El 2025 será un año complejo en América Latina. Después del llamado “superciclo electoral” desde 2021 a 2024, en el que 14 países tuvieron elecciones presidenciales claves, este año que comienza nos muestra una región más fragmentada que en décadas anteriores. Las crisis de gobernabilidad, los desafíos económicos y sociales, y los conflictos internos marcan una agenda política incierta. En paralelo, la región será protagonista de temas de alcance global, como la migración masiva y el debilitamiento de la democracia. Y mientras todo esto sucede, Bolivia, Ecuador, Chile y Honduras tendrán elecciones presidenciales que sin dudas van a reconfigurar el péndulo ideológico de la región.
¿Cómo entender lo que puede pasar en América Latina en este 2025 que recién comienza?
Definitivamente, una de las elecciones más complejas y polémicas del año serán las de Bolivia ya que marcarán un punto de inflexión en la política del país. El Movimiento al Socialismo (MAS), que ha dominado el escenario político durante dos décadas, enfrenta una fractura interna sin precedentes. De un lado, Evo Morales, líder histórico del partido, acusa al actual presidente, Luis Arce, de intentar asesinarlo. Del otro, Arce se distancia de Morales en medio de denuncias mutuas, un intento de golpe de Estado y una creciente conflictividad social, con huelgas, bloqueos y movilizaciones.
A esta crisis política se suma un panorama económico desolador: desabastecimiento, escasez de combustible y falta de acceso a divisas. Estas elecciones no solo decidirán quién gobernará Bolivia, sino también el futuro del partido más influyente de las últimas décadas. Según una encuesta de Ciesmori, el MAS sigue siendo el partido con mayor intención de voto con un 35%, pero esa cifra cae al 20% si se presentan candidatos divididos. En este contexto, ¿podrá la oposición volverse más competitiva frente a la interna oficialista?
Pero si la tensión en Bolivia no fuese suficiente, en abril serán las elecciones presidenciales en Ecuador, un país envuelto en uno de los mayores problemas de violencia y de inseguridad de las últimas décadas de la región. Con una tasa de homicidios que se disparó a 25 por cada 100 mil habitantes en 2022, el país vive una crisis estructural agravada por el narcotráfico, la corrupción y las fronteras porosas.
El actual presidente, Daniel Noboa, buscará un nuevo mandato en un clima de descontento ciudadano y enfrentamientos internos, como el reciente conflicto con su vicepresidenta, Verónica Abad, a quien Noboa intentó destituir en los últimos meses. Como su principal rival en la campaña presidencial será Luisa González, cercana al expresidente Rafael Correa, podríamos estar ante una elección reñida en un escenario de polarización y extrema violencia.
Y si bien en Chile las elecciones presidenciales no se darán en el mismo contexto virulento que en Ecuador, también es preocupante el debilitamiento institucional del que era, hasta hace algunos años, el país más estable de la región. En noviembre de este año los chilenos concurrirán a votar en un momento de transformación marcado por el legado del estallido social de 2019, el rechazo a las propuestas constitucionales en 2022 y 2023, la crisis de inseguridad, el tema migratorio y las promesas de campaña que el actual gobierno de Gabriel Boric no pudo cumplir. En este panorama incierto, el oficialismo, con varias líneas internas, intentará lograr una reelección que por ahora le será esquiva. Hasta hoy, todas las encuestas dan como posibles ganadores a dos candidatos de la derecha: Evelyn Matthei y José Antonio Kast, quien ya compitió contra el actual presidente en el ballottage del año 2021. Sin embargo, la polarización ideológica está llevando a una gran dispersión electoral en la que, a siete meses de las primarias, ningún candidato supera el 10% de intención de voto. En ese contexto, ¿se repetirá la misma fragmentación de la elección de 2021?
Pero Chile y Bolivia no son los únicos países en donde un gobierno de izquierda pone a prueba su reelección, ya que en Honduras las elecciones de 2025 están enmarcadas por los desafíos de la administración de Xiomara Castro, atravesada por divisiones internas y una profunda crisis económica. La inseguridad, el narcotráfico y la corrupción dominan la agenda, mientras la oposición, liderada por el Partido Nacional, busca retomar el poder.
Sin embargo, al mirar el calendario de América Latina, las elecciones no serán los únicos acontecimientos que dominarán la agenda. Venezuela enfrenta una de las situaciones más complejas de su historia reciente, marcada por una crisis multidimensional que incluye lo político, económico y social. Finalmente, el próximo 10 de enero, Venezuela estará frente a un momento crítico. Nicolás Maduro, quien se autoproclamó ganador de las elecciones de julio pasado sin ningún tipo de acta ni prueba, se prepara para asumir nuevamente, mientras el opositor Edmundo González Urrutia afirma que regresará al país para reclamar su victoria y llegar al Palacio de Miraflores después de haber estado refugiado en España durante varios meses.
Los desafíos inmediatos que enfrentará González Urrutia para asumir el poder son numerosos. El primero es lograr el reconocimiento institucional. Aunque cuenta con el respaldo de importantes actores internacionales y la legitimidad legal de haber ganado las elecciones, el oficialismo aún controla instituciones claves como el Consejo Nacional Electoral (CNE) y el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), que no solo respaldaron a Nicolás Maduro sino que día tras día se blindan más para evitar que González asuma e incluso llegue al suelo venezolano. Además, González se enfrenta a la resistencia del chavismo, que mantiene el control de las fuerzas armadas (fundamentales para garantizar cualquier transición pacífica) y conserva una base de apoyo por parte de actores locales, internacionales y transnacionales.
Al día de hoy, si bien es difícil creer que González Urrutia va a asumir el poder, los escenarios son múltiples, generando una reminiscencia del año 2019, cuando Venezuela tuvo dos gobiernos en paralelo. El 10 de enero no será una fecha cualquiera: marcará un antes y un después para el país y posiblemente para América Latina, al determinar si Venezuela puede iniciar una nueva etapa de reconstrucción democrática o si se hundirá aún más en la incertidumbre.
Y si bien la realidad interna de Venezuela será el gran tema que protagonice el 2025, a nivel regional América Latina también enfrentará varios desafíos. Hoy vemos una región más heterogénea que en años anteriores. Si en 2023 las seis principales economías estaban gobernadas por partidos de izquierda, hoy eso ya no sucede. Por el contrario, la única constante que se observa es la enorme dificultad que tienen los oficialismos para reelegirse, debido al descontento ciudadano, la polarización ideológica, la crisis de los partidos tradicionales, los problemas vinculados con la inseguridad, la violencia, el crimen organizado y la crisis económica. A su vez, esto genera presidentes minoritarios que llegan al poder con promesas grandilocuentes y que, una vez en el cargo, se enfrentan a un Poder Legislativo fragmentado que bloquea sus iniciativas, complicando a su vez que esas promesas puedan cumplirse.
El año 2025 será un campo de batalla político en América Latina, donde la gobernabilidad y la legitimidad estarán constantemente bajo amenaza. Sin embargo, también puede ser un año de transformación. La región tiene la oportunidad de fortalecer sus democracias, construir alianzas estratégicas y asumir un rol más proactivo en el escenario internacional. Lo que está en juego no es solo la estabilidad de sus países, sino el modelo político que definirá el futuro de una región que aún busca su lugar en el siglo XXI.
*Licenciada en Ciencias Políticas (UCA). Investigadora del Centro de Estudios Internacionales (CEI-UCA). Co-host del podcast El Cafecito Latinoamericano en Spotify y en YouTube.