Esta cumbre del G20 en Río de Janeiro tuvo tres protagonistas: uno China, de quién ya nadie duda en el mundo su consagración como potencia mundial de primera línea. Otro, sin duda, fue el país organizador: Brasil, que logró objetivos específicos para el bienestar de las sociedades. Y el tercero estuvo ausente desde el punto de vista físico, pero presente como una imagen holográfica: Donald Trump. Se afirma incluso que el futuro presidente estadounidense tuvo una suerte de portavoz en esta reunión cimera: el argentino Javier Milei, quien consecuente con el papel que piensa cumplir el año próximo, decidió no interferir en las decisiones clave de las 19 naciones y dos bloques regionales (UE y Unión Africana) de esta sociedad planetaria.
Desde un enfoque objetivo, Estados Unidos continúa con una indiscutible primacía en riquezas producidas: 28,7 billones de dólares en 2024. Y la gran nación asiática llega a 18 billones de dólares, en el segundo puesto del ranking internacional. Pero la aparición estadounidense, en esta cita de notables, no tuvo esta vez una relación estricta con el poder del tamaño del PIB.
Javier Milei fue el único ausente en la foto oficial del G20 en Brasil
El poder se vio disminuido por una razón: Joe Biden, quien representó a los Estados Unidos está de salida. De tal suerte, todos piensan que a partir del 20 de enero con la llegada del republicano a la Casa Blanca habrá cambios importantes en la política internacional de EE.UU. En esas condiciones, las miradas optaron por dirigirse hacia el Oriente.
Desde un cierto punto de vista, el éxito coronó al presidente chino Ji Xinping. Primero, pasó por Lima, para inaugurar el gran puerto del Pacífico. Y allí se reunión con el demócrata Biden en una bilateral. Luego siguió camino a Río de Janeiro donde, entre otros encuentros, le dio mucha importancia al que mantuvo con el argentino Milei. Y terminó en Brasilia donde reforzó, con 40 acuerdos firmados, una alianza super estratégica con Lula da Silva.
En la declaración conjunta de ambos jefes de Estado, en la residencia oficial brasileña Palacio de la Alborada, señalaron la siguiente decisión: “Elevar la Sociedad Estratégica Global entre Brasil y China al nivel de Comunidad de un Futuro Compartido, por un Mundo Más Justo y un Planeta Sustentable”. Según reveló el Palacio del Planalto, fueron firmados compromisos en las áreas de comercio, agricultura, industria, inversiones, ciencia y tecnología, comunicaciones, salud, energía, cultura, educación y turismo. Especialistas en geopolítica han indicado que, ante el reemplazo del gobierno demócrata por el republicano, Brasil ha decidido volcarse fuerte a China.
Razones no le faltan: con Trump en Washington hay un riesgo real de que se reavive la extrema derecha brasileña. Nadie olvida que Trump trabó sólida amistad con Jair Bolsonaro y sus hijos; si bien es cierto que el ex presidente brasileño perdió toda la fuerza que tenía durante su presidencia, por obra y gracia de las denuncias de la Policía Federal que asocian su figura a un intento de asesinar a Lula, al miembro de la Corte Suprema Alexandre de Moraes y al actual vicepresidente Geraldo Alckmin. No hay que descartar que una intervención de la embajada norteamericana haya frenado semejante golpe.
En ese contexto, el segundo día del G20 vio nacer otra alianza aunque de menor envergadura. El gobierno chino tuvo expresiones de buena fé y satisfacción respecto de la entrevista de los mandatarios de ambas naciones. “China expresó su interés en incrementar el comercio con Argentina, y nosotros manifestamos nuestra vocación de diversificar y aumentar la oferta de exportaciones”, confirmó un comunicado oficial de la Casa Rosada. Y agregó: “Ambas naciones acordaron seguir trabajando en el fortalecimiento de sus lazos comerciales y en el desarrollo de proyectos conjuntos que beneficien a ambas economías. Durante la reunión se reafirmaron los vínculos y acuerdos comerciales y financieros vigentes”.
Pero para Javier Milei, no todo fue renombre y notoriedad. Diplomáticos brasileños y extranjeros presentes en la cumbre afirmaron que “nadie aplaudió el discurso de Javier Milei; salvo aquellos funcionarios de la delegación argentina”. Ocurre que el jefe de la Casa Rosada, si bien fue discreto en las acciones, no se privó de cuestionar la esencia del G20. Empezó por decir que “el concepto de “gobernabilidad global” se ha convertido en una “etiqueta del fracaso”. Continuó en esa línea al señalar que “es hora de reconocer que este modelo está en crisis, porque desde hace tiempo no cumple con su propósito original.
Pero la principal derrapada fue cuando esbozó una crítica feroz al G20: “Muchas de las políticas promovidas con insistencia por esa comunidad internacional vulneran los derechos de los ciudadanos del mundo” sostuvo. Y añadió con fiereza: “Somos muchos en la comunidad internacional para quienes “gobernanza global” es sinónimo de imposiciones. Desde barreras a la producción y el comercio, hasta mandatos de censura a la expresión libre”. En síntesis, para Milei “los mecanismos de gobernabilidad global no ofrecen un canal de conversación entre semejantes. Presentan solo dos caminos: sumisión o rebeldía”.