ESPECTACULOS
‘Una terapia integral’

“Hoy somos más conscientes de nuestros derechos”

El elenco completo del éxito Una terapia integral, integrado por Paola Krum, Juan Leyrado, Carola Reyna y Carlos Belloso, confiesa sus habilidades culinarias y analiza los subtemas que aparecen en la nueva comedia que llegó a la avenida Corrientes, al Teatro Metropolitan, dirigida por Nelson Valente y con autoría de Marc Angelet y Cristina Clemente.

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Estilo. Fiel a Valente, la obra pone a sus personajes en una crisis. | gza. prensa vanesa bafaro

Luego del éxito en Barcelona y Madrid se conoció la versión nacional de Una terapia integral, de los autores españoles Cristina Clemente y Marc Angelet, los mismos que crearon Laponia, otra comedia ya estrenada aquí (2022) con la dirección también de Nelson Valente. El elenco lo integran: Juan Leyrado, Carola Reyna, Paola Krum y Carlos Belloso. Las funciones son de jueves a domingo en el Metropolitan (Av. Corrientes 1343). Tres alumnos se inscriben en un curso de panadería, que dicta un extraño docente, Toni (Leyrado) y la premisa es: “Para hacer un buen pan, no hace falta la mejor harina o la levadura más fresca, para hacer un buen pan solo es necesario estar bien con uno mismo”. 

—¿Qué relación tienen con la gastronomía? ¿Hacen pan?

LEYRADO: A nivel artístico hice en el teatro Extra virgen, con Lisandro Fiks, que luego llevamos al cine con el título de Oliva, con dirección de mi hijo, Luciano. Me relaciono con el aceite y el vino, ahora vino el pan, que no lo busqué. Estudié en el Instituto Argentino de Gastronomía. El curso que hice fue de cocina mediterránea. Me gusta mucho hacer pastas, salsas, todo con buenos aceites y productos. Cuando puedo ayudo a mi mujer, María, a cocinar. 

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REYNA: Soy bastante básica en la cocina. Me defiendo, pero no soy experta en nada y menos en la repostería. Nunca hice una torta en mi vida. Además, a mi marido le encanta cocinar (N de R: su marido es Boy Olmi).

KRUM: En la cocina soy muy básica, aprendí un poco al tener una hija, Eloísa. Ambas somos golosas y los antojos van más por ahí, pero ni siquiera los hacemos nosotras, los compramos. Ella es muy cocinera, así que mi relación con la cocina es más a través de ella, quien a veces me espera con algo rico. En una época hice scones, pero nunca pan.

BELLOSO: Me encanta cocinar. Como mi mujer es vegetariana, trato también de hacer alguna comida solo con verduras. A mí me gustan mucho los estofados, las pastas, y me hice muy fanático de la comida italiana. Tengo un lugar en la cocina, donde guardo mis condimentos. Preparo comida para mis hijos, cuando me vienen a visitar. En la pandemia al principio me resistía, pero después empecé con los panes.

—En la obra aparece la enseñanza. ¿Fueron o son docentes? 

L: Di clases en el estudio de Agustín Alezzo, cuando era estudiante. Pero me di cuenta que me gustaba más actuar que dar clases. Me han pedido un par de veces dictar seminarios. Generalmente a estos profesores como al que interpreto no les tengo mucha confianza. Creo que la gente cada vez pierde más la fe en las cosas y necesita todo aquello que se la da. Para mí encontrar un maestro es como hallar un buen psicoanalista. Cuando me preguntan con quién estudiar, te diría más los que no que los que sí. 

R: He tenido buenísimos docentes, gente que me marcó como mi maestro Carlos Gandolfo, quien fue el pasaporte a la felicidad en la actuación. Recuerdo en mi colegio a la directora que tuve, una amante de las artes, me incorporaba en todos los actos escolares. Ella me estimuló muchísimo para darme el permiso que necesitaba. En otras épocas de mi vida, actrices como China Zorrilla o Norma Aleandro también ejercieron un poco la docencia, dándome consejos.

K: Mi mamá es docente, esa es mi relación más íntima con la enseñanza. Noto que el vínculo que tuve con mis maestros, tanto en el colegio, como en la facultad y después en el teatro es muy diferente a la relación que tiene hoy en día mi hija con sus maestros. En la actualidad hay otra cercanía, más paridad y mucha empatía con los alumnos. En mi época el docente era una especie de ser casi maléfico, estricto y un poco castrador. Aunque también tuve docentes superadorables como Lorenzo Quinteros, quien fue fundamental en mi vida.

B: No creo que pueda enseñar mucho, porque no tengo un método. Tanto Stanislavski como Grotowski les dieron a los intérpretes herramientas, pero el mejor aprendizaje te lo da la práctica. Tengo un pequeño seminario para que los actores sepan por qué uno actúa y contra quién lo hace. Un darse cuenta que hay discursos sólidos definidos que anquilosan. Los talleres para mí son imprescindibles y formativos.

—En el espectáculo el docente usa técnicas personales: ¿cuáles consideran que deben ser los límites para inculcar conocimiento?

L: Fundamentalmente el maltrato nunca sirve, cuando lo hay el alumno se cierra, no hay ninguna posibilidad de abrirse, sino de defenderse. Cuando uno siente que es maltratado no solamente en la actuación, sino todos los días tiene que apartarse, sin pelearse. No existe ninguna posibilidad de que ese maltrato lo puede llevar a uno a un buen camino. El que es maltratado después hará lo mismo con sus compañeros.

R: El personaje que interpreta Juan (Leyrado) me parece que corre los límites, por eso mismo no lo veo como un maestro, ya que te dice lo que hay que hacer. Creo que el mejor docente es el que hace que vos tomes tus decisiones y que elijas qué camino seguir, no el que te impone las rutas y las maneras. Con respecto a los límites me parece que por suerte ahora estamos bastante más atentos. Mi mamá me contaba que tenía una maestra que les pegaba con una regla. Hoy somos más conscientes de nuestros derechos. Nunca fui, ni me metí con docentes que me invadieran o que me impusieran sus propuestas. En lo personal, cuando veo maltrato me voy.

K: Mi mayor relación con la docencia en realidad tiene que ver con la maternidad, porque es una forma de enseñar. Ahí se ponen límites. Nunca di clases, no creo que pudiera. Mi mayor herramienta es la amorosidad, saber escuchar, entender que hay un otro, con todas sus subjetividades y eso implica que no exista una sola verdad. Creo que en este espectáculo cada espectador va a tener que sacar sus propias conclusiones, de quién es este tipo. Si es un buen maestro, un genio, un sádico, un psicópata o si está tocado por la varita mágica y tiene la capacidad de poder transmitir algo importante, particular y especial. 

B: Me parece que justamente esta terapia integral se superpone con el hacer este pan, que es la base alimenticia de una sociedad. Me refiero a que está una dentro de la otra. El comportamiento de este gurú (el personaje que hace Leyrado) uno lo puede llegar a tomar como esos mecanismos psicológicos, que lo llevan a un lugar de maltrato.

—¿Se nota que los autores de la comedia son españoles?

L: Creo que la versión es muy buena y no es muy distinta a nosotros. El humor es una cosa seria, para lograrlo hay que trabajarlo mucho, porque es difícil, no es solamente decir un chiste. 

R: Me parece que es un tema muy actual. La necesidad de creer en un mundo donde la religión no es el pilar que era. Siento que hay una búsqueda de profesar en cosas que nos sostengan, por eso tiene tanto que ver con las terapias, pero no las que estamos acostumbrados como la psicoanalítica. Me parece que hay mucha desesperación, falta de horizonte, en este mundo muy vertiginoso que premia y castiga rápidamente.

K: No fue tan difícil la adaptación, se la ve bastante cercana a nuestra manera de ser.

B: Las adaptaciones que hicimos fueron pequeñas, tienen que ver con la comedia al uso argentino. Es una analogía de un espectador que se quiere ver representado y al mismo tiempo que le respondan preguntas, ya que uno no sabe bien dónde buscarlas. Hay libros de filosofía, de autoayuda y de sociología, pero las obras de teatro y estas comedias te llevan con el humor y la risa a ciertos conceptos que uno puede ver en lo cotidiano.