A pesar del rechazo de los taxistas de Buenos Aires, la compañía Uber que hace seis años revolucionó el mercado del transporte urbano con una aplicación que conecta conductores particulares con pasajeros, avanza en sus planes para desembarcar en la Argentina. En las últimas semanas, Gonzalo Araujo, gerente de Asuntos de Gobierno de Uber, estuvo en Buenos Aires y mantuvo contactos con referentes políticos y económicos, y planea volver este mismo verano, con una expectativa: aprovechar el cambio de gobierno a nivel nacional para testear una eventual llegada que todavía no tiene fecha cierta. Ya hace unos meses habían buscado un gerente de asuntos públicos a través de LinkedIn.
Desde Uber evitaron hacer declaraciones, pero según pudo confirmar PERFIL, hubo varias reuniones de Araujo en los últimos meses para sondear las reacciones ante una empresa con historial de polémicas: desde medidas judiciales, como la que le presentaron los taxistas de Nueva York, hasta protestas y golpes como los que hubo en Brasil. Es que Uber, una palabra alemana que significa “por encima”, desde que nació lleva al extremo la lógica del capitalismo de plataformas: con tecnología, se unen oferentes y demandantes en este caso del servicio de viajar, sin más regulación que las propias calificaciones de los usuarios. En Manhattan, por ejemplo, su servicio creció en casi 4 millones de viajes entre abril y junio de este año, mientras los taxistas, que sólo pueden levantar gente a mano alzada en la calle, tuvieron un retroceso similar.
En Buenos Aires hay 38 mil licencias de taxi, y una fuerte organización gremial y emprsearia, con cuatro cámaras patronales. “Buenos Aires es una de las ciudades con el transporte más regulado del mundo, y Uber propone desregular el transporte; no estamos de acuerdo, porque es competencia desleal”, asegura Claudio Palmeyro, integrante de la comisión directiva del Sindicato de Peones de Taxi que conduce Omar Viviani, un líder de peso nacional en la Confederación General del Trabajo. Su gremio ya se reunió con Horacio Rodríguez Larreta, junto a los propietarios de taxi de la Ciudad, para manifestarles su preocupación por la eventual llegada de Uber. Hast ahora toleraban como máximo apps como SaferTaxi o EasyTaxi, porque trabajan con taxis. Pero con Uber no quieren saber nada.
Cruzado. La compañía fundada por Travis Kalanick, un agresivo emprendedor de San Francisco (“soy destructor de monopolios”, se definió) suele adaptarse a los contextos. Negocia, adapta sus servicios, propone nuevas reglas. Está en 361 ciudades en el mundo y 67 países, y en 2013 pisó América latina en México: hoy está en 24 metrópolis de la región. En Uruguay, por ejemplo, donde empezaron a operar en Montevideo, el propio presidente Tabaré Vázquez se refirió al tema y una comisión interministerial analizó el impacto.
El principal aliado de Uber suelen ser los usuarios. Numerosas Defensorías del Consumidor se pronuncian a su favor, ya que abarata el servicio y, en algunos casos lo mejora, porque ofrece pagos con tarjeta de crédito y vehículos de mejor calidad, dos déficits en muchas ciudades de la región.
Voceros del gobierno porteño aseguraron a PERFIL que consideran “ilegal” a Uber y enfatizaron: “Uber conoce esta posición”. En la compañía de Kalanick, que cuenta con inversores que van de Google hasta Goldman Sachs y tiene un valoración bursátil de más de US$ 50 mil millones, se motivan más con los obstáculos y apuestan a mirar más allá de Buenos Aires, y por ejemplo, piensan en Mendoza.