El ácido animador televisivo Bill Maher, que suele destrozar con sus críticas también a los demócratas, se mofaba durante la última campaña presidencial de un típico bailecito de Donald Trump en los escenarios de los actos proselitistas, donde se balanceaba hacia uno y otro costado con sus pies en el mismo lugar, los brazos hacia arriba en L y las manos en puño. "Parece como si estuviera masturbando a dos tipos a la vez", se reía Maher.
A partir del lunes, el masturbador múltiple se sentará en el sillón de jefe de la Casa Blanca, una posición tan poderosa que cualquiera de sus gestos o decisiones tiene implicaciones concretas en la vida de millones de personas, posiblemente -y en diferentes medidas- en las de cada uno de nosotros en este planeta.
Todos los que se burlaban de este complicado personaje ahora están recalculando, estudiando si conviene seguir en la trinchera anticapitalista, pasarse de bando o esperar hasta que aclare. Del otro lado, ejércitos de oportunistas derechistas y conservadores apuestan a recuperar el poder perdido durante la tibia presidencia del débil Joe Biden, ya eyectado del poder en Washington.
Ni la llegada de Barack Obama a la presidencia en enero de 2009 después de ocho caóticos años de George W. Bush provocó tanto temor y expectativa como el regreso de Trump a la Casa Blanca, adonde el empresario, ahora de 78 años de edad, residió entre enero de 2017 y de 2021.
Para muchos, el retorno de Trump es apenas otra pieza del avance de la ultraderecha que ya ejercen desde el poder líderes como Javier Milei en Argentina o Giorgia Meloni en Italia. Para otros, es otro símbolo del hartazgo de gran parte de los electorados frente al exceso de wokismo y las infinitas voces que desde la izquierda quieren enseñarle a todo el mundo lo que está bien y lo que está mal, sin debates, con un irónico autoritarismo.
I'll be back
Sea como sea, Donald is back, como un Terminator. Queda saber si será el viejo modelo T-800 que interpretó Arnold Schwarzenegger, que volvía para proteger a los humanos, o el malvado y más sofisticado T-1000 (Robert Patrick en el filme de 1991), enviado para terminar el trabajo de hacer pomada a los rebeldes que luchaban contra la corporación digital de proto inteligencia artificial Skynet.
Los analistas están divididos: algunos aseguran que Trump regresa con ansias de venganza y que arrasará con cualquier avance progresista, woke o no, y que alimentará todavía más y mejor los intereses de los multimillonarios. Otros creen que el ex protagonista del reality show The Apprentice es ahora un hombre más maduro, con experiencia, que buscará imponer su propia agenda, como siempre, pero con un ojo puesto en la posteridad: todos hablan, por ejemplo, de su ilusión de quedarse con el premio Nobel de la Paz por poner fin al conflicto en Medio Oriente.
(Después de todo, Barack Obama se llevó ese mismo premio en 2009 por haber hecho... nada).
Los principales puntos a observar no son muchos: ¿qué hará Trump con la guerra en Ucrania y el involucramiento de Estados Unidos en la OTAN? ¿Modificará las reglas impositivas para beneficiar a sus amigos ricos? ¿Cederá ante sus sostenedores más retrógrados y perforará las iniciativas de lucha contra el calentamiento global? Cuando busque solucionar la crisis migratoria, ¿se ensañará con los cientos de miles de latinos flojos de papeles que forman una de las principales bases de fuerza de trabajo en el país? Una cosa es firmar decretos que favorezcan a Elon Musk o a Jeff Bezos, otra muy distinta será, eventualmente, ver imágenes de la deportación de inmigrantes indocumentados que llevan años trabajando duro en el país y formaron sus familias "estadounidenses".
Cuando faltan pocas horas para el lunes en el que este personaje muchas veces desagradable, otras divertido y en general interesante vuelva a la presidencia de Estados Unidos, las pistas sobre su segundo mandato son tenues, aunque abren algunas esperanzas.
Por ejemplo, conversando con el Wall Street Journal, otro de los multimillonarios icónicos del país, Bill Gates, el co-fundador de Microsoft, contó que mantuvo en estos días una cena con Trump durante la que hablaron, entre otras cosas, de posibles vacunas contra el VIH y el polio. En los días de la pandemia de coronavirus, recordó el empresario y filántropo, Trump "aceleró la innovación en materia de vacunas, así que le pregunté si tal vez se podría hacer lo mismo ahora" en los frentes del VIH y del polio, "y creo que ambos nos emocionamos bastante".
Gates, cuya fundación invierte grandes cantidades de dinero en apoyar el desarrollo de esas posibles vacunas, reveló que al presidente electo "le fascinó escuchar lo que se podría hacer para maximizar la posibilidad de que durante los próximos cuatro años se logre ese increíble hito", dijo Gates sobre la posible erradicación de la polio.
"Sentí que (Trump) estaba lleno de energía y ansioso por ayudar a impulsar la innovación", le dijo Gates al Wall Street Journal sobre la conversación durante la cena de casi tres horas. "Francamente, me impresionó lo mucho que mostró interés en los temas que planteé", completó el ex jefe de Microsoft.
Se viene el infierno
Que Trump llega con poder suficiente para imponer su voluntad (tanto para concretar iniciativas beneficiosas o para avanzar con una agenda oscurantista, por cierto) quedó claro antes de que vuelva al Salón Oval: tal como reclamó durante la campaña, y también después de ser elegido en los comicios de noviembre de 2024, los rehenes secuestrados por el grupo islamista palestino Hamas durante el ataque terrorista del 7 de octubre de 2023 en el sur de Israel comenzarán a volver a casa.
Si Hamas no entrega a los secuestrados "se desatará un infierno" sobre la Franja de Gaza (donde, para decir la verdad, el infierno ya lo desataron las Fuerzas de Defensa de Israel), advirtió Trump en los primeros días de 2025.
En pocas semanas, por la presión de su equipo y una ayuda de la administración saliente, Trump logró lo que Biden no pudo en todos los meses de guerra en el enclave palestino: forzar la mano del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y de los líderes de Hamas que quedan con vida.
Seguramente el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, estuvo tomando nota de lo que pasó en Medio Oriente en estos días. ¿Un preanuncio de cómo se desarrollará la política exterior de Washington en los próximos años? Presión y amenazas, garrote y zanahoria, todos ceden un poquito para que Estados Unidos se quede tranquilo (y Trump pueda ganar el Nobel de la Paz que no le dieron por los Acuerdos de Abraham de 2020).
Carisma sí, encanto no
Previendo lo que va a pasar en Medio Oriente a partir del 20 de enero, el portal israelí Globes tituló su artículo "Cuando Trump te pide que saltes" (el resto de la frase sería... se salta).
Ya "estamos viendo el efecto Trump", le dijo al diario el analista Yoel Guzansky, del Institute for National Security Studies. Cuando está a punto de asumir el cargo de presidente, Israel, Hamas y hasta los mediadores en Qatar y Egipto "están mostrando un cierto grado de flexibilidad", añadió Guzansky. Y eso no solamente está relacionado con las amenazas de Trump "sino con las expectativas de un nuevo presidente al que todos quieren hacerle un regalo de inauguración", completó.
"Incluso antes de entrar en la Casa Blanca -apuntó Globes-, Trump logró obligar a Netanyahu a avanzar hacia un acuerdo" para el cese del fuego, la liberación de rehenes y la excarcelación de presos palestinos, "a pesar del precio político" que el primer ministro "probablemente tendrá que afrontar como consecuencia", y que ya se está viendo en los crujidos dentro de la coalición de gobierno por la posible salida de sus socios más a la derecha, como Itamar Ben Gvir.
Con sus vagas amenazas de desatar "un infierno", aportó Eldad Ben-Aharon, analista del Peace Research Institute Frankfurt, Trump apuró a Israel, a Hamas y a los palestinos en general, "y está teniendo un éxito notable".
En otro diario israelí, Maariv, el columnista Shmuel Rosner resumió con certeza lo que se puede esperar de los próximos cuatro años de gobierno republicano en Estados Unidos. "Trump es un 'negociador', un hombre de negocios que busca la manera de obtener ganancias, que sabe cómo aprovechar a los necesitados y expulsar a los que se interponen en el camino", señaló el analista.
"Trump tiene carisma, pero no tiene un encanto personal que lo supere todo -siguió Rosner-. Cuando bromea, es a expensas de los demás, se trata más de ridículo que de humor". El presidente que retorna "es un líder que se admira principalmente a sí mismo, y a veces admira a quienes lo admiran (como Elon Musk)". Pero, en general, "está enojado con los demás. O los menosprecia".
Este es el Trump recargado que vuelve a entrar a la Casa Blanca, adonde llega con intenciones de que el mundo se ponga a bailar el Rock de Donald, con nuevos arreglos y una banda más afiatada.