función de sus intereses.

Trump y el derecho internacional en jaque
El acercamiento entre ambos países ocurrió en medio de un proceso de un cambio geopolítico inédito con la irrupción de Donald Trump como líder de una superpotencia que parece en retirada. Con su acercamiento a Vladimir Putin, el artífice de la mayor invasión operación militar terrestre desde la Segunda Guerra Mundial, el presidente de Estados Unidos dejó en claro que no necesariamente se regirá por el imperio de la ley internacional que reemplazó el uso de la fuerza como mecanismo de hacer política desde la Guerra Fría.
El giro en la política exterior de la primera potencia militar y económica se sintió en distintos rincones del mundo y el continente euroasiático, donde impera una sensación de falsa calma, no fue ajeno a este proceso. Particularmente en el este europeo, sacudido por los coletazos de la guerra en Ucrania, tanto en términos de seguridad como energéticos, luego de la invasión rusa que torció el derecho internacional.
En el marco de la competencia sino-estadounidense por la hegemonía global en materia comercial, energética y militar, Trump y Putin simulan el siglo XX negociando la seguridad de Europa mientras que Xi Jinping construye logística en esa región que queda suspendida en la vorágine del último momento de las noticias internacionales.
En tanto, el clima de inestabilidad volcó la atención hacia la región del Cáucaso, una ruta crucial para el comercio global condicionada por el conflicto latente entre Azerbaiyán y Armenia que siempre estuvo a una chispa de estallar. En ese punto donde se unen Europa y Asia, algunas fichas se están moviendo en función de los cambios geopolíticos.
En ese contexto, el acercamiento histórico entre ambas naciones para delimitar las fronteras ocurrió en el marco de la posibilidad de que Ucrania pierda territorio ocupado ilegalmente por Rusia, en función de las negociaciones impulsadas por Trump en Arabia Saudita; en detrimento del derecho internacional que condena el uso de la fuerza y, de esta manera, queda como último recurso de las potencias emergentes y que carecen de armas nucleares para disuadir a su adversario.
"No veo una conexión directa con este conflicto, pero sí veo que la administración de Trump tiene un mensaje contundente para terminar los conflictos, guerras y controversias no resueltas. En este sentido, creo que ese mensaje había hecho ver a los armenios pasar de la acción, de meras declaraciones a hechos. Es un avance positivo, pero es la mitad de lo que hay que hacer, ahora Armenia deberá dar los pasos necesarios para efectivamente lograr la paz", indicó el enviado de Azerbaiyán ante la consulta de este medio.

La visita del enviado azerí a Buenos Aires
Durante su encuentro con el ministro del Interior Guillermo Francos en Casa Rosada, Amirbayov dejó claro que el conflicto no puede ser visto bajo una única narrativa, sino desde una perspectiva "más equilibrada" que también considere los reclamos de Azerbaiyán, un país con el que, si bien Argentina no tiene afinidad cultural ni religiosa —a diferencia de la comunidad armenia—, sí comparte la defensa del derecho internacional, como la integridad territorial, en función del reclamo por Malvinas.
"Argentina es una nación pacífica que se ciñe al derecho internacional, que respeta la integridad territorial y la soberanía de los países. Queremos brindarle a los argentinos la perspectiva de Azerbaiyán para no permitir que cualquier decisión o juicio se base únicamente en el relato unilateral de una de las partes. La inexistencia de una comunidad considerable de azeríes en Argentina supone una desventaja significativa", dijo.
Esta declaración refleja una constante en las relaciones internacionales de Azerbaiyán, un país rico en petróleo al que Europa mira para reemplazar el suministro proveniente de Rusia. En especial, ante la necesidad de reposicionar la narrativa sobre el conflicto en el ámbito diplomático.
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La postura de Azerbaiyán, en tanto, subraya que la comunidad internacional debe comprender que, para alcanzar una paz duradera, no basta con reconocer un solo relato; se requiere un enfoque que considere los intereses de ambas naciones y las dinámicas complejas de la región. "No podemos permitir que el relato único prevalezca. Necesitamos que la verdad de Azerbaiyán sea escuchada, para que cualquier acuerdo que se alcance sea genuinamente justo y equitativo", cerró el representante azerí.
En tanto, la "pelea por el Cáucaso" no es solo una cuestión de territorios, sino también una batalla diplomática que involucra intereses y narrativas contrapuestas, en la que la influencia de actores internacionales como Turquía, Rusia y Estados Unidos, continúa jugando un papel determinante. El acuerdo alcanzado, aunque celebrado como un avance significativo, no es más que el inicio de un proceso largo y complejo hacia la paz en la región.
"Las negociaciones para el acuerdo de paz se están llevando a cabo desde hace dos años. En las últimas semanas les hemos enviado mensajes al lado armenio sobre cuestiones que son resolubles siempre que exista voluntad política. Si no hay avance significa que el otro lado no quiere lograr la paz con Azerbaiyán", concluyó.
ML