ESPECTACULOS
Diego Gentile y María Marull

“El premio mayor fue la respuesta de la gente”

Al cumplirse diez años del estreno de Relatos salvajes, el film nominado al Oscar de Damián Szifron, vuelve a los cines para demostrar su vigencia y popularidad. Dos de los actores que integraron el numeroso elenco cuentan cómo fue filmar sus historias y analizan el porqué del éxito que la hizo un suceso de taquilla fuera de la norma.

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Juntos. Los actores vuelven, gracias al reestreno de un clásico. | néstor grassi

Es la película nacional que batió records de público con casi cuatro millones de espectadores, premios internacionales y sobre todo que sus Relatos salvajes ya forman parte de nuestra cultura nacional. Este 21 de agosto se cumplen diez años de su estreno y se decidió que vuelva a los cines para que las nuevas generaciones la puedan ver. Creación de Damián Szifron, guionista y director, contó con un elenco de notables actores: Ricardo Darín, Oscar Martínez, Leonardo Sbaraglia, María Marull, Diego Gentile, Érica Rivas, Rita Cortese, Julieta Zylberberg, entre muchos otros intérpretes.

Dos de sus integrantes hablan de cómo fue filmarla y las repercusiones que vivieron. Ellos son María Marull que integró el relato “Pasternak” con Darío Grandinetti y Diego Gentile que junto a Erica Rivas cierran con la última ficción: “Hasta que la muerte nos separe”. 

—¿Cómo se gestó “Relatos Salvajes”?

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MARÍA MARULL: Empezó a escribir unas historias cortas, casi por placer porque él (Damián Szifron guionista director y esposo de Marull) estaba con otro proyecto en ese entonces. Recuerdo que eran ficciones sin un hilo conductor en un principio y después se le fue armando esta posibilidad.

—¿Qué recuerdos les dejó la filmación?

DIEGO GENTILE: De felicidad pura, primero porque no habíamos trabajado nunca antes con Erica (Rivas) con quien nos conocemos desde hace veinte años. Somos muy amigos pero no se nos había dado compartir una ficción. En ese momento yo estaba representando Toc Toc todas las noches, pero por suerte las filmaciones fueron por la mañana y a la tarde. Se hizo cronológicamente, por lo cual fue muy fácil ir acumulando las situaciones. Recuerdo que Damián (Szifrón) tenía muy en claro todo lo que quería. Incluso tengo una anécdota, sin darme cuenta en un párrafo agregué un “No” que no figuraba y me lo marcó. Tiene ese nivel de detalle, lo que sobra a él le desafina. Por eso fue muy fácil todo el rodaje, por mi parte sólo tuve mi responsabilidad como actor, nada más.

M.M.: También lo recuerdo con felicidad y alegría el subirme a un avión de verdad, que estaba en refacciones. (N.d.R: Hizo de Isabel en el relato junto a Grandinetti). Nos divertimos mucho, con un grupo de actores espectaculares, como Darío, Mónica Villa, Diego Starosta, Marcelo Frasca y Nacho Vavassori. A mí me gusta trabajar con Damián, como actriz y separo lo de mi matrimonio. Es muy placentero porque me entrego con total confianza. Desde el texto que una lee ya hay una melodía, donde no hay espacio para la improvisación, pero lo digo en el buen sentido, porque siempre te deja aportar.

—¿Creen que sigue siendo actual?

D.G: No envejeció ni un día. Ninguno de los relatos se venció. Cuando hay un enfrentamiento entre dos personas usan en la televisión la frase: “otro relato salvaje en Buenos Aires”. Quedó como si fuera la definición de un estado argentino, de nuestra idiosincrasia, con lo bueno y con lo malo. Hay algo que habla de nosotros, con el horror nos terminamos riendo, ya que es una película muy graciosa. Uno como espectador se ríe de lo mal que la están pasando los personajes, pero también es muy nuestro encontrar reírnos en la mitad de la tragedia. Hay algo que atraviesa nuestra idiosincrasia y puede suceder en otras partes del mundo. El público se identifica con lo catártico. Los personajes hacen lo que muchas veces tenemos ganas y reprimimos.

M.M: Creo que la película tiene algo bastante universal y se puede resignificar en diferentes momentos de estos años que pasaron. Habla de las pequeñas batallas cotidianas, que tiene la gente. Hay algo inconsciente, cuando una ve esos relatos siente que podría protagonizar alguno, si nos sacáramos el corsé social de lo que no corresponde. Muestra las pequeñas injusticias cotidianas. Creo que la película generó esa empatía y también a nivel universal.

—¿Con qué premio o nominación sintieron más emoción, desde los Oscar, los Goya, los Platinos hasta los Sur?

M.M.: Recuerdo esa época con un sinfín de premios, casi como si fuesen fuegos artificiales. Para mí el mayor premio fue lo que pasó socialmente, la respuesta masiva del público. Como Bombita empezó a formar parte del vocabulario de nuestra gente y del país. Por supuesto que acompañar a Damián a los Oscar fue maravilloso. También recuerdo a los espectadores aplaudiendo de pie en el Festival de Cannes.

D.G.: Todos los premios terminan siendo como un mimo al trabajo y un reconocimiento. También siento que el premio mayor fue la respuesta de la gente. Cuando me metía en los cines para ver la reacción del público observaba que le gritaban a la pantalla, como hacía mi abuela cuando veía la novela en canal 9. Tuvo siempre algo muy popular, de identificación y hasta el día de hoy nos siguen haciendo comentarios sobre la película.

—¿El cine argentino tiene un sello propio?

D.G.: Tiene un lenguaje de identidad relacionado con el país. Por eso me parece que es importante la defensa de un cine nacional, que tiene que ver con nosotros. Afuera nos conocen por él, hay una aceptación y un mostrar la forma de ser argentino. Es peligroso perderlo o nos volvemos universales, en el mal sentido. No es lo mismo Polonia que nosotros, tenemos diferentes formas de contar. 

M.M.: El arte tiene que ver con poder hablar de lo que una conoce. Celebro cuando voy a ver una película o una obra de teatro y siento que el autor está hablando de lo que sabe, de su mundo personal y eso es lo que lo hace trascendente. Lo que es particular y universal a pesar de que una pueda pensar que es diferente. En otro país no pasa exactamente igual, pero se transparenta cuando hay una honestidad autoral y está una búsqueda que expresa preguntas. Tanto el cine, el teatro, como todo el arte son herramientas fundamentales para la identidad de nuestra cultura, pensamientos y sentimientos. Va más allá de lo económico, por eso para mí no tiene precio y es muy necesario.

—¿Cómo sobrevivieron a los éxitos teatrales: Marull y los diez años de “La pilarcita”, Gentile y sus temporadas con “Toc Toc”?

D.G.: En nuestro oficio tener estabilidad económica es muy difícil y de golpe con Toc Toc la tuve. La pasamos muy bien con el grupo, porque éramos todos actores. Ganábamos dinero con una comedia, por lo cual todas las noches el público se reía y eso es muy energético para uno como actor. Mientras pude hacer el unipersonal Matar cansa de Santiago Loza. Estaba feliz en esa jaula de oro. Fue un desafío mantener vivo el espectáculo en más de dos mil funciones. Pero me llamó Carlos Sorín para filmar en el sur Joel durante seis semanas y sentí que era el momento ideal para cerrar el ciclo de Toc Toc. Ahora estaré en Microteatro, mientras preparo un unipersonal de Andrés Gallina.

M.M.: Con La pilarcita vamos a cumplir diez años de funciones. Pasa algo particular con la obra y con el grupo que ha ido cambiando. Hace poco volvió Lucía Maciel, actriz que la había estrenado. Las veces que puedo voy a verla. Siento que sigue creciendo y continuamos probando. Hicimos funciones en el Astros y volvimos al Camarín de las Musas, los viernes a las 20 y a las 22. Es un espectáculo con el cual la gente se conmueve y se divierte. Los lunes hago Yo no duermo la siesta, mientras que de miércoles a sábados interpreto Lo que el río hace, también en el Astros, con ganas de hacer giras e ir a los festivales. El teatro es un espacio puro, más hoy que todo es tan tecnológico. Es un ritual que compartís con doscientas o quinientas personas que no conocés y te olvidás de todo.