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E.M.E.: Juguetes que conectan al mundo con el corazón de una familia argentina

Ángel Elizondo, la voz detrás de E.M.E., cuenta cómo su familia transformó las adversidades de su tierra natal, Huaco, San Juan, en la base de una empresa de juguetes electrónicos innovadores que mantienen vivos los lazos humanos y la esencia argentina. Galería de fotos

E.M.E.: Juguetes que conectan al mundo con el corazón de una familia argentina
E.M.E.: Juguetes que conectan al mundo con el corazón de una familia argentina | CREDITO PERFIL

Todo comenzó con una tormenta en Huaco, San Juan. ¿Cómo recuerda ese momento que marcó tanto su vida?
Era el 20 de enero de 1986. En Huaco, mi pueblo natal, la tormenta de piedras cayó como una sentencia. Mis padres eran comerciantes, agricultores, crianceros. Habían trabajado todo el año en la siembra de cebolla, y en una noche, lo perdimos todo. Recuerdo ver llegar a mi casa, pasada la tormenta, a Don Chacho López (socio de mi padre) con la nefasta noticia que no había quedado nada. Mi padre, Exequiel Martín Elizondo levantándose de su silla, miró hacia el horizonte y dijo: “Mañana temprano vamos a recoger lo que quedó y a empezar de nuevo”. Ese fue el momento en que entendí lo que significaba la resiliencia y el amor por nuestra tierra.

Ese espíritu resiliente parece haber sido clave en su vida. ¿Cómo influyó en su camino profesional?
Siempre tuve el ejemplo de mis padres, que trabajaron duro y apostaron por la educación de sus hijos. En la universidad, aprendí sobre la importancia de agregar valor a la materia prima y de apostar por la industria nacional. Esos ideales me acompañaron incluso cuando la vida de ingeniero me llevó lejos de Huaco, primero a Neuquén y luego a distintas partes del país.
El sueño de crear algo propio siempre estuvo ahí. En 2010, después de años de intentar proyectos y aprender de los fracasos, nació la idea de E.M.E., una empresa de juguetes electrónicos. Lo que me movía era el deseo de crear algo que conectara a las personas, porque eso es lo que siempre me enseñó mi familia: los lazos humanos son lo más importante.

¿Cómo surgió E.M.E. y qué hace únicos a sus juguetes?
E.M.E. nació con la idea de hacer algo distinto: juguetes electrónicos que no solo sean robustos y de calidad, sino que también generen interacción. Incorporan sistemas de audio, luz y movimiento que no están pensados solo para entretener, sino para crear un vínculo emocional con quien los usa. Por ejemplo, tenemos sistemas que identifican a las personas y personalizan su experiencia, como si el juguete pudiera reconocer a su dueño.

El proyecto tiene un fuerte sello argentino. Desde el logo, que honra a mi padre, hasta el equipo de trabajo, que incluye vecinos del pueblo, ex alumnos de la universidad y especialistas locales. Todo lo que hacemos está pensado para reflejar nuestra identidad y demostrar que en Argentina podemos lograr cosas importantes.

¿Cómo logran conectar los juguetes con las personas de una manera tan única?
Esto es algo que nos llena de orgullo. Los juguetes están diseñados para interactuar con aplicaciones móviles y servidores en la nube. Esto significa que, por ejemplo, un padre puede personalizar el juguete desde su celular y enviar mensajes o configuraciones especiales, aunque esté a kilómetros de distancia. Es una forma de mantener conectadas a las personas, sin importar dónde estén, y eso era clave para nosotros desde el inicio.

A su vez, certificamos a nivel nacional nuestros juguetes. El laboratorio Lenor (acreditado por el Organismo Argentino de Acreditación) ensayó nuestros productos y aprobó los resultados.

Mirando hacia el futuro, ¿qué sueña para E.M.E.?
Quiero que sigamos creciendo, siempre fieles a nuestros valores. Hoy tenemos la tecnología para adaptarnos a las necesidades del mercado, pero nunca perderemos el compromiso con nuestra gente ni con nuestras raíces. Mi mayor sueño es que E.M.E. inspire a otros a creer que, con esfuerzo y creatividad, todo es posible, incluso desde un pequeño pueblo como Huaco.

¿Qué mensaje les daría a quienes enfrentan adversidades similares a las que vivió su familia?
Nunca dejen de creer en el poder de empezar de nuevo. Mi padre me enseñó que las tormentas pueden destruir cosechas, pero no pueden llevarse nuestra voluntad. Todo lo demás se puede reconstruir, pero cultivar la esperanza es lo que hace la diferencia.

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