ESPECTACULOS
‘Intemperie’

Todo este dolor por un verso

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Días. Los jueves a las 20.30 en el Teatro Beckett (Guardia Vieja 3556). | GZA. FRAN CASTRO PIZZO

El proceso de construcción de Intemperie o el mundo a través de las flores. Grotesco en un acto se vio atravesado por la muerte de mi madre. Y aunque no fue eso lo que me motivó a hacer esta obra, pues ya nos encontrábamos en el último tramo, sí me confirmó que el mundo que estábamos creando estallaba lo real; que eso que yo veía como la exacerbación de la forma no era más que un pedazo posible de la existencia. Lo absurdo de la muerte y lo grotesco del dolor componían lo escénico y el presente de mi vida, al unísono; con la misma intensidad, la misma crueldad, la misma belleza.  

Intemperie es el resultado, como la mayoría de mis obras, de ir tras la búsqueda de una teatralidad exultante; y del deseo profundo de hacer.

El teatro es colectivo por definición y, en lo personal, no conozco otra forma de hacer una obra que no sea por la común-unión de un puñado de seres que coinciden en tiempo, espacio y, sobre todo, deseo. Así fue que con este elenco nos reunimos para investigar sobre el grotesco y hacer cuerpo las características que lo definen. Partimos de Stefano y Mateo de Armando Discépolo, obras contenedoras por antonomasia de esta poética, que nos arrojaron directamente al vasto mundo discepoleano: sus temas, sus personajes, sus colores, sus bemoles y su universalidad, tan cercana, tan existencial, tan argenta. 

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Fue inevitable que nos pasaran por encima lo injusto, lo precario y lo cruel; rasgos que conforman la poética, sí; pero también nuestra existencia, pasada, presente y, por cómo venimos, claramente futura. Parece que los cuerpos rotos, deformes por aguantar las circunstancias, nunca pasan de moda.  Por eso tomamos al grotesco criollo y lo corrimos aún más. 

De sus personajes tomamos sus funciones y así nos quedamos con la madre que pierde a su hijo una y mil veces; con el varón proveedor que prometió una vida mejor y lo único que logró fue no morir, aún; con “la mamma”, la que ya vivió todo, la que carga con todos los muertos, la que ya sabe que la historia se repite; con el hijo menor, el que aún tiene ilusión, el que promete una y otra vez que va a ser “la salvación de la familia”; con las hijas jóvenes, la que se resigna al existir y la que es portadora de los recuerdos; con el explotado, el que tiene que “tirar” para sacar adelante a la familia; y con la música, la utopía, la que está siempre, pero lejos. 

Nuestros personajes devinieron eternos inmigrantes, expulsados de todos lados, arrojados a la eternidad que repite una y otra vez, su “suerte”.

Creamos un cambalache discepoleano. Mezclamos a Margarita, Stefano, María Rosa, Chichilo, Ñeca, Lucía y Mateo para conformar una nueva familia; una que vive a la intemperie, porque la época de vivir en una sola habitación apiñados ya pasó, ahora es peor. 

Estallamos el mundo discepoleano, que nos es propio y tristemente actual, porque la realidad estalló. En épocas donde quienes nos presiden impulsan la muerte real y simbólica de nuestra cultura, se vuelve vital sostener nuestro arte, como un acto de resistencia, como un gesto de rebeldía.

Sin embargo, no todo es dolor y muerte, Intemperie o el mundo a través de las flores. Grotesco en un acto, intenta salvar a la belleza. La salva de lo precario, de la frustración, de lo absurdo de la existencia; la salva de la intemperie y le brinda un mundo a través de las flores porque “así es más hermoso”; y, por supuesto, también la salva de la muerte, real y simbólica. Esa belleza que, también, es inherente a la existencia; esa belleza presente aún en lo grotesco, como en el dolor, como en el duelo; esa que surge por las grietas, a pesar de lo injusto, a pesar de la pobreza; esa belleza que debe ser para todes; esa belleza del deseo, de lo “por venir”, de ser y estar, del arte.

“Sonamos en tonos menores” dice Stefano. Es cierto mi querido, pero también somos arte.

*Directora y autora de Intemperie o el mundo a través de las flores. Grotesco en un acto.